Sinfónica Nacional acortó las distancias

La orquesta viajó cientos de kilómetros para tocar, por primera vez, en Bijagua de Upala. El público se deleitó con sus interpretaciones

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Bijagua, Upala. Con la emoción de quien escucha un concierto en el Teatro Nacional este martes, cientos de vecinos de Bijagua disfrutaron del debut de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) en su propia localidad.

La cita fue todo un acontecimiento entre sus habitantes.

Al conocer la visita de los artistas a su tierra, organizaciones comunales como la Asociación de Desarrollo Integral, la Cámara de Turismo y hoteleros de la zona movieron cielo y tierra para que todos en el pueblo se enteraran del concierto. Nadie debía perdérselo.

Fue así como repartieron volantes en las iglesias y escuelas, recurrieron al perifoneo, la estación de radio local y hasta las páginas de Facebook de cada organización.

También se organizaron para tenerles un refrigerio a los artistas; sin embargo, como una cortesía los de la Sinfónica les pidieron que no incurrieran en gastos, pues ellos iban a servirle a la comunidad, contó Juan Amador, de la Asociación de Desarrollo, quien admiró el gesto de los músicos.

Los frutos del trabajo de difusión fueron cosechados anoche. A las 6 p. m. (hora en la que se citó a los espectadores), el gimnasio de la comunidad lucía casi lleno.

El público. Llegaron gran cantidad de niños y jóvenes acompañados por sus padres con los rostros quemados por el sol por las faenas agrícolas y bien arreglados, a la altura del encuentro.

Muchos de ellos vistieron camisas casuales (uno incluso asistió hasta con traje, aunque sin corbata), mientras ellas aprovecharon la cita para sacar sus tacones altos y sus botas afelpadas.

También dijeron presentes extranjeros como Daniel Beissel y su esposa Dominque Manet, dos belgas radicados en Costa Rica desde hace más de 20 años y que ahora son propietarios del hotel Sueño Azul.

“Nosotros vamos a escuchar la orquesta a San José cuando podemos, pues tenemos compromisos con nuestro trabajo. Es una gran oportunidad que vengan Bijagua”, aseguró Beissel.

A las 6: 40 p. m., la cita comenzó con la participación de la orquesta integrada por los estudiantes de la sede de Bijagua del Sistema Nacional de Educación Musical (Sinem).

Ellos tocaron dos piezas cortas: Chester , de Wiliam Billings, y Oda a la alegría, desprendida de la Novena sinfonía , del compositor Ludwig van Beethoven.

Por su entrega y esfuerzo, los niños fueron recompensados con un buen aplauso. Con los ojos brillando, ellos le sonrieron a quienes fueron a escucharlos.

Ovación de bienvenida. Diez minutos más tarde, la Sinfónica Nacional tomó su lugar frente al público, que los recibió con una fuerte ovación.

Al gimnasio de Bijagua seguía llegando gente. Ya que era la hora de la cena, muchos prefirieron acompañar el concierto con gaseosas, chucherías y hasta pinchos de carne, que alguien aprovechó para vender a ¢1.000 cada uno en las afuera del gimnasio.

Entre el olor de picaritas y carne asada, así como con el inquieto transitar de los niños que corrían de un lado al otro del gimnasio, comenzó la orquesta con la Obertura festival , de Dmitri Shostakovich.

La alegría de sus notas emocionó a los espectadores, quienes poco a poco fueron quedándose en silencio para escuchar el concierto.

Llegaron luego las hermosas notas de la pequeña serenata nocturna de Frédéric Chopin, que muchos grabaron con sus celulares.

La percusión inicial de la Fanfarria para el hombre común , de Aaron Copland, tomó por sorpresa a muchos de los espectadores.

“ ¡A la guerra!”, le dijo un ocurrente señor, ubicado a un extremo de la gradería del gimnasio, a los amigos que lo acompañaron.

Unas gradas más arriba, una niña que no pasaba de los cuatro años se agarró fuerte a su mamá, mientras le decía: “¡Tengo miedo!”. Con una enternecida sonrisa, su progenitora le frotó la espalda.

Vino después una pieza dedicada a los vecinos de la zona norte: Arenal , extracto de la Sinfonía de los volcanes, del compositor costarricense Carlos Guzmán.

Tras presentar El sombrero de tres picos, de Manuel de Falla, un presentador que acompañaba a la Sinfónica les presentó a los asistentes una parte de los instrumentos de la orquesta.

Fue así como se habló de los violines, las violas, los chelos y contrabajos. Para que no quedara duda de lo que se estaba hablando, mientras se mencionaba a cada uno, los integrantes de cada sección alzaban su instrumento.

Al conocer el contrabajo (el instrumento más grande de la orquesta), muchos expresaron su admiración con un “¡juepucha!”.

A las 7:35 p. m. la Sinfónica se acercaba al cierre del concierto con la ejecución de El Moldava , de Bedrich Smetana, y Mambo , del Poema Sinfónico , de West Side Story , escrito por Leonard Bernstein.

Muy emocionado con el concierto, el público ovacionó a la Sinfónica y le pidió una pieza más.

La orquesta no se hizo de rogar y tocó Inspiraciones costarricenses , de Carlos Guzmán.

Músicos y espectadores salieron felices con el encuentro.

“Fue un concierto lindísimo; el calor humano y el cariño de la gente es invaluable”, aseguró Marvin Araya, director invitado para este encuentro.

Por su parte, el trombonista Humberto Vaglio aseguró: “Los pueblos son un público lindísimo. Son asombrosos y tienen un gran carisma”.