Slayer demostró su poderío a los ticos con abundante ‘metal’ sin freno

Extensos solos y golpes frenéticos de batería inundaron el Anfiteatro Coca-Cola de Parque Viva , en La Guácima de Alajuela

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Slayer en concierto es como una cachetada inesperada; Slayer es como botar el celular sin querer. Slayer es como ver una bola venir y agacharse justo a tiempo para evitar el golpe; Slayer es dolor, preocupación, miedo y gozo, todo a la vez.

El grupo estadounidense se fía de un sonido agresivo y letras gráficas para acelerarle le pulso a todas las personas que tenga en frente y sin duda lo logró con las 4.000 personas que fueron a verlos este lunes 1.° de mayo en el Anfiteatro Coca-Cola de Parque Viva

Tras su visita en el 2011, regresaron para una segunda tanda y, por primera vez, un grupo de metal se presentó en Parque Viva.

El escenario y el sonido dispuestos por Move Concerts permitieron que los fanáticos escucharan con claridad al cuarteto y se dieran el lujo de agitar sus cuerpos con sus canciones.

Tarro. Las luces se apagaron a las 8:15 p.m. y con el tema Delusions of Saviour en los parlantes el cuarteto entró al escenario. No se gastó saliva en ningún saludo e inmediatamente empezaron a interpretar Repenteless, tema que da el nombre a su más reciente producción y a la gira que los trajo por Latinjoamérica.

El público reaccionó de la única forma que era posible: con saltos, gritos de moción y empujones. De pronto el área más cercana al escenario se comprimió para formar un círculo en el que cientos se golpeaban con intenciones más o menos amistosas.

Repenteless , como muchas de las canciones que ha publicado el grupo en sus más de 30 años de carrera, es un reflejo de la sociedad moderna.

Quizá por eso el tema sirvió como la catarsis perfecta a la tensa espera antes del concierto. En media canción la banda entera paró y todos, público y grupo gritaron “We’re killing ourselves a little more everyday (Nos estamos matando a nosotros mismos, un poco más con cada día)”.

El concierto siguió con Antichrist y Disciple, dos de esos temas que le dan mala fama a Slayer. Ambos hicieron que retumbara el suelo del anfiteatro y armaron otro festín de patadas en el primer piso.

“¡Dios nos odia a todos !”, gritó Tom Araya y con él otros 4.000, para dar paso a un poderoso solo de Gary Holter.

El grupo continuó con Post-Mortem y Hate Worwilde , un tema crítico de las religiones y sus luchas. Los gritos contestatarios continuaron con War Ensemble , canción que señala las guerras como el más despreciable de los deportes: gana el que suma más cadáveres del bando contrario.

Sí, las letras de Slayer son crudas y gráficas, pero como ellos mismos lo han defendido, no son nada diferente a lo que exponen algunos periódicos, bajo los mismos argumentos: libertad de expresión sin restricciones y el impulso de mostrar lo que otros no quieren.

Pesados. Quizá la mayor sorpresa que se puede llevar alguien que apenas conoce la obra de Slayer es lo fácil que es dejarse contagiar por su música. De la guitarra de Kerry King no emerge ruido, sino melodías y frases construídas con un cariño inmesurable por la distorsión y los mosh pits .

Varios de esos se formaron con los temas Mandatory Suicide y Fight Til Death . Cuando terminó esta, las luces se apagaron y el grupo se tomó una pausa para hidratarse.

Una sola luz se encendió en el escenario para mostrar a Tom Araya, bajista y vocalista, de origen chileno. El público reventó en aplausos y empezó a cantar “¡Oe, oe, oe, Slayer, Slayer..!”.

Araya se acercó a su micrófono para agradecer en inglés y en español. “¡Buenas tardes y bienvenidos!”, les respondió el bajista con entusiasmo.

Como si no fuera suficientemente intensa la experiencia, Slayer se lanzó a "empacar" sus canciones, tocando temas tan pesados como Dead Skin Mask y Captor of Sin, uno tras el otro, sin pausas.

Continuaron haciendo lo mismo con Vices y Seasons in the Abyss. Para ese punto el círculo de golpes y empujones ya envolvía casi toda la circunferencia del primer piso.

Era un baile demente y violento, pero era todo lo que muchos habían soñado. Se veía en sus caras que apuntaban al cielo, se veía cuando alzaban los brazos y gritaban las letras de las canciones. Nunca había visto Parque Viva un espectáculo así.

Hacia el final del concierto llegó el turno de oír dos temas esperadísimos: Raining Blood y Angel of Death. El anfiteatro completo se tiñó de rojo por las luces led e iniciaron los gritos de emoción.

De nuevo se armó un gigantesco mosh pit y la euforia colmó el lugar. Las dos canciones interpretadas una tras otra marcaron La despedida. Tras 90 minutos de concierto Slayer había cumplido su cometido

"¡Oe oe oe...!", comenzó a cantar la turba. Tom Araya tomó el micrófono por última ocasión para agradecerle al público –en español– su presencia en el lugar.

Kerry King y Gary Holter lanzaron las púas con las que tocaron el concierto y el baterista Paul Bostaph lanzó sus bolillos. El concierto terminó de golpe.

Los gritos de "otra" fueron apagados por un tema de AC/DC. La luna en creciente sonreía y con la misma expresión se fueron 4.000 personas del lugar.

Telonero fuerte. Antes de que Slayer tomara el escenario lo único que acompañaba a los asistentes era un poco de música lounge, más digna de un ascensor que de la previa de un concierto de metal .

Quienes rompieron eso fueron el quinteto Sight of Emptiness. No sucedió eso de que la banda telonera recibe un sonido inferior y esa ventaja fue más que aprovechada por los nacionales durante seis canciones.

Desde el primer grito de Eduardo “Filthy” en el tema Obsession , el público se animó y empezó a sentirse más ambientado. El punto alto de la presentación fue la interpretación de Desolation Whispers.

La canción fue coreada por varios en la zona más cercana al escenario y causó la voladera de patadas con la que fue creada en mente. En su momento, ese tema valió que el grupo pudiera ser parte del Bloodfest en el Reino Unido y su interpretación en Parque Viva definitivamente justificó su presencia allí.