‘¡Qué divino estar ahí, solo que lo despellejan a uno!’

Invitadas por ‘Viva’ Artavia y Flor Urbina vieron la transmisión de Miss Universo y demostraron que no hace falta tener ojo experto para poder criticar

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Como si se tratase de un proceso automático, al mediodía de ayer, cuando cientos de televisores en el país se encendieron para sintonizar el máximo certamen de belleza del mundo, se prendieron también los switches de las críticas y las chotas, de esas que opacan al mismísimo espíritu del “pura vida”.

Así seguramente se vive una final de Miss Universo en los hogares promedio, y el edificio de La Nación ayer se negó a convertirse en una excepción a la regla, mucho menos si se tiene como invitadas a Flor Urbina –la jueza de hierro de las competencias de baile– y a Yessenia Artavia, actriz conocida por su papel de “la doña que come papaya”.

Ambas estaban enganchadas a la transmisión del evento que hizo que desde hace tres semanas los ojos de los habitantes de Moscú se acostumbraran a ver pasear por sus calles a las máximas embajadoras de la belleza femenina.

Artavia y Urbina ni pestañeaban. Se encontraban absortas entre aquel crisol de colores de los trajes nacionales, entre los esculturales cuerpos de las participantes, los ritmos de pasarela y la elegancia de los vestidos de noche.

Desde el inicio, y sin saber que la codiciada corona recaería sobre la cabeza de la chama María Gabriela Isler, no faltaron comentarios del tipo “Venezuela parece el guasón con esos dientes...”

“Sí, tiene la boca muy grande”, avaló Urbina, hasta que ¡ups!, cayó en cuenta de lo que estaba sucediendo. “Van a decir que nosotras qué nos creemos”, agregó.

Entonces, la respuesta de la actriz del filme El regreso fue contundente: “Que me perdonen, pero yo no estoy participando”.

Después de todo, se trata de Miss Universo, un concurso en el que, quiérase o no, todo entra por los ojos y cuya base medular es juzgar, descartar y medir estaturas, tacones, pechos, piernas y cinturas. Al final, el derecho a revelar si también hay algo de inteligencia, se reserva solo para las cinco muchachas más bellas.

De modo que, por un día, es válido el placer culposo de criticar hasta el modo de andar. Todo cuenta.

“¡Qué dientes de mujer!”, insistió Urbina sobre Miss Venezuela al verla caminar en traje de baño.

“Son falsos, pero son de ella”, replicó Artavia. “Sí, sí, se los compró o se los dieron. Son de ella”, coincidió la coreógrafa, mientras esperaban a que dieran los nombres de las 10 finalistas, entre las que no se coló la tica Fabiana Granados, ni la nicaragüense Nastassja Bolívar, coterránea de Flor Urbina.

La decisión del jurado les dolió, sobre todo porque entre las privilegiadas sí estaba la británica Amy Willerton, calificada por ambas como poco femenina y delicada; así como, la venezolana, quien a criterio de las dos no era tan bonita.

“Venezuela me cae mal. ¿No ve que tuvo que haber estado Costa Rica?”, dijo “la doña que come papaya”, personaje que le da a Artavia la libertad de ser indiscreta.

Aún así, prefirieron darle a las elegidas la oportunidad de expresarse en la sección de preguntas. Para sorpresa, la respuesta de Isler fue una de las mejores; mientras que la de la española Patricia Rodríguez dejó mucho que desear.

Por eso, cuando entre ellas dos oscilaba la corona, Urbina terminó por darle su apoyo a la concursante que tanto habían criticado: “Que gane Venezuela. Sí, por favor, porque sino otra vez (van a decir) que las bonitas son tontas siempre”.

Tras el confuso anuncio de la nueva Miss Universo, se fueron con un sinsabor. Ellas hubieran elegido a Filipinas, una participante que calificaron como poseedora de una belleza menos convencional.