Crítica de televisión: Actores como presentadores en ‘Giros’ y ‘Buen día’

Con una amplia muestra de tiempo, es posible juzgar el desempeño de los nuevos presentadores de Giros y Buen Día

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A mediados de febrero, los dos canales mayores del país –aparentemente sin imitación–, contrataron actores para sus programas matutinos.

Giros trajo a Jorge Valenty; por su parte Buen Día contrató a Pablo Rodríguez. Parte de las quejas versaban sobre la idoneidad de sentar a personas con formación actoral en una posición que se considera –clásicamente–- para comunicadores.

Con buen tiempo de estar ambos en el puesto es posible juzgar su desempeño y con una muestra completa valorar así un poco la queja que se hacía común: ¿Son idóneos los actores para el trabajo de presentación?

Pablo Rodríguez es un actor conocido en el país. Su participación en ficción para la pantalla chica podría brindarle un asidero en la audiencia, independientemente del peso en este tipo de producciones es importante reconocerlo como un personaje reconocible, sobre todo por papel.

Por su parte, Jorge Valenty es un poco más desconocido. Incursiones como actor en el teatro y un pequeño paso por un programa de espectáculos y otro de ficción son su bagaje.

A Pablo se le ha notado inseguro pero evolucionando, todavía busca aprobación fuera del encuadre de la cámara, aspecto muy común en la ficción. Sus intervenciones son más pertinentes a una conversación común que a un programa, pero hace una buena mancuerna con Thais Alfaro y se brindan un buen espacio para interactuar.

Por su parte Jorge tiene dos problemas: a veces Leonardo Perucci con esa gran presencia que tiene le lanza una sombra difícil de sortear, más cuando hacen dupla. En ocasiones los absurdos textos del guion le juegan una mala pasada, le restan valor a su aporte que se va notando acomodado.

La formación de actor no garantiza ser atinado en un programa de televisión, al final es una cuestión de oficio. Desde lo actoral se gana mucho, pero dista en la práctica en que no hay un papel previo y ensayado como en la ficción. La habilidad para improvisar podría ser útil, pero no necesariamente ha sido el fuerte de ambos casos.

Los actores pueden ejercer un trabajo frente a cámaras cuando no se demanda de ellos una posición editorial, un procesamiento de información cruda. El actor está en capacidad de tomar esa información procesada desde la dirección y transmitirla igual que lo haría cualquier profesional.

Por nuestras pantallas han pasado un desfile de profesionales de ramas disímiles como la medicina y abogacía, pocos presentadores que en el país pueden mostrar una carrera formada. Acá no existe formación especializada, en este sentido los canales desempeñan una labor de búsqueda que es comprensible y compleja, más no siempre los resultados son los adecuados.

Las destrezas de presentar un programa no vienen de una formación en comunicación o periodismo sino de un manejo de la palabra y ciertas habilidades histriónicas, pero no todas las escuelas del país dan esa formación a sus estudiantes. Así como es falso afirmar que solo los periodistas podrían desempeñar ese rol, es falso afirmar que todos los actores tienen esas habilidades histriónicas que son necesarias.

El hecho es que estas contrataciones vienen a hacer algo claro: intentan refrescar la opinión de la audiencia de los sempiternos presentadores de la televisión nacional y en eso es posible que haya sido una buena maniobra.

Tal vez usted ha tenido la oportunidad de ver ambos presentadores y pueda comparar estos argumentos con los propios, y conocer si estos personajes tienen la adaptabilidad necesaria para acoplarse a un sistema que demanda de ellos más que improvisación.