Pablo Molina, voz de Todos Tus Muertos y Lumumba: las raíces que echó en Costa Rica

El argentino, vocalista de las icónicas bandas Todos Tus Muertos y Lumumba, falleció este 2 de setiembre a causa del cáncer. Durante un tiempo vivió en Costa Rica, en el pueblito del Chinchiví

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La única vez que tuve de cerca a Pablito Molina fue en una parada de bus. Ambos estábamos sentados en la banca, esperando a que pasara el bus de El Llano, de Alajuelita.

Su figura era la de un rasta de los de verdad. Su cabello enroscado con una pañoleta con los colores verde, amarillo y rojo y su barba tupida hacían que cualquiera volviera a verlo. Yo estaba sentada a su lado en un puro temblor. Para los alajueliteños que esperaban el transporte público, era una persona más, pero para mí era Pablito el de Todos Tus Muertos (TTM) y Lumumba, bandas que creó junto a Fidel y Amílcar Nadal.

El día de ese encuentro, yo apenas estaba en el colegio. Su imagen me tenía embelesada. Sabía perfectamente quién era, pero no me atreví a hablarle. Era Pablito, así con cariño y cercanía. Era Pablito, el intérprete de aquellas canciones que escuchaba en un cassette que copié de algún compañero, la cinta que rebobinaba una y otra vez con un lapicero para no gastarle las baterías al walkman.

Pasó el bus. Pablo me dio campo para que yo me subiera primero. Me senté hasta atrás con la intención de verlo, aunque fuera por un ratito más, porque yo sabía, como toda mi generación, que él era vecino de mi querido pueblito al sur de la capital. Me bajé en el parque, él siguió su camino hacia El Llano, porque ahí vivía, en una de las montañas al pie del Cerro San Miguel, al pie de La Cruz de Alajuelita.

Para mis contemporáneos, los que nos pasábamos el Raíces y Cultura de Lumumba o el Camino Real de TTM para copiarlos, saber que Pablito había escogido como refugio nuestro cantón, era un motivo de orgullo. La tranquilidad de sus montañas y la espectacular vista que hay de la capital desde las alturas, estoy segura de que lo encantaron.

Sé que varios de mis amigos compartieron con Pablito en su casa. He escuchado historias de ricas comidas orgánicas, hechas con ingredientes cultivados en la tierra que me vio crecer. Sé que iba al parque a ver a los skaters patinar, sé que ahí era un alajueliteño más.

Por esa cercanía es que lamenté profundamente enterarme este sábado 2 de setiembre que Pablito falleció. Perdió una dura y larga batalla contra el cáncer de hígado; apenas tenía 58 años. Escribí la nota de su muerte con un sinsabor y un dolor sinceros, como si hubiera muerto un tío al que quería mucho.

Una influencia

Siendo una carajilla de colegio fue como descubrí a Pablito, a Lumumba y a TTM. Tenía muchos amigos que patinaban en el parque y ahí, en medio de trucos y rieles hechos con restos de perlín viejos, fue como me encontré con su música. Tal vez la influencia de mi primo Leo tuvo mucho que ver.

No recuerdo bien qué fue lo primero que escuché de sus bandas o cuál canción fue la que me encantó; de lo que sí me acuerdo es cómo entre compas nos compartíamos las letras de los temas escritas en papel y cómo fotocopiábamos las portadas de los cassettes para pegarlos como forros en los cuadernos del cole.

Me aprendí de memoria Rasta Vive; también cantaba a todo pulmón: Un amor sincero nunca se puede perder, un amor sincero nunca te va a traicionar, un amor sincero nunca se puede olvidar, un amor sincero nunca se va a detener, de Asesinos Profesionales.

Me impactaron sobre manera El Camino Real, Escúchame, Pusilánime, Señorita y me preciaba de saberme de “pe a pa” la rapeada de Chekiraut. Con sus letras aprendí sobre Haile Selassie, sobre Patrice Lumumba, un poquito más sobre Jah.

Para mí Lumumba, TTM y Pablito eran uno solo: no hacía diferencia entre uno y otro porque cada sonido, cada rima, cada canción de esos dos increíbles discos me habían encantado por igual y hoy por hoy me emocionan como cuando tenía 17 o 18 años. Al igual que a mí, estos álbumes marcaron una generación, y aunque su obra es más amplia, me atrevería a apostar que El Camino Real y Raíces y Cultura son los trabajos más importantes de su discografía.

Rest in Power, Pablito

En el 2014, cuando Lumumba volvió a juntarse, Pablito regresó a la Costa Rica que tanto quiso. En esa ocasión, no sé bien por qué, no pude ir a su concierto, algo que no me perdoné hasta que pude sacarme la espinita cuando anunció que venía junto a Amílcar Nadal este 2023 a revivir los éxitos de TTM y Lumumba.

Hice todo lo posible por ir a ese concierto y por supuesto que mi acompañante tenía que ser mi primo Leo. Fuimos emocionados a ver a Pablito, pero su enfermedad nos lo impidió.

Estábamos en medio del público en Pepper esperando ver a nuestro ídolo subir al escenario, pese a que sabíamos perfectamente que estaba enfermo. La emoción era compartida con las decenas de personas que se juntaron esa noche para escucharlo; sin embargo, ese sentimiento se convirtió pronto en dolor y frustración.

El concierto se atrasó. En la audiencia no sabíamos qué pasaba, pero en el balcón de Pepper donde estaba Pablito había mucho movimiento. Algo no estaba bien. Amílcar subió a la tarima para dar la mala noticia: Pablito sufrió un quebranto de salud minutos antes de iniciar el show y no podría cantar.

El público expresó su apoyo al cantante con aplausos y cariño. Amílcar tomó el micrófono y, como el show debía de continuar, empezó a cantar. Pablito, sentado en un sillón, veía a su amigo y colega sacar adelante la faena.

Pocos minutos después, un grupo de personas ayudó a Pablito a salir del lugar. Lo llevaban casi alzado. Él no podía dar un paso por sí solo. El cantante salió de Pepper cobijado por un fuerte aplauso. Leo salió a despedirlo, yo no tuve valor para verlo así: quería que el recuerdo de su figura siguiera siendo el de ese rasta apacible que esperaba el bus de El Llano.

¡Buen viaje, Pablito! Espero que donde hayas llegado hoy, lo hicieras en paz, porque al que pide, se le dará y al que golpee se le abrirá.