Página Negra Bruce Wayne: Un alma en dos máscaras

Arrastró toda su vida el trauma del asesinato de sus padres y vivió cegado por la venganza; inventó un doble nocturno que cazó a los peores supervillanos de Ciudad Gótica, pero se volvió más un psicópata que un superhéroe.

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Su alma es un pozo de sombras. Ruidos de espadas inútiles agitan su corazón. La soledad es su reino y su cárcel. Un designio oscuro lo acosa y en medio de la noche bate sus alas, para saciar una sed que lo consume: acabar con el crimen.

Recorrió el mundo y regresó a su tierra, pero la encontró tapizada por la maldad; los pillos emergían de las cloacas y las miasmas de la corrupción se pegaban a la piel.

Una pesadilla recurrente lo atormentó. Era un niño mimado. Hijo único, persuadió a sus papás para que lo llevaran al cine a ver El Zorro . Fue el 27 de junio –hacía ya 21 años–; iban camino de Park Row y el aire en Ciudad Gótica pesaba como un sudario de acero.

Joe Chill, un raterillo, saltó del Callejón del Crimen y arrancó las “lindas perlas del cuello” de Martha, su madre; Thomas, el padre, intentó detener al malandrín y él solo atinó a decir “No papá, tiene…” y un fogonazo rajó la penumbra. El reloj marcó las 10:47 de la noche. Chill remató a Martha.

Solo el cariño de su leal mayordomo Alfred Pennyworth y de la Dra. Leslie Thompkins –su mamá adoptiva– le ayudaron a superar la desgracia y a darle un propósito a su vida, gracias a la archimillonaria herencia paterna.

Desolado, a los 14 años dejó su infancia y durante 12 más vagó por el mundo en busca de conocimientos, para regresar a Ciudad Gótica y consumar su venganza.

Estudió en Cambridge –Inglaterra–, en La Sorbona –de París– y en las más señeras universidades europeas. De Henri Ducard, un francés, aprendió la cacería humana; Kirigi, un ninja, lo entrenó para matar con sigilo; en África un bosquimano le enseñó a rastrear una presa y con los monjes de Nepal adquirió poderes para curarse.

Llegó a ser un experto en todo tipo de combate, a puño limpio y con armas; tirador insigne; acróbata; maestro del disfraz; políglota; aprendió a conducir cualquier máquina terrestre, aérea o acuática; erudito sin par y empresario exitoso dueño de Wayne Enterprises, la compañía familiar.

Solo tenía 27 años y nada de eso le servía para acabar con la maldad; necesitaba infundir terror en los maleantes. Hasta ahora solo era una mala imitación de sus héroes de la niñez: El Zorro; Doc Savage o Sherlock Holmes.

En esas estaba cuando un murciélago chocó contra la ventana; recordó el día del funeral de sus padres, cuando cayó a un pozo ciego y una nube de quirópteros lo aterró. ¡Ese mamífero! Con las alas extendidas, las orejas puntiagudas, el chillido infernal y su rostro hierático sería la sombra que protegería a los inocentes y aterrorizaría a los villanos.

Así honraría la promesa que hizo sobre la tumba paterna: “Juro que vengaré sus muertes, pasando el resto de mi vida en guerra contra todos los criminales”.

El murciélago agitó el aire y un rayo de luz partió la oscuridad. Ya no era aquel niño indefenso ante el criminal. Esa noche –hace 75 años– nació un despiadado caballero nocturno y Bruce Wayne solo respetaría una ley: la de Batman.

Doble cara

El hombre más peligroso de La Tierra, como lo definió Superman, vivía aferrado al recuerdo de su padre, el filántropo y trillonario Dr. Thomas Wayne. ¿Cuándo vio la luz? Nadie lo sabe, porque Bruce dejó de ser quien era para mutarse en Batman y adoptar una doble vida: de día un pusilánime, de noche un depredador de antisociales.

Pasó la niñez en la mansión familiar en las afueras de Ciudad Gótica, rodeado de criados y educado en colegios de élite como un príncipe burgués. El Dr. Wayne era médico y superó con éxito los avatares de la Depresión en Estados Unidos, saliendo de ella con una sólida fortuna.

Los biógrafos coinciden en que Bruce –como hijo único– desarrolló una marcada dependencia hacia su padre y en él estaban cifradas las mayores esperanzas de la familia. Tanta dedicación, material y emocional, lo aisló de otros niños y en la adultez le impidió forjar amistades más allá de la utilidad y el placer que estas le reportaban.

Tras su regreso a Ciudad Gótica asumió la presidencia de Wayne Enterprises; fundada en 1800 fue hasta el siglo XX que se convirtió en un conglomerado industrial, ubicado entre las diez megacorporaciones mundiales, con oficinas en todo el planeta y 170 mil empleados.

Sus operaciones abarcan: alimentos, transportes, investigación y desarrollo de nuevas tecnologías, energía, medicinas, entretenimiento y una división militar secreta.

En memoria de sus padres Bruce estableció la Fundación Thomas Wayne, dedicada a la salud, y la Martha Wayne, de carácter social. Bajo el edificio corporativo de ambas construyó la baticueva, el cubil del hombre murciélago.

