Sergio Ramírez narra el panorama después de la Revolución Sandinista

En Flores oscuras , la historia pequeña sale del anonimato: los cuentos narran el legado de la conmoción política y social de Nicaragua en vívidos personajes del acontecer cotidiano

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Para Sergio Ramírez, su oficio es un mandato: debe narrar. El más internacional de los escritores nicaragüenses actuales contempla el mundo desde su patria y echa una mirada a la historia en su nuevo libro de cuentos, Flores oscuras .

El autor presentará su colección de 12 relatos en la Feria Internacional del Libro, que se realiza en la Antigua Aduana hasta el 1.° de setiembre. Las narraciones muestran, entre múltiples otros temas, el legado de la Revolución Sandinista en las relaciones sociales y la política de Nicaragua.

¿Cómo nacieron los relatos que componen Flores oscuras ?

Se trata de 12 relatos que fueron escritos entre los últimos tres o cuatro años, en su gran mayoría. Encontré que entre todos ellos hay una conexión que tiene que ver con su atmósfera. Esto ocurre generalmente porque corresponden a una época determinada, y las historias que se escriben en un momento determinado llegan a tener esa conexión, dictada por el subconsciente o por la atmósfera en que se crean.

Algunos cuentos insinúan que lo que sucede en Nicaragua es consecuencia de la Revolución...

Los sucesos sociales vistos a través de los individuos marcan la atmósfera contemporánea de Nicaragua; es decir, la atmósfera del siglo XXI, ya en años muy posteriores a los de la Revolución (en los años 80), pero en donde se pueden ver estas cicatrices, estas huellas en el ánimo, el pensamiento, la manera de ver el pasado y la manera en que se asume lo que está ocurriendo hoy. Son relatos que he querido conectar con sucesos de la vida real a través de la invención. Es decir, a través de lo que encuentro en las crónicas periodísticas, o en las páginas de sucesos u otra información periodística.

¿Por qué se enfoca en la forma periodística para narrar?

Mi estilo personal ha ido evolucionando de manera tal que hoy me coloco frente al relato de ficción tratando de alejarlo de mi propia visión para darle la textura de una crónica periodística. Es decir, tratar de que la ficción tome la forma de una crónica, con esa distancia que necesariamente debe tomar quien escribe una crónica ante los hechos, con esa frialdad fingida que deviene verdadera al enfocarlos en el texto. Es una manera de no involucrarme sentimentalmente con los acontecimientos. Otra manera de tomar distancia es el humor pero, en este punto de mi carrera, uso la crónica periodística como un instrumento estilístico, como un procedimiento, y es un campo en el que me siento cómodo.

Aun las relaciones interpersonales más íntimas están teñidas por los efectos de la Revolución y de los conflictos sociales de Nicaragua.

Las vidas de las personas siempre resultan afectadas por los acontecimientos sociales y políticos, aunque estas personas no lo quieran así. Los cambios abruptos en la vida política o social de un país, se trate de una revolución o de un golpe de Estado, causan exilios, separaciones, y cambios en el papel que uno tiene en la sociedad. Un carpintero, de repente, aparece convertido en guerrillero y llega a ejercer poder cuando pasa la Revolución, o no, y queda como un resto del naufragio que la resaca deja en la playa. Eso es lo que me fascina: el efecto de la historia en las vidas privadas.

Ciertos personajes se refieren con orgullo a su parte en la Revolución, aunque les haya dejado poco o nada en la actualidad...

Los acontecimientos históricos de la magnitud de una revolución se construyen con la suma de miles de protagonistas, y estos miles de personajes que tienen algún papel en el escenario lo hacen desde su vida personal. Es su vida personal la que resulta cambiada o afectada. Es lo que les ocurre a mis personajes de Las alas de la gloria o de La colina 155 . Pasaron hace años por esa experiencia y en 155 uno anda recogiendo latas para sobrevivir o robando manjoles (tapas de alcantarillas) y se encuentra con otro que fue compañero suyo, incluso subalterno, y ahora es rico y poderoso. Esos son los cambios que el destino depara a las personas y en el relato lo que hago es enfrentarlos.

Hay otras presiones presentes en los textos, como las de la urbanización y la modernización.

Es el cambio natural que sucede, sobre todo en Centroamérica, como un crecimiento amorfo, anormal, desordenado de las ciudades. En el caso de Managua, que es una ciudad enorme, nunca puedo verlo como un paisaje urbano. Managua es un gran campamento rural, con algunos agregados de la modernidad, centros comerciales, hoteles, tiendas, restaurantes, pero alrededor lo que bulle es un inmenso mundo rural y una gran pobreza. De manera que extraer de allí historias urbanas no es tan fácil, siempre va a campear en este ambiente un espíritu rural.

Otra presión es el narcotráfico, que inaugura el primer relato. ¿Cómo mide su impacto en la vida de personas que no tienen nada que ver con el crimen?

Es lo mismo, porque el narcotráfico se convierte en una forma de poder. Es decir, se vuelve igual que el poder político, con sus anormalidades, corrupción, abuso de poder y falta de respeto a la institucionalidad. El narcotráfico, como uno de los grandes fenómenos en Centroamérica, tiene incidencia en la vida de las personas como corruptor del dinero. Es una entidad de muchos tentáculos que tiene mucho dinero: no hay otra entidad legal o ilegal que tenga tanta disponibilidad de dinero en el mundo, por lo que su poder de corrupción es enorme.

