El cielo ríe por la llegada de Miliki

La televisión de habla hispana llora la partida de este legendario payaso y cantante español que, junto a sus hermanos Gaby y Fofó, hizo reír a millones de niños en América y Europa

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El mundo del espectáculo y la televisión despidió ayer a Emilio Aragón Bermúdez, Miliki, un payaso con “p” mayúscula, que marcó a una generación de niños iberoamericanos, y cuya muerte cierra uno de los capítulos más importantes de la historia del circo en España.

Miliki falleció cerca de la medianoche del sábado, a los 83 años, y rodeado de sus familiares en la clínica madrileña Ruber Internacional, donde había ingresado días atrás, aquejado de una neumonía.

En un comunicado difundido ayer, su esposa y sus cuatro hijos hacían pública la “profunda tristeza” que los embargaba por la partida de un “marido y un padre maravilloso”, pero aseguraban sentir el “consuelo de saber que se marchó rodeado del cariño de muchos niños que han crecido cantando, riendo y disfrutando con él”.

Pieza fundamental de la familia Aragón, un linaje de casi 200 años en el circo, Miliki y sus hermanos, Gaby y Fofó, consiguieron cambiar el significado de hacer reír a la gente, y se convirtieron en un ejemplo para muchos humoristas actuales.

El trío de payasos alcanzó su máximo éxito durante la década de 1970, con el programa Había una vez un circo , que triunfó en la televisión de España y Latinoamérica. Sin embargo, el legado de Miliki se extendió incluso después de que el grupo se separó, y él triunfara en sus facetas de compositor, escritor, presentador, músico y guionista.

En la sangre. Emilio Aragón pertenecía a una estirpe de artistas circenses que aún hoy continúa en esa labor. Nació en Carmona, Sevilla, en 1929, como hijo Emilio Aragón Foureaux y sobrino de José María y Teodoro Aragón, miembros del grupo de cómicos Pompoff, Thedy y Emig.

Empezó su carrera en los escenarios, en 1939, en el Circo Price, junto a sus hermanos Gabriel y Alfonso, con quienes formó el trío Gaby, Fofó y Emilín –nombre que después cambió por Miliki–.

“En la tradición clásica, Gaby, Fofó y Miliki adoptaron respectivamente los papeles de clown, augusto y contraugusto . Por eso, Miliki era el más querido por los niños: era el payaso que todo lo destrozaba, el que destruía los decorados con sus ayudantes mientras entonaba el ‘nanianananananiana’ con el que encubría sus fechorías”, resalta un artículo del diario El País .

En 1947, el trío de artistas se trasladó a Cuba, donde dieron sus primeros pasos en la televisión y alcanzaron tal fama que prolongaron su estadía por nueve años.

Después extendieron sus actuaciones a otros países de Latinoamérica, Estados Unidos y Canadá. A Costa Rica llegaron en enero de 1959, como parte del Gran Circo de Gaby, Fofó y Miliki, que durante varias semanas presentó funciones diarias en Plaza González Víquez.

A inicios de la década de 1970, triunfaron también en la televisión argentina, donde protagonizaron un show que llevaba su nombre.

En casa. En 1973, tras 27 años en América, regresaron a España para grabar el programa Había una vez el circo , que alcanzó el primer lugar de audiencias y terminó anclándolo a su país.

Sin embargo, una vez que Los payasos de la tele se convirtiera en el espacio más popular de España, la muerte de Fofó, en 1976, fue un duro golpe para Miliki. Aunque el grupo continuó, primero como trío con la incorporación de Fofito, y luego como cuarteto con la llegada de Milikito (su hijo Emilio), el programa salió del aire en 1983.

Tras la separación del grupo, Miliki se dedicó a la música y grabó varios discos con su hija mayor, Rita Irasema. También regresó a la televisión para conducir varios programas infantiles y dirigir la película Yo quiero ser torero (1987).

En la última década, escribió tres libros infantiles y dos novelas para adultos; además, volvió a los estudios de grabación. Con sus discos A mis niños de 30 años y A mis niños de 40 años , se ganó para siempre a aquella generación que creció con la gallina Turuleta, don Pepito, don José, Susanita y su ratón, pero, sobre todo, a miles de niños grandes que aún contestan con una risa cuando escuchan la pregunta “¿Cómo están ustedeeeeees?”.