Sergio Garrido: la voz perdida que se ilusiona con volver

Una de las voces que colocó su sello en la historia de la música nacional se apagó hace cinco años debido a un cáncer en las cuerdas vocales. Sin embargo, el vocalista de Manantial y Pastel de Gente hoy sueña con la posibilidad de regresar a los escenarios, con la ayuda del famoso entrenador ruso Gourguen Mkrtytchian

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Trata de disimular la ilusión, pero el mero intento es casi un absurdo. Sergio Garrido tiene vena de músico, pone la sangre en el canto. Que le prometan hacer que vuelva a cantar es algo que, de seguro, le mueve las fibras.

La de él, una de las voces más insignes de la escena nacional, se fugó de su garganta hace ya cinco años.

Se esfumó de a pocos entre el humo del tabaco y fue finalmente sentenciada con un diagnóstico de cáncer en una de las cuerdas vocales.

Desde el 2009, las notas altas habían dejado de ser el fuerte de Garrido, exvocalista de Manantial y de Pastel de Gente. Cantar Un café para Platón era ya un reto.

Entonces, cuando el temor a estar perdiendo la voz surgió, el tercer intento por dejar el cigarro por fin surtió efecto.

“Ya él se sentía como decaído, pero nosotros le decíamos que fuerza, que sacara fuerzas de flaqueza y ahí cantaba y cantaba, pero terminaba disfónico”, recuerda Jorge Protti, también vocalista de Pastel de Gente, la agrupación que Garrido había formado con compañeros del Liceo de Escazú. “Comenzamos a pensar que tal vez tenía un problemita”.

En diciembre de ese mismo año, el cantante se vio obligado a tomar una decisión crucial que le dejaría un vacío a la música costarricense y que caería como un baldazo de agua fría sobre los integrantes del grupo: cumpliría con los eventos que ya tenían pactados, pero no firmaría más contratos.

Para entonces, la voz se le apagaba por momentos en mitad de las canciones; palabras o versos completos quedaban enmudecidos.

Su último día sobre el escenario llegó en febrero del 2010. Él y sus colegas iban en un microbús con todos los instrumentos camino a la Zona de los Santos y en la mente de Garrido corría una sola idea: “Que ojalá que se terminara el concierto, para ya no volver a cantar y ver qué era lo que me pasaba”.

Luego de someterse a una biopsia, en marzo del 2010, una llamada de su hermana Ana Isabel Garrido le dio la noticia de que tenía cáncer.

Los pronósticos eran alentadores y el espíritu de Garrido se mantuvo siempre como lo decía uno de los más icónicos temas salidos de sus cuerdas vocales: Sereno.

En todo caso, aún da gracias a la música, pues de no ser porque notó un deterioro en la potencia de sus notas, probablemente jamás le hubieran detectado el cáncer.

Luis Jákamo, uno de los miembros de Manantial con quien mantiene una relación casi como de familia, escuchó optimismo en Sergio cuando lo llamó para comunicarle que tenía que ser sometido a 35 sesiones de radioterapia.

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Pero, para un músico como Garrido, era imposible alejarse por completo de la imagen del hombre que subía a los escenarios para hacer surgir el romanticismo en las almas del público.

Sergio Garrido es un tipo demasiado humilde como para contar este tipo de anécdotas, así que es su hermana quien interfiere en la entrevista para hacer evidente lo que él intenta que pase desapercibido.

En una ocasión, mientras hacían fila en el Hospital México, comenzó a sonar una canción de Manantial – Sereno , creen recordar– en un televisor de la sala de espera en el que estaba puesto canal 13.

Los demás pacientes, las enfermeras y los médicos veían la pantalla y volteaban a ver a Sergio, como tratando de dilucidar si se trataba del mismo rostro. “¡Los doctores le pedían autógrafos!”, relata Ana Isabel entre risas de regocijo.

Luego de eso, Garrido quemó unos 200 discos e imprimió carátulas para regalarlos en el hospital.

Tras las siete semanas de radioterapia el cáncer se fue, pero la voz no regresó.

De hecho, una vez iba con su hermana en el carro y en la radio pasaron Rumores. Con tono ronco, pero con un irónico sentido del humor, Sergio le dijo: “Oiga, oiga, ¡ese mae sí que canta!”.

Estar del otro lado del escenario cuando se tuvo una de las voces más aclamadas de la escena musical no es sencillo. El retiro no es fácil, conduce a la nostalgia. El 19 de setiembre de este 2015, Garrido lo evidenció.

Había sido invitado al concierto ¿Y por qué no?, en Pedregal, donde se reviviría la música tica de los años 80. Lo que no sabía es que la producción le tenía preparado un homenaje.

Garrido, quien no ha podido cantar desde el 2010, subió al escenario con lágrimas en los ojos y agradeció al público que le aplaudía de pie.

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Pero esa no sería la única grata sorpresa de la noche. En el salón que estaba detrás de la tarima, conoció al profesor Gourguen Mkrtytchian, quien fue entrenador vocal en el programa televisivo Cantando por un sueño . Le prometió hacer que vuelva a cantar en tres meses.

Al oír esto en medio de la entrevista, su hermana se sobresalta. Hace casi un año ella le había dado el contacto de Mkrtytchian, pero Sergio no le prestó atención.

