Opeth puso a cantar al público tico por dos horas de concierto

Para su regreso a un escenario tico, el grupo sueco repasó varios de sus éxitos y aseguró su lugar de privilegio entre la fanaticada local