Raúl Di Blasio puso a soñar a los corazones de sus seguidores

Gran nostalgia El público se llenó de melancolía tras escuchar con atención las más de 15 piezas que tocó el artista argentino

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Eran las 8:10 p. m. Un juego de luces blancas y moradas iluminó por completo el escenario. Por el costado izquierdo de la tarima, apareció un hombre con un elegante saco blanco y pantalón negro.

¡Era él, era Raúl Di Blasio! Pianista que rompió con lo común al hacer que decenas de personas hicieran fila desde antes de las 7 p. m. del martes en las afueras del Teatro Melico Salazar.

Las primeras palabras que el argentino dirigió a su público fueron: “Los periodistas me preguntaban qué es Costa Rica para mí, yo traté de encontrar una explicación (...) y la encontré: Costa Rica es una isla en la que te dicen ¡bienvenido!”.

Esa pequeña interacción fue motivo suficiente para que el teatro, que no estuvo completamente lleno, se hiciera escuchar y reventara en aplausos. “Eso, Raulito”, gritó a viva voz una señora.

Un grande. Sin tener ningún telonero, Di Blasio se acomodó su larga cabellera, tomó asiento frente al gran piano negro, respiró profundo, colocó sus manos sobre el instrumento y ahí empezó la fiesta, que se extendió hasta después de las 11 p. m.

Apenas sus dedos mágicos se clavaron en las primeras teclas para interpretar Piano , las miradas de los presentes se fijaron en él y no se despegaron más. Nadie hablaba, nadie chistaba. Todos se dejaron dominar por aquella música que penetraba suavemente sus oídos.

Al terminar esa obra, los aplausos –y hasta uno que otro silbido de aprobación– derrumbaron el silencio del público. Di Blasio tomó el micrófono de nuevo, agradeció el cariño y aprovechó para contar algunas de las historias que ha vivido en Costa Rica.

“Cuando empecé a hacer los arreglos de esta próxima canción, estaba con un arreglista chileno en el Hotel Corobicí. Estábamos pensando en cómo hacer esta pieza, cuando de repente empezó a temblar. Apenas pasó el temblor, le dije: ‘mejor sigamos los arreglos en Miami’. Acá, les tocaré un pedacito de Barroco , ojalá esta vez sin temblor”, bromeó.

Esta fue la tónica del concierto. Sus bromas, sus anécdotas y sus frases con doble sentido arrebataron una que otra carcajada y sonrisas.

Los minutos seguían avanzando y piezas que hacían tributo al maestro Armando Manzanero, como Te extraño y Huele a peligro , fueron sonando y encantando a los espectadores, que, en su mayoría, eran parejas de adultos enamorados.

En este homenaje, el pianista se dejó acompañar por tres bellas cantantes, quienes, con un vestido largo morado, dejaron sin respiración a más de uno.

“¡Qué impresionante! Él sencillamente es demasiado. Nos hace soñar, vivir”, dijo una mujer que estaba sentada en luneta.

Tras aquella interpretación, llegó el turno de la niña pianista Ana Laura Sánchez, quien derrochó talento en el escenario.

Hasta pronto. A eso de las 10:30 p. m., ya la nostalgia y la complicidad del público con el artista suramericano estaban en su clímax. Era tanto que mientras unos movían su cabeza al ritmo de las piezas, otros hasta se secaban, con sus manos, las lágrimas que bajaban por sus rostros.

Por supuesto, Di Blasio percibió la conexión que tenía con sus seguidores y siguió dándoles temas que ellos querían escuchar, como por ejemplo Cinema Paradiso, El día que me quieras, Imagine y Titanic .

“Es impresionante este público. ¡No me quiero ir, no me quiero ir y no me quiero ir!”, gritó Raúl, mientras daba vueltas por el escenario, tal como si fuera un niño pequeño.

El show se acercaba al final. Sin embargo, el público se aferraba a la idea de seguir escuchando, sin parar, las melodías que interpretaba él.

El artista se sentó de nuevo frente al piano y se entregó a los ticos, como nunca antes: fue intenso, pero tan sabroso, que cualquiera que hubiese estado allí hubiese gritado: “¡Otra, otra!”, como lo hicieron en el Teatro Melico Salazar.

El show , que también incluyó un tributo a Juan Gabriel, terminó con un espectacular juego de luces al ritmo de las canciones Sway y Corazón de niño .

“Gracias por venir. Espero verlos pronto”, dijo el argentino mientras levantaba su mano derecha para dibujar un ‘hasta pronto’.