SOJA, la espera valió la pena

Emotivo En una cita de 17 canciones, la banda estadounidense cumplió una cita amorosa y vivida a todo pulmón

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Si la emoción es mucha, la espera es larga. Igual es presa de la ansiedad el que ha esperado 14 años –la edad de SOJA– o el que, conforme pasan los minutos, ve cómo se acorta la hora de tener, frente a frente, a quien desea. Así que, en el caso de SOJA, la espera, no importa de cuánto fuera, valió la pena.

En el club Vértigo, en el Centro Colón (paseo Colón), la hora en que aparecía SOJA se hacía eterna. Es que el concierto se retrasó cerca de 50 minutos. Fue un efecto dominó, producto del retraso en los vuelos que traerían a SOJA de Panamá a Costa Rica –la banda se había presentado en ese país la noche anterior, el jueves 15–, según explicó Red Box Entertainment, empresa organizadora.

No hubo ni un silbido de reclamo; algo más de 700 personas que llegaron a la cita matizaban con dos bandas de un reggae bien madurado en Costa Rica: Ojo de Buey y Un Rojo.

Para esperar valía sentarse en el suelo o arrecostarse a las barandas en el segundo piso, área destinada para los menores de edad.

Llegó la hora. Después de lo sucedido en la madrugada de ayer, porque la banda tomó el escenario cuando ya era sábado –a las 12:07 a. m.– Costa Rica se ganó un lugar de privilegio en la lista de los más cercanos afectos de SOJA.

No hubo canción que no le corearan; no hubo canción en que no le levantaran los brazos como un mar de manos que iban y venían, y no hubo canción, desde Sorry , I Don’t Wanna Wait y Brother and Sisters –que fueron las primeras– hasta True Love , You Don’t Know Me , Everything Changes y Here I Am –que fueron cerrando el show –, que no estuviera envueltas en gritos, aplausos y brinquitos.

Hubo un momento amorosísimo con You and Me y, tras ella, Decide You're Gone .

La relación fue equitativa. La gente dio, y SOJA también. Dijo lo importante que era para ella tocar aquí; habló en español –en especial su trompetista Rafael Rodríguez– y mostró un show bien diseñado.

Hacían frente los vientos; su bajista de larga melena en dreads , Bobby Lee Jefferson, bailaba por el escenario, y Jacob Hemphill, su cantante, agradecía y llevaba su mano al pecho como queriendo entregar su corazón.

En la madrugada de ayer, todas las partes comieron del afecto.