‘How I Met Your Mother’: Comedia que hace reír el corazón

How I Met Your Mother es una de esas series que, como una aurora boreal, hay que ver, al menos una vez en la vida. Y que, si se puede, hay que repetirla. Sony le ofrece esa oportunidad a partir del lunes 25 de agosto.

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Recuerdo estar buscando un libro de Jorge Luis Borges cuando me lo topé en una estantería de novedades: TheBroCode . Un tratado publicado en cubierta de pasta dura, firmado por el autor Barney Stinson, un tipo rubio de 34 años que nació en Nueva York. TheBroCode es un detallado manual para conquistar una mujer en una noche y también para dejarla al día siguiente, ambas especialidades de Barney, quien, cual chef internacional, recopila sus recetas y las revela al público general para que se usen como hace él.

Pero no hay que leer TheBroCode para enterarse de las estrategias del siempre elegante Barney Stinson, quien usa traje de sastre hecho a la medida, como si fueran guantes. De hecho, gran parte de sus aventuras sexuales, trucos de magia y reglas para llevarse a una chica a la cama se pueden ver en la televisión.

Barney y su código hacen parte de How I MetYourMother , una serie de la cadena CBS que a lo largo de nueve temporadas se convirtió en uno de los éxitos más arrolladores de la televisión, ganando estatus de serie de culto y logrando ubicarse en el Olimpo de la TV, junto a títulos como Friends , Scrubs y Lost .

Pero no hay que confundirse, How I MetYourMother no es la historia de Barney, es solo que haber visto TheBroCode ese día en la librería es, tal vez, el ejemplo más claro de la extraordinaria conquista de esta serie: pasó de tener ratings de envidia a que cada nueva temporada se fuera renovando casi que automáticamente, a tener un libro en las principales estanterías del mundo y a ser uno de los más vendidos del New York Times , compartiendo lista con los libros de la saga Crepúsculo .

Las cifras dicen que 70% de críticas del libro en Amazon, esa página que parece contener todos los objetos del mundo (libros también, claro) son positivas y llenas de recomendaciones. Pero no solo recomendaciones de leer a Barney, sino más bien de ver la tele , de ver la serie, que sí, es como la piedra angular de la comedia de situación actual: la serie de series.

La gente dice que hay que ver a Ted Mosby buscando el amor verdadero a través de los 207 episodios que existen. Que hay que ver a Marshall y Lilly pasar de ser una pareja de novios, volverse un matrimonio, criar un bebé, pelear, ir y venir, crecer.

Hay que ver a Robin, hermosa, bellísima Robin, la-que-roba-el-aliento Robin, llegar a Nueva York, buscar empleo, enamorarse, equivocarse, triunfar. Pero ver eso para reír, reír siempre con las situaciones cotidianas puestas en un marco de humor inteligente, tan bien logrado por los escritores y los actores que interpretan las situaciones que parece un humor cómplice pensado para gente como uno, que no vive en New York, pero que tiene amigos con los que se reúne en un bar para hablar de películas, de relaciones amorosas, de la vez que nos fuimos de viaje en el carro oyendo una misma canción porque el radio estaba atascado.

Cómo conocí a cómo conocí a tu madre

How I MetYourMother ( HIMYM ) es igual que una gripe: si alguien entra en contacto con un fanático suyo, que sería como un portador del virus, queda atrapado enseguida, contagiado. Luego de haberme enviciado, fui responsable de traspasar el virus a varias personas más. Y qué grupo más dispar el que pronto estaba viendo los capítulos en jornadas maratónicas solo para reunirse a discutir con otros contagiados.

Se trató de una chica que nunca ve televisión, primero. No entiende de Game of Thrones ni sabe de Walter White. Seinfeld le es tan ajeno como la división de un átomo. Le da tanto lo mismo Mad Men que Buffy . Pero HIMYM la atrapó igual que una red atrapa a un pez.

Otro de los contagiados fue uno de esos chicos rudos que puede golpear a alguien en la nariz si insulta su whisky. Un tipo con la ahora rara costumbre de leer a Dostoyevski y capaz de hacer fila por dos horas en el frío de cero grados para ver a Paul Auster sentado en una silla.

