‘Quisimos hacer el mejor disco de nuestra carrera’

Dos años estuvo callada, pero valió la pena. La Oreja de Van Gogh debía hacer un cambio y lo asumió sin prisa, pero con riesgo, para crear Cometas por el cielo, de donde salió La niña que llora en tus fiestas

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Lo fácil era quedarse cómodamente sentados en la zona de confort, esa área donde las fórmulas ya probadas resuelven todo. Pero no, La Oreja de Van Gogh (LOVG) tenía que salir a dar guerra.

En lugar de evitarse la fatiga, el grupo hizo esto: se tomó dos años para crear su sexto disco –Cometas por el cielo–, cambió al productor de sus 15 años de carrera, Nigel Walker, por el sueco Simon Nordberg y construyó otro sonido.

Grabado y mezclado en los estudios Music Lan (Gerona) y Decibel Studios (Estocolmo), el álbum tiene 11 temas. Dispararon como sencillo La niña que llora en tus fiestas, que, ni lerda ni perezosa, demostró que la de hace cinco atrás no es La Oreja de Van Gogh de los Cometas por el cielo.

Es de otra velocidad y de otra energía. Mucho tiene que ver una chica, Leire Martínez. Ahora es parte integral de La Oreja y, tras dos años de participar en la gestación del disco como una más, le dio seguridad al grupo. Eso no pasaba en el 2007, cuando llegó a llenar el vacío que había dejado Amaia Montero y tuvo que enfrentar canciones que no habían sido escritas para ella.

Hoy, LOVG vive otro momento. Parece ser un momento feliz y nadie mejor que La Oreja para hablar de La Oreja. Esta es una entrevista con Pablo Benegas, guitarrista y letrista del grupo.

Han dicho que Cometas por el cielo tomaron dos años de trabajo sin prisa. Esto de “sin prisa” me interesa, ¿por qué no apresurarse a lanzar el disco que el mercado esperaba con ansias?

Lo que pasa es que hemos sido muy exigentes con las ideas, con las canciones. Hemos querido hacer el mejor disco de nuestra carrera, e ideas que antes hubiesen valido, para este disco no han valido.

“La verdad es que hemos tenido el lujo de marcar nuestro ritmo, no hay nadie que nos diga cuándo hay que tener un disco terminado ni cómo tenemos que hacerlo ni cómo tienen que ser las canciones. Y, al final, hemos conseguido hacer el disco que queríamos y eso es lo importante para nosotros”.

En eso de “ideas que fueron descartadas”, ¿de qué hablamos?

Por ejemplo, nos daba mucho miedo caer en la autocomplacencia, quedarnos con las fórmulas, las ideas o los mensajes que sabemos que funcionan de seguro.

“Nos daba miedo que nos pasara lo que a muchos artistas de carreras largas: que cada acorde fuera infinito y cada palabra fuera la última y eso es la antesala para un disco, seguramente, aburridísimo.

“Hicimos lo contrario. Hemos querido darle energía, vitalidad y velocidad a nuestras canciones y, por eso, hay un montón de ideas que hemos dejado atrás”.

O sea, me habla de no quedarse en la zona de confort...

Eso mismo es. Por ejemplo, el single (La niña que llora en tus fiestas) sabíamos que apostábamos a cierto riesgo pero no nos importó.

“Creemos que llega un momento, cuando la trayectoria es larga, que hay que apostar, correr riesgos y procurar que el público dé un paso adelante contigo”.

Fue con las maquetas que se dieron cuenta de que este disco tenía otra velocidad y otra fuerza...

Exacto. Cuando estábamos haciendo las maquetas, nos dimos cuenta de que las canciones tenían otra velocidad y eso nos lleva al productor, que seguro es una pregunta que tienes por ahí.

Exactamente, es que en este disco la mano de Simon Nordberg tiene mucho que ver.

Pues sí. Ocupábamos un productor que caminara en la misma dirección que nosotros.

Partiré del hecho de que fueron las canciones las que les hicieron caer en cuenta de que podían decir las cosas de otra forma.

Exactamente. Tenemos una regla: siempre vamos a favor de la canción. Por eso, no tenemos ningún prejuicio a la hora de utilizar un sonido electrónico o una guitarra acústica grabada limpia, limpia, limpia. No nos importa siempre que sea bueno para la canción.

“Y en ese sentido, Simon entendió perfectamente que había comenzado un cambio en el grupo y lo único que tenía que hacer él era ayudarnos a llegar a ese sonido, al ritmo, que habíamos marcado ya en las maquetas.

Y no conocerlos, ¿fue bueno?

Fue buenísimo. No conocía nuestra música, no conocía la radiofórmula ni de España ni de Latinoamérica para hacer un hit. Y eso era lo que queríamos; no queríamos dejarnos llevar, otra vez, por las reglas de la radiofórmula. Solo queríamos hacer canciones.

Bueno, es un poco como cuando uno tiene un problema y mejor se lo cuenta a alguien que, por no tener un vínculo, puede verlo con la distancia de una figura neutral.

¡Claro! Porque te va a dar una visión que no está viciada. ¡Claro! no te va a decir lo que quieres escuchar, te va a dar su opinión pura y dura, sin prejuicios. Tienes toda la razón, y con él solo hablábamos de la música que nos gusta oír y no de cuánto debe durar un single para que suene en la radio.

Desde esa posición, neutral por decirlo así, se cuida la naturaleza de la canción. Digo, como en las canciones mandan en ustedes...

Totalmente de acuerdo. Hemos ido a la esencia de la canción, y cuando vas a la esencia de la canción, emocionas a la gente, pero, cuando estás perdido en el marketing y en cómo tiene que ser la canción por fuera, empiezan las cosas a ser peligrosas. Las canciones son para nosotros las reinas.

Hay temas de felicidad extrema, como Cometas por el cielo, y otras de total melancolía, o desconsuelo, como El tiempo a solas...

Hemos querido transmitir estados de ánimo y situaciones. Cometas por el cielo es la historia de dos chicas que se animan a dar el paso, a probar. Y El tiempo a solas es una canción oscura; es la historia de una persona mayor que pierde a su pareja y está esperando morir para reencontrarse con su amor.

Me intrigó Paloma blanca.

Esa es la historia de una mujer que, estando embaraza, pierde a su bebé. Y hablamos del final del terrorismo de ETA en Promesas de primavera, pero hablamos desde un punto de vista positivo y mirando hacia el futuro en la esperanza del final de ETA. Y es como dices: estamos cantando de estados de ánimo que son extremadamente felices o extremadamente tristes o melancólicos, pero es que es el reflejo de nuestra sociedad.

Por un momento, pensé que Promesas de primavera hacía referencia a cuando se ha emigrado y está su tierra esperando a brazos abiertas que uno regrese.

Pero es que también es cierta esa interpretación. Promesas de primavera tiene mucho que ver con la migración porque hay mucha gente que por el terrorismo de ETA ha tenido que irse del país Vasco. Y la canción, al final, tiene eso esperanzador de que la gente volverá.

Entremos al vestido de las canciones: la sonoridad. Paloma blanca tiene un juego de cuerdas-voz y efectos sutiles e, igual que Un minuto más, es cálida en su sencillez.

Vamos de un sitio a otro. Un minuto más es un padre que pierde a su hijo y aparece un ángel que le regala un minuto para despedirse y eso ocupaba un espacio más íntimo, una guitarra acústica sonando con un arpegio que te metiera bien en esa historia para sentirla.

Paloma blanca tiene un ukelele que le daba un aire mucho más sensible. La niña que llora en tus fiestas es todo lo contrario: pura caña, porque hablamos de una chica que tiene problemas, adicciones...”.

Las noches que no mueren. Es, literalmente, una historia en la calle. ¿A quién de ustedes le pasó?

Es cierto; es la historia de una pareja que se conoce esperando un autobús y termina todo ahí. Romántico y trágico, y es donde más contamos y menos sugerimos. Es algo que le puede pasar a cualquier.

Las letras no tienen una rima sencilla como cajón con corazón ni una estructura lineal. Son difíciles de cantar y, en ese sentido, Leire Martínez creo que tiene su mérito.

La verdad es que Leire ha sido fundamental en todo este proceso de composición. El anterior disco, A las cinco en el Astoria, lo compusimos sin saber quién lo iba a cantar. Era un disco para reivindicarnos, para decir: ‘Esta es nuestra música y esta música nos ha traído hasta aquí’. Hoy es diferente, Leire es parte fundamental del grupo y el grupo tiene tranquilidad y eso le da seguridad para hacer lo que quiere.

Entre los arreglos vocales hay cosas interesantes: los coros tiran a la vocalización como en El tiempo a solas, con un lara-lara-lara-lá. ¿De dónde salieron esas ideas?

Pues del local del ensayo. Ese coro de El tiempo a solas lo pasamos por un amplificador en que sonaba una guitarra que toqué haciendo las mismas notas que la voz. Eso se le ocurrió a Simon, el productor, nunca habíamos hecho algo así.

¿Se divirtieron, supongo?

Mucho; nos divertimos mucho, en especial porque estamos más seguros, creemos en lo que hacemos.

Entonces son como Mi calle es Nueva York: una canción feliz.

(Ríe) Esa es una bonita comparación. De momento, somos un grupo consciente del privilegio que supone dedicarse a la música y hacerla de esta manera.