Visto y oído: En el club de amigos de Ringo Starr

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El encuentro. Las circunstancias no vienen al caso: el asunto es que, sin buscarlo, una fría noche de noviembre del 2013 terminé de frente a Ringo Starr.

Fue en el Palms Theater, de Las Vegas. A esa hora se suponía debía venir en el vuelo de regreso a Costa Rica, pero la posibilidad –en apariencia única– de ver en vivo al menos estrella de Los Beatles me convenció de alargar la estadía. Vaya que aquella noche extra fue un acierto.

Mientras buscaba mi butaca noté que estaba entre los “carajillos” de la concurrencia. Esa fue una noche de alegres veteranos, de hippies incombustibles y viejos roqueros. La paz y el amor impregnaban el aire (sí, y eso también).

Sin poseer un repertorio solista del pedigrí del de sus excompañeros de Liverpool, Ringo supo inventarse un acto en vivo competitivo, que no requiere mucho de su etapa Beatle para sostenerse. Instituida en 1989, la All-Starr Band que lo acompañaba era un bien balanceado y cambiante rejuntado de músicos consolidados que aportan sus temas propios al recital. Así, la carga para el líder del grupo no era abrumadora.

Aquella noche, Ringo se dio el lujo, en varios momentos, de abandonar el escenario dejándonos en excelentes manos: Steve Lukather, Gregg Rolie, Richard Page y Todd Rundgren. Con semejantes refuerzos, la noche también contó con coreados clásicos de Toto, Santana y Mr. Mister.

Ringo esa noche parecía un chiquillo. A sus más de 70 años sorprendía verlo moverse ágil, casi elástico, brincando y dirigiendo al mar de palmas. Sin embargo, sabía que tampoco era invencible y, por eso, contó con el apoyo del baterista Gregg Bissonette, con quien protagonizó un duelo que fue de lo divertido a lo didáctico.

Desde luego que Richard Starkey –su nombre verdadero– sabe que la gente paga para verlo metido en su papel de Beatle y se reserva para el final de sus actuaciones los temas del cuarteto grabados por él, que ya son inmortales, como Yellow Submarine y With a Little Help from my Friends .

Esa noche fui feliz pues juré que ya había cumplido con el sueño de todo roquero de ver y oír a uno de los Beatles en concierto al menos una vez. Claro, poco sabía que meses después un excompañero de Ringo daría la sorpresa y se plantaría con su bajo y canciones en medio de La Sabana.

Pero ese es otro cuento.