Montserrat del Castillo y su nueva vida: ‘Logré superar toda la agresión que recibí’

Desde hace varios días, la presentadora de Teletica ha estado escribiendo frases de amor propio y de empoderamiento en su cuenta de Instagram. Las publicaciones evidencian su transformación

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Este lunes 6 de marzo Montserrat del Castillo cumplirá 34 años y, de ellos, 12 ha estado presente en la televisión. Hoy es una de las figuras más posicionadas en la pantalla y también apreciada por gran parte del público. Sin embargo la exposición, e incluso algunas inseguridades propias, han hecho que la presentadora de De boca en boca pasara por dolorosos momentos, trances en los que sufrió por las críticas y maltratos verbales de otras personas.

Hoy, además de mujer y profesional, Montserrat es esposa y madre. Los tiempos han cambiado y ella también. Asegura que perdonó las agresiones de quienes en algún momento la lastimaron y hoy dice amarse. Alza la voz y expresa lo que siente a través de las letras. Desde hace unos días, del Castillo ha estado compartiendo en redes sociales fuertes declaraciones en las que se muestra en una etapa distinta, una en la que “lo malo que digan de ella” ya no le afecta.

“Nunca más dejaré que me menosprecien”. “Agradece todas las veces que pudiste, aunque pensabas que ibas a ser incapaz de lograrlo”. “Antes temía cuando la gente me criticaba y aprendí a no dar importancia a sus opiniones”. “Antes temía al rechazo y aprendí a tener fe en mí siempre”, son algunas de las frases que, más que escribir, Montserrat ha expresado como afirmaciones.

Es así como la mamá de Jhona Monroy del Castillo, de dos años de edad, vive su mejor momento, por lo que conversó con La Nación de este proceso que la llevó a sanar.

“Estoy en el mejor momento (de mi vida) porque es mi presente . Ya cumplo 12 años de trabajar en televisión y siento que Dios ha sido fiel todos estos años conmigo”, comentó.

-¿A qué se deben esos mensajes que ha estado compartiendo? ¿Usted los escribe? ¿Cuál es su propósito?

Por mucho tiempo guardé silencio en muchas cosas que quería transmitir. A veces no sabía cómo expresarlas y otras pensé que no era necesario abrirme tanto. Me enfoqué en sólo trabajar y guardar mis cosas para mí. Pero un día noté la carencia de este tipo de contenido. Hoy en día, la gente le ríe el contenido a personas que se valen de caídas, fracasos o tropiezos de nosotros los que estamos expuestos, buscan humillar, distorsionar, o incluso acomodan las cosas a su favor para simplemente burlarse o herirnos. No solo a mí: ¡a todos !

“Siento qué hay un límite, pues siempre bajo el marco de la empatía y el respeto podemos hablar de los demás. Todo esto sé que no solo nos pasa a nosotros (las figuras conocidas), en todos los ámbitos sucede. Desde muy pequeña siempre me gustó defender a los demás de burlas, de apodos y de otras agresiones. Ya grande fui muy vulnerable, puesto que luchaba con esa agresión y mis propias inseguridades.

Con estos mensajes, mi objetivo es levantar a otros que necesiten leer este contenido. Dar aliento. Por medio de mis propias vivencias otras personas puedan soportar el peso de crecer, aprender y levantarse”.

-¿Cómo es la Montserrat de hoy en comparación a la de hace algunos años? ¿Cómo ha cambiado?

Soy totalmente diferente.

“Cuanto mayor es la crisis, al parecer, más rápida es la evolución. Y yo debo agradecerle mucho a esas crisis que pasé: tanto laborales, personales, maternales, matrimoniales y familiares.

Cada una de ellas me siguen puliendo y enseñando que es imposible ser igual, más después de traer un hijo al mundo. Eso te viene a cambiar todo el juego, la responsabilidad que tengo ahora de enseñarle a mi hijo sobre valores y principios no con palabras, sino con hechos, hace obligatorio enderezar todas las áreas de mi vida.

Dejé de hacer cosas buenas que parecen malas. A veces es mejor ser sabio y no dar de qué hablar. El respeto profundo que tengo por mi matrimonio también ha hecho que sea mucho más contenida de muchas cosas. La gente que me rodea está bien escogida y prefiero tener pocos a mi alrededor pero de mayor calidad. El cambio empieza cuando dejamos que Dios trabaje”.

-¿Qué fue eso que cambió en su interior para ya no tener miedo a la crítica y a los comentarios malintencionados?

Me dejaron de importar. Encontré mi valor. Hoy me amo y ya no le creo al agresor. Ya no me hacen daño, ya los perdoné.

-¿Antes qué era lo que más la lastimaba?

La gente que no conocía la situación y opinaba sin saber mi versión. También me dolía ver a las personas que más amo lastimadas por verme mal.

-Cuándo habla del agresor y de quienes opinaban sin saber su versión, ¿se refiere a aquellos que la atacaban por su físico o por las cirugías que usted ha contado que se realizó?

Sí. Una persona agresiva intenta imponer su punto de vista, o la satisfacción de sus necesidades generando miedo, culpa o vergüenza. La violencia verbal es muy delicada.

“Y así defino a las personas que necesitan disminuir a otros con sus palabras. En este caso con lo que escriben”.

-¿Cómo ve la vida ahora?

Hay gente terrible que no cambia ni en crisis, que ve todo roto y su única forma de vivir es seguir rompiendo, lo hacen porque no tienen paz en la mente, porque no hay amor en el alma, porque tienen agitado el espíritu y rota la empatía.

“Yo elijo ser diferente, quiero que me recuerden como una mujer que superó muchísimas cosas. Sí se puede.

Creo que hasta ahora logré superar toda la agresión que he recibido durante años. Por ‘a’, por ‘b’ o por ‘c’ siempre habrá algo. Pero no sé si es la edad, la maternidad o qué, pero lo superé. Pedoné y dejé de cargar con ese saco”.

-¿Cuál es el mensaje que quiere darle a otras mujeres?

El mensaje es para todos, hombres y mujeres, porque todos pasamos por esas situaciones: tengan amor propio, es el amor para toda la vida.

-Montserrat ¿qué cree que la ayudó a sanar?

Cuando aprendemos a amarnos también ponemos límites, elegimos mejor nuestras batallas. Dejamos ir a las personas que no nos aman como merecemos o soñamos. Elegimos mejor a nuestros amigos y muchas cosas más cambian.

“Luego, también (le ayudó) el amor de Dios. Si nosotros amamos y haríamos todo por nuestros hijos, ¿cuánto más no lo hace Dios? Él nos da lo que pedimos pero en el tiempo perfecto, cuando estamos preparados. También trabaja en nuestro corazón cuando uno lo deja entrar y organizar todo.