Para ocultar su faceta de superhéroe fabricó una imagen de millonario excéntrico, dedicado a labores filantrópicas, playboy y con una vida llena de banalidades. En muchas ocasiones tuvo que soportar palizas, atentados, secuestros y seguidillas de ataques de supervillanos, solo por aparentar que era un ciudadano común y silvestre.

Solo algunos malvados conocen su alter ego de superhéroe, entre ellos: Ra’s al Ghul y Hugo Strange. Como no podía ser de otra manera, Bruce reveló su identidad al equipo de la Liga de la Justicia: Superman, Linterna Verde, Aquaman, Flash, la Mujer Maravilla y el Detective Marciano. Por supuesto ya lo sabían Alfred, Robin y Oráculo.

Para aterrorizar a sus enemigos diseñó un traje gris oscuro que le daba un aspecto siniestro; además, suplió la carencia de superpoderes –como los de Linterna Verde o Flash– con un entrenamiento físico y psicológico metahumano, que potenció al máximo sus capacidades.

Como si fueran palillos de dientes puede levantar media tonelada; correr en nueve segundos los cien metros planos; subir las paredes de Ciudad Gótica a puro parkour ; gracias a sus reflejos esquiva disparos a quemarropa y atrapa en el aire proyectiles como si fueran flores.

En Nepal aprendió a contener la respiración por varios minutos, a permanecer en vigilia por muchos días y a controlar el cansancio por medio de su poderosa fuerza de voluntad.

La mayor ventaja de Wayne es su coeficiente intelectual, superior a 200, que le permite preveer los ataques de sus rivales y evitar que lo controlen telepáticamente.

Muchos confunden la teatralidad de sus gestos con el histrionismo o el narcisismo, y aducen que tras la máscara de murciélago anida un psicópata por sus métodos poco ortodoxos al impartir justicia; no le hace ascos a utilizar la fuerza y la tortura para extraer un dato o una confesión.

Los desafortunados que pasan por sus manos, ¡si sobreviven!, terminan lisiados o encerrados en el Manicomio Arkham, en compañía de El Guasón, Dos Caras, Riddler, El Espantapájaros, Hiedra Venenosa y su fundador Amadeus Arkham.

Héroe solitario

Ser un superhéroe no es comida de trompudo. Muchos sacrificios y pocas recompensas; un día aparece un loco más poderoso y te manda a otra dimensión. Sin familia, sin hijos, sin amigos… solo… el tiempo pasa, rodeado de un largo silencio.

Casi todos los superhéroes poseen muchas amistades y conocidos en su vida normal; ahí está el caso de Peter Parker que al menos tiene a la tía May y a su novia Mary Jane Watson o el mismo Clark Kent con una familia numerosa y los compañeros del Daily Planet .

Si algo identifica a Bruce Wayne es la soledad interior que nadie puede igualar. El atroz crimen de sus padres, frente a sus propios ojos, y la impotencia para evitarlo, marcaron su corazón y su mente.

Wayne más que un hombre es una misión. Independiente, austero, adusto, distante y temible. Bruce forjó un Caballero Oscuro que saturó de criminales las prisiones; pero tras cada nuevo convicto surgían nuevos monstruos que asolaban las frías calles de Ciudad Gótica, como en un carnaval infernal.

Para quitarse el estigma de marica, inventó varios amoríos; uno de ellos con la periodista Vicki Vale, de la Gaceta Gótica , que se obsesionó con develar la doble identidad de Bruce, pero este la engañó con facilidad.

En una fiesta conoció a Barbara Gordon, hija del comisionado de policía, y esta lo salvó de ser asesinado por Killer Moth; a partir de ahí estrecharían lazos y ella se convertiría en BatiGirl, hasta que El Guasón le disparó y la dejó paralítica.

Tal vez el verdadero amor lo encontró con Catwoman, una ladrona de joyas de buen ver y de mejor corazón. Primero se sintió atraída por Batman, pero derivó a Bruce cuando este le reveló su identidad secreta. La relación entre ambos es romántica, placentera, disfrutan de su mutua compañía y como la mujer gato es independiente y nunca le hace caso, ambos forjaron una sólida amistad.

Sin novia, sin esposa, sin hijos, intentó suplir la falta de cariño con relaciones paternalistas. Empezó con Dick; los dos compartían el mismo trauma, porque los padres de Grayson fueron asesinados durante un acto acrobático y Bruce lo adoptó.

Lo tildaron de homosexual, pero en realidad era su mentor y su protector. Juntos salían de correría nocturna, uno era Batman y el otro Robin. Pasaron los años y Dick se independizó para convertirse en Nigthwing, el justiciero de la vecina ciudad de Blüdhaven.

Hubo otros Robin, pero murieron trágicamente. A Jason Todd lo mató El Guasón y juró venganza sobre su cadáver y enmendar su “peor derrota”. Con Tim Drake tuvo menos suerte porque, si bien era un intelectual, el padre lo obligó a dejarlo. Intentó de nuevo con Stephanie Powers –Spoiler–, pero a esta la mató Black Mask. Finalmente, mediante la fecundación artificial tuvo un hijo, Damián, con Thalia Al Gul.

En la medida en que la sombra de Batman crecía, menguaba la luz de Bruce. Wayne cambió una vida equilibrada y feliz por una obsesión: la venganza.

Pero, como no vemos las cosas como son, si no que las vemos como somos, Batman utilizó a Bruce Wayne y este a Batman; ambos formaron un alma en dos máscaras.