“Ya usted estaría cantando”, le dice Ana Isabel, quien se desempeña como cirujana oral, mientras le explica una vez más que las cuerdas vocales son músculos y que necesitan terapia.

Los médicos le dicen a Garrido que él ya debería poder cantar, pero lo cierto es que incluso comienza a ponerse ronco mientras conversamos y que cuando alguien lo ha “embarcado” en un karaoke, ha tenido problemas para completar una canción.

“Yo le di mi palabra de que voy a recuperarle la voz. El caso es muy, muy complicado porque la voz está destrozadísima y la persona no canta desde hace cinco años”, explica Mkrtytchian, quien se cura en salud añadiendo que el éxito de su terapia depende de que Sergio cumpla con las tareas durante cada día de la semana.

Según el profesor, el problema radica en que Garrido solía cantar sin la técnica adecuada y, aunque el parte médico culpa al fumado, Mkrtytchian considera que fue el esfuerzo de las cuerdas vocales lo que le provocó el problema.

El diagnóstico a priori de Mkrtytchian revela que es necesario trabajar en la respiración, pues los bronquios de Garrido están bloqueados.

“Con todo mi corazón, yo quiero ayudar, no solo porque es una estrella nacional y una leyenda musical del país, sino porque es un ser humano”, asegura el profesor. “Hay que arreglar todo, pero el asunto no es trágico. Se recupera todo en la vida, incluida la voz”.

Pero Garrido se muestra algo incrédulo y no lo puede ocultar. Después de todo, cantar era un sueño que parecía cada vez más lejano. “Él me prometió eso (recuperar su voz en tres meses), pero no sé si estará bateando”, confiesa con una risa algo nerviosa.

El día del evento en Pedregal, le contó a Jákamo sobre el ofrecimiento de Mkrtytchian, pero no tuvieron oportunidad de conversar largo y tendido, como lo merece una esperanza de este tipo.

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De hecho, ellos nunca han hablado sobre la posibilidad de volver a reunirse como Manantial, pero la sola idea de escuchar cantar a Garrido una vez más le genera ciertas ilusiones a Jákamo. “En algún momento yo, como amigo que soy de Sergio, me gustaría hacer cosas con él”, admite.

Garrido, por su parte, asegura que alguna vez ha pensado en la posibilidad de por fin recuperar su voz y volver a la escena musical, pero sabe que es algo que, a sus 57 años, ya no podría ser igual que antes. “Si yo volviera a cantar, sería una vez por semana o cada 15 días, no agarrarlo muy seguido porque eso es muy cansado”.

Glorias y vacíos

Ganarse la vida luego de haber dejado el canto no ha sido sencillo para Garrido, quien desde joven había puesto la música en el primer lugar de sus prioridades.

Luego de graduarse del Liceo de Escazú, entró a estudiar arquitectura en la Universidad de Costa Rica y después se cambió a Ingeniería Civil, pero no pudo continuar porque los cursos de matemáticas los daban solo en las noches y los horarios le coincidían con los ensayos del grupo Manantial, al que lo había llevado Alfredo Chino Moreno.

Ingresó a la carrera de Microbiología, como su padre, pero tampoco la concluyó. “Estudié de todo y no terminé nada. Ya después la gabacha y los libros los dejé en la casa de Adolfo Sáenz, el primer baterista de Manantial”.

Tras su tratamiento de radioterapia, Garrido se dedicó al diseño de mantas publicitarias en tela, pero dice que el auge de las vinílicas le mató el negocio.

Ahora brinda servicios de diseño publicitario –otra de las carreras que empezó , pero ya entrado en años– y trata de aprender serigrafía.

No puede sacarse de la cabeza que tal vez ahora tendría una vida distinta, de no ser por la falta de visión. “Cometí un error: despilfarrar lo que me ganaba. Es que era muy joven. Nunca, nunca ahorré”. ¿Y en qué lo gastaba? “En todo, en lo que sea”.

En sus grandes años como artista, Sergio Garrido tenía la agenda llena casi a diario y la popularidad de Manantial había llegado a tal punto, que con cierta frecuencia cantaba para el mandatario Luis Alberto Monge en los eventos de Casa Presidencial. “Como que éramos el grupo preferido de él”, recuerda.

Sin embargo, el expresidente ya no tiene memoria sobre esos días en Zapote, pero aún considera a Garrido “un magnífico cantante”.

Pero lo que menos había en la agenda de Garrido era tiempo. Se casó a los 20 años justamente porque las complicaciones de ser músico le impedían ver a su entonces novia, y fue esa también una de las razones del divorcio, cinco años después.

“Ser músico... toda esa cuestión que genera... diay, tuvimos problemas”, dice.

Tener un rostro conocido y una voz famosa le regalaron oportunidades de amor. “No era muy perrillo. Yo era muy tímido; soy. Pero siempre, siempre salía algo...”, confiesa.

Sin embargo, casarse de nuevo es una posibilidad que nunca volvió a considerar. Vive con su mamá y su otra hermana, Vera –quien padece de un retardo mental–, y él siente la responsabilidad de cuidar de ellas.

Los fines de semana, es común verlo en algún bar de Escazú y aunque ya las nuevas generaciones no lo reconocen, nunca falta el saludo de algún contemporáneo que lo hace trasladarse, de nuevo, al sueño a empuñar otro micrófono.

“El público, los aplausos... Yo creo que eso es lo que todo artista añora: volver a escuchar los aplausos”.