Ambos quedaron prendados de HIMYM al punto de pasar horas en Internet solo viendo temporada tras temporada. Hubo noches enteras de debates de esos amigos irregulares, alrededor de vinos y cervezas, todo sobre la serie, como si de una sociedad secreta se tratara y que tuviera como invitados únicamente a los fans.

Y es que esta comedia tiene ese extraño poder de bala mágica, de aguja hipodérmica. Sí, poder de virus: parece llegar a todos sin distingo. Es uno de esos ‘tienes que verlo’ que uno insiste en repetir cada que se encuentra con algo tan bueno que debe ser recomendado. Como ver una ballena saltar fuera del agua, como ver una aurora boreal: al menos una vez en tu vida, tienes que verlo.

No hay mucho margen de error al recomendar HIMYM . La risa está garantizada. Porque aunque Barney Stinson sea un personaje que raya en lo misógino y que escribió un manual para conquistar mujeres, se quiere a ese personaje y se forma un nudo entrañable de cariño que, al menos en mi caso, aún persiste, pese a que en 2014 llegó el final de la serie luego de nueve temporadas.

El truco de HIMYM es que ya se conoce el final, aunque no se haya revelado: se sabe que trata sobre un Ted Mosby que en el año 2030 les cuenta a sus dos hijos adolescentes cómo conoció a su madre. Pero aunque desde el primer episodio se sabe que ese torpe arquitecto, desesperado por encontrar a la chica de sus sueños, tendrá el matrimonio que soñó y los hijos con los que ha fantaseado siempre, no tenemos idea de quién es la chica.

HIMYM es también una serie de misterio. Cada vez entran nuevos personajes a la vida de Ted y la pandilla de amigos. Y cada nueva chica puede o no puede ser la madre. Entonces se crea una expectativa insoportable porque, igual que en Hansel y Gretel, hay pistas como migajas de pan, que indican el camino a la respuesta más importante de todas: ¿quién es la madre?

Estas pistas se van regando a lo largo del show : una sombrilla amarilla, una estación de bus en la que se van a encontrar, una fiesta a la que ambos asistieron. Y todo esto ocurre en medio de las aventuras de los cuatro personajes principales. Mientras Ted conoce a la madre el grupo vive la aventura de los empleos sin futuro, de las relaciones a las que se les acaba el amor, la aventura de amar a quien no te ama, todo junto a Marshall, Lily, Robin y Barney.

Entonces, aunque se quiere llegar al final para descubrir quién es la madre, la verdad es que no, no se quiere. Uno quiere disparates como cuando los chicos descubren que en el apartamento de Ted, Marshall y Lily vive una criatura con seis patas, bigotes, antenas que puede volar y que bautizan como el cucaratón (obvia mezcla entre cucaracha y ratón) o quiere más capítulos como aquel en el que Ted roba una trompeta azul para convencer a Robin de que salga con él.

Porque lo cierto es que How I Met Your Mother es una de esas comedias con corazón que en realidad no se trata del amor y de las crónicas de cómo Ted conoció a la madre de sus hijos. Es una gran comedia sobre la amistad, sobre crecer, sobre perder y ganar. Sobre familias disfuncionales, viajes por carretera, sobre madurar y claro, sobre amar.

Un poco es la comedia sobre nuestras propias vidas, nuestras cervezas y nuestras fiestas de Halloween, nuestras antiguas parejas y los amigos que siguen junto a nosotros pese a los años y las vueltas que da la Tierra.

Tal vez es así porque los personajes están ligeramente basados en las vidas de sus creadores Craig Thomas y Carter Bays, de los días en los que vivían en New York. O tal vez porque de los 207 capítulos, 196 fueron dirigidos por la misma persona, una rareza que le dio una condición de familiaridad que traspasó las pantallas.

Así que hay que ver, y lo digo así, con imperativo, hay que ver How I MetYourMother. Sumergirse en los 207 episodios, en las nueve temporadas, en el bar McLaren’s, porque la mayoría de las veces la vida es demasiado seria con los sueldos de miseria y el calentamiento global así que vale la pena ponerse una corbata de patitos, solo porque sí.