”Es algo que estamos enfrentando las sociedades y que hace nacer una nueva cultura: la cultura del nuevo rico. Uno se encuentra en el Caribe de Nicaragua con lo que la gente llama mansiones; son casas construidas de la noche a la mañana, que son muy vistosas, muy de mal gusto. Sin embargo, están por encima de la pobreza de la población; o se encuentra uno con ranchos con grandes antenas parabólicas.

Es la modernidad entrando a la vida rural y a la vida marginal por vía de la corrupción que trae el narcotráfico y el dinero que hace circular. Es un fenómeno que la escritura debe enfrentar.

Por eso yo abro el libro con el cuento Adán y Eva , que se trata de un juez a quien le han ofrecido sacar a unos presos por dinero, que lo que hace es citar a su conciencia a un bar para discutir con ella, en la forma de una mujer, cuál es la conducta que debe asumir, sabiendo que ya tiene la decisión de aceptar y lo que quiere es acallar a su conciencia.

¿Qué debe hacer la literatura ante fenómenos como este?

La literatura tiene que relatar. La literatura no puede arrogarse un papel reivindicador y creer que por escribir un cuento sobre el narcotráfico voy a influir en la moral de las personas. Lo que la literatura debe hacer es relatar y, a través del relato, llegar al lector, para que pueda juzgar. Es un fenómeno que no pueden ocultar los periódicos ni puede ocultar la literatura.

Uno de los hechos que narra dejó marcas en la conciencia nacional: el de Natividad Canda. El 10 de noviembre del 2005, el nicaragüense ingresó, de madrugada, en un taller mecánico; los perros guardianes lo atacaron y , debido a las heridas, falleció. El caso despertó virulentas reacciones xenofóbicas y una demanda internacional, pues se adujo que los policías habían evitado socorrer a Canda; posteriormente, los oficiales fueron absueltos. ¿Por qué decidió Ramírez retomar el asunto en la forma de un cuento?

Me pareció un suceso notable. En primer lugar, porque es el clímax que alcanza un fenómeno como la migración nicaragüense a Costa Rica. Es un escenario más pequeño que las migraciones suramericanas y centroamericanas a la frontera con Estados Unidos, pero ¿qué reproduce la migración nicaragüense a Costa Rica? Lo mismo: la desigualdad en un país pobre, con grandes niveles de desempleo, que va en busca de un país que tiene un crecimiento económico mayor y mejores servicios sociales.

”Muchos conflictos que se presentan, exacerbaciones de relaciones entre ambos países, tienen fundamentalmente que ver con la migración desigual, del migrante pobre al país más rico. Se presentó este caso que, por ser extraordinario, por tener estos relieves como los perros, todo el debate que se dio, merece entrar en un relato y tratar de sacarle los relieves humanos que tiene. Por eso, aquí es donde me empeño más en asumir el papel del reportero, el escritor de la crónica que expone los hechos porque cuando hablaba de tomar la distancia sentimental, es aquí donde noto más la distancia, se vuelve más riesgoso para la escritura.

Recientemente, hubo declaraciones exacerbadas de ambos lados de la frontera. ¿Cuál es su valoración de lo que ha sucedido a raíz de las declaraciones de Ortega?

He visto una exacerbación de dimes y diretes que no corresponde a una relación internacional seria de dos países que tratan de zanjar sus diferencias. A lo que aspiraría es a que hubiera un diálogo de Estado a Estado, y que trate de elucidar estas diferencias dentro del plano que deben dilucidarse, y tratar de discriminar lo que son bravuconadas; lo que son discursos exacerbados, de lo que debe ser esta relación entre dos países, que sabemos que no pasa por el mejor momento.

¿Por qué, al parecer, no puede ser seria?

La verdad es que yo no lo sé, porque yo no estoy metido en los intríngulis de la política. Trato de verlo como un observador que quisiera una mejor relación. Lo que veo es que hay opiniones que sobran, opiniones exageradas, opiniones irritadas que no pueden llevar a ninguna normalización de estas relaciones.

¿Por qué escribe?

Por necesidad. Cuando entré a la universidad fui a estudiar Derecho porque mi papá quería que fuera abogado. Yo empecé a escribir poemas, pero dejé de hacerlo porque lo que yo quería era contar, narrar y escribir. Me presenté delante de mi padre, antes que con mi título de abogado, con mi primer libro de cuentos, autoeditado. Luego seguí por ese camino. Me fui a vivir a Costa Rica, seguí escribiendo cuentos, escribí mi primera novela. En 1973 se me abrieron dos oportunidades: ir a estudiar administración pública a Stanford con una beca de la Fundación Ford que ya me habían dado, o irme a Alemania con una beca de escritor. Me fui a Alemania. Pasé allá dos años. Después vino la Revolución y dejé de escribir. Lo retomé cuando terminó porque me hacía falta. He persistido en esto. Hoy en día, que abandoné la política en 1996, me he dedicado a escribir todos los días del mundo y me siento muy a gusto en esto.