El Chinamo

Trece años que pintan igual

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No parece que fue ayer cuando El Chinamo ingresó en la tele nacional. Tampoco parece que fue ayer el intento de tres años consecutivos de Repretel por competir con Teletica en fin de año; menos parece que fuera ayer cuando Édgar Silva dejó de amenizar el espacio.

Es la impresión que deja el tiempo que tiene El Chimano de convivir con la audiencia, una vasta seguidilla de recuerdos que demuestran que son 13 años en los que poco ha cambiado, años que definitivamente pesan.

A los dos minutos de entrada del programa, uno sabe que la tradicional promesa anual de renovación no existe, que la propuesta sigue siendo igual.

Escenario y concursos idénticos: cambiar dos o tres luces, su color o los movimientos de una coreografía no reviste una mejora sustancial para la audiencia.

Secciones como El Chinamo animado carecen de creatividad, y atención a lo importante: ¿es este tipo de contenido adecuado para la audiencia de El Chinamo ? Es posible pensar que los intertextos necesarios para deconstruir la narrativa del animado son gregarios: no todo el mundo los maneja. Por ejemplo, existe un divorcio claro en el tono de esta sección y la música que usualmente acompaña el show .

Natalia Álvarez se presentó como una renovación dentro del espacio y efectivamente lo es. Su actuar es bastante bueno. Se expresa bien y es comedida en su accionar; sin embargo, ahí está el punto. El garbo de Natalia es otro desde que saltó a TD7; ahora, ella representa otro tipo de paradigma que poca relación mantiene con este espacio.

Otra renovación fue la introducción de Mongo Mongo, personaje heredado del programa Fantástico que parece un gran acierto. Mantiene un sentido del humor más afilado que el resto de comicidad del programa; al carecer de verbalización, este personaje desarrolla un humor gestual agudo y claro que definitivamente supera el tono estándar de los demás. Lamentablemente, la ocurrencia de ponerle un sombrero de Minion le resta, ya que merece mínimo un borsalino.

Justamente, en pequeños hechos –como el sombrero – se va desnudando la falla en la transmisión de valores.

Por ejemplo, tanto la Media Docena, como Gallina y otros personajes trastocan las barreras de valores que debería reflejarse en un programa en vivo. La Media Docena expuso un sketch representando el juicio en La Haya sobre isla Calero. En este emitieron una imagen muy tendenciosa de la defensa nicaragüense, ridiculizándola. Esto no es conveniente a la luz de la realidad costarricense: ¿Acaso solo ticos ven El Chinamo ? Debería Teletica mediar en este tipo de contenido que, amparado en la jocosidad, puede tener repercusiones según el momento actual de la sociedad.

En la general, es fácil notar que la mayoría del tiempo se pasea de un lado a otro del set , con la sola finalidad de mostrar patrocinio. Esto es bueno porque el canal vende, pero denota una triste realidad: la mayoría de los espacios están creados no con la intención de entretener, sino de sostener pauta. De ahí que muchos espacios no hayan cambiado en años o sean de contenido muy pobre.

Aunque entretener y monetizar es articulable, la producción parece haber renunciado al objetivo de innovar y se conforma con introducir todos los años pequeñas novedades no contundentes que desnudan el espacio, el cual, año con año, sigue siendo igual.

Solo de prueba, trate de diferenciar un programa de este año con respecto al pasado. ¿Lo mismo verdad? Tal vez, Teletica deba dejar de leer el rating ; sentarse y darle play al reproductor puede ser lo mejor para notar la anomia en la que cae la producción.

La televisión de un país es un reflejo del momento que se vive. En Teletica viven el día a día a como venga, con una pérdida profunda de la innovación e inventiva; aunque al final del día el rating los satisfaga, es importante que visualicen la necesidad del cambio como actividad de oficio.