Palmares: bailar no cuesta nada

Buen resultado La salsa de Luis Enrique y el merengue de Elvis Crespo hicieron de Palmares una pista de baile, que levantó polvo

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Una pista donde se bailaba en short, jeans; sandalias o botas; con la cabeza descubierta o con sombrero. Así, en tan amplio espectro estético de fusión de look playa a look rodeo, se desarrolló ayer el segundo concierto masivo internacional y gratuito en las Fiestas de Palmares 2011.

Cuando Expresso llevaba avanzada su participación como grupo nacional invitado, el lugar estaba a un 80% de su capacidad; sin embargo, cuando le tocó el turno al nicaragüense Luis Enrique, el área de conciertos, que tiene espacio para unas 16.000 personas, hervía repleto cual hormiguero.

Tarde, pero seguro El concierto comenzó con 45 minutos de retraso, a las 12:45 p. m., cuando Expresso subió al escenario.

El grupo nacional tuvo la tarea de encender la chispa del gentío. Eso no siempre es tarea fácil.

Prueba de ello es que aún con temas “pegadores” como Voy a pasármela bien, de Los Hombres G, aún no se podía declarar la zona en estado de euforia colectiva.

Conforme fue avanzado el reloj, y la participación de Expresso, hubo un notorio cambio; cuando el grupo hizo su último cover, Danza Kuduro, de Don Omar, el público bailó levantando una ligera nube de polvo. Consecuencia obvia de cuando se baila en al aire libre y campo de próspero zacate.

Ensalsarse. Con un grupo de impecable acople y precisión , Luis Enrique tomó el escenario a eso de las 2:20 p. m., para tocar una hora y 40 minutos.

Con una buena dosis de sus clásicos como Lo que pasó, el nicaragüense hizo que la gente bailara con quien fuera. Hubo quienes ejecutaron piruetas en solitario; otros, con la suerte de estar acompañados, pudieron hacer pases de brazos y giros.

Mientras quienes estaban inmóviles no tenían otra opción que comer polvo, Luis Enrique y su grupo hacían a veces un largo jam que daba pie al soneo.

Particularmente interesante resultó la entrega de Date un chance y Mi mundo, que llegaron a Palmares con arreglos en vivo de fina fusión y extensión percutiva.

Yo no sé mañana fue el tema con el que se despidió, no sin antes dar un mensaje de paz: “Costa Rica y Nicaragua son hermanos. ¡Gracias, los llevo en el corazón!”.

Por la jugosa lección maestra de salsa dura llevada a lo contemporáneo y de salsa moderna, Luis Enrique debió haber sido el número de cierre del concierto.

Pero no fue así. Seguía Elvis Crespo que empezó su show a las 4:20 p. m. quemando un cartucho fuerte en su repertorio: Suavemente.

Entre bromas, chotas y merengue de muy fácil digestión, el puertorriqueño hizo también bailar a la gente. Fue evidente que el entusiasmo aparecía en temas muy rotados en la radio como Otra noche, Tu sonrisa o Píntame.

Demostró que, aunque lo suyo no es atinarle a las notas siempre, sí tiene aguda espuela en el manejo de masas y de escenario. La gente hizo lo que él quiso: subieron las manos a sus indicaciones y se menearon, como él seguramente planeó con Luna llena.

Elvis Crespo tuvo que haberse ido feliz, porque después de haber actuado una hora y 40 minutos el público le pidió “¡otra, otra!”.