Página Negra Ángela Davis: Un ángel negro colgado en la pared

Creció bajo el yugo de las leyes racistas; estudió en escuelas y colegios segregados, viajó en buses con asientos separados y enfrentó los desprecios de sus propios camaradas.

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Mujer de raza y clase. En sus buenos días fue la negra más buscada por el FBI. Acusada de secuestro, intento de asesinato, conspiración, portación ilegal de armas y dispuesta a vender caro su pellejo.

En los años 70 su imagen fue un ícono de rebeldía y los demiurgos del consumismo capitalista la explotaron para engordar sus bolsillos. Vendieron camisetas, broches, canciones, documentales y todo lo que pudiera plasmar aquel pelo afro y el amenazante puño en alto.

Desde The Rolling Stones, con Sweet Black Angel ; pasando por John Lennon y Yoko Ono, con Angela , y el infaltable Pablo Milanés, todos participaron en esa tómbola de negocios, a costillas del mensaje social de la mujer marginada: Angela Yvonne Davis. O como la apodó la policía: La pantera negra.

Pudo nacer en cualquier lado pero aterrizó sus huesos en el lugar más propicio del mundo: la Colina Dinamita, en Birmingham –Alabama– el 26 de enero de 1944.

En la comodidad de su casa el lector se preguntará: ¿Por qué se llamaba así? Sencillo. Era el blanco favorito de los racistas blancos del Ku Klux Klan, que cada nada volaban con dinamita las casas de los negros.

Años más tarde fue una de esas explosiones la que despertó a Ángela, y la sacó de su carrera de intelectual comunista en las universidades. A los 19 años terminó sus estudios en La Sorbona, París y apenas se acordaba de sus precoces luchas por los derechos civiles, de la mano de sus padres, un mecánico y una maestra de escuela.

El 15 de setiembre de 1963 un equipo de “klanistas” voló en pedazos la Iglesia Bautista de Birmingham; mataron a cuatro niñas negras, hirieron a 20 feligreses más. Hubo que esperar 15 años para que la justicia condenara a uno de los terroristas, Robert Chambliss.

Ese fue un año de locos en Estados Unidos. Martin Luther King encabezó la marcha a Washington y asesinaron en Dallas al Presidente John F. Kennedy. En la acera de las vanidades Sean Connery encarnó por primera vez a James Bond, y Sidney Poitier sería el primer negro en ganar un Óscar con la película Lirios del Valle .

La explosión en la iglesia cambió el rumbo de Ángela y la transformó en una agresiva activista, con una retórica furibunda y dispuesta a reducir a cenizas el sistema, tal como la adoctrinó su “padre espiritual”, el filósofo Herbert Marcuse.

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De la academia pasó a las calles. Se unió al Comité Coordinador Estudiantil No Violento, integró los Panteras Negras y más tarde el Partido Comunista Estadounidense.

Debido a esa militancia la expulsaron de su cátedra de filosofía en la Universidad de California. El jefe del FBI, Edgar Hoover, fue con el chisme al gobernador de ese estado, Ronald Reagan. Tras cuernos, palos.

Raza y clase

La familia Davis perteneció a un grupo proscrito y Ángela se crió consciente de su lugar en la sociedad: lejos de los blancos.

Asistió a escuelas segregadas y en condiciones deplorables. A los 14 años ganó una beca de los cuáqueros para estudiar pedagogía en Nueva York, donde vivió en casa del reverendo William Howard Melish, enemigo del senador Joseph MacCarthy quien le impidió enseñar en escuelas públicas.

Pronto hizo buenas amistades entre los activistas de los derechos civiles, integró las juventudes marxistas leninistas, organizó marchas y se labró fama de mujer incómoda.

Con 18 años viajó a Europa y conectó con otros jóvenes revolucionarios; visitó Alemania, recibió clases de Theodor Adorno y otros filósofos socialistas, fundadores de la escuela crítica de Frankfurt, empeñada en traerse abajo el capitalismo de aulas universitarias.

De vuelta a su patria estableció un nuevo estilo rebelde. Más que feminista y comunista era un símbolo de la cultura pop. De buen ver, impuso la moda del pelo afro, usaba enormes aretes africanos, unas minifaldas infartantes y salía con frecuencia en las revistas del corazón. Además, mantuvo relaciones amorosas con George Jackson, un preso de San Quintín que le dio un aire romántico y trágico.

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Aparte de sus enemigos racistas se enfrentó a sus propios camaradas, que usaban el activismo político para reafirmar sus ventajas viriles y relegar a las mujeres al desván.

En 1970 la policía la involucró en el tiroteo ocurrido en la corte del condado de Monterrey, California. Ahí, Jonathan Jackson secuestró a un juez y exigió la liberación de su hermano, George, acusado de asesinar en la prisión a un guardia y a dos soplones.

El asalto acabó con varios muertos; el FBI señaló a Davis como cómplice y ordenó su detención. Ella escapó y dos meses después la arrestaron en un motel neoyorquino.

En la cárcel siguió su activismo por mejorar las condiciones de los reos y publicó sus memorias If They Come in The Morning . De inmediato comenzaron una campaña para su liberación con el lema “Free Angela”.

Pasó 16 meses en una celda de un metro cuadrado; jamás se compadeció, superó el odio, el individualismo y sobrevivió a la hospitalidad carcelaria.

Quedó libre y siguió en la trinchera. La Unión Soviética le dio el Premio Lenin de la Paz; impartió clases en Moscú, fue candidata a la vicepresidencia de Estados Unidos, en 1980, y todavía hoy integra grupos pacifistas, visita terroristas presos y defiende toda causa perdida.

Ángela Davis, según cantaba Mick Jagger, no era cantante, ni actriz, solo una dulce esclava negra que nunca se dejó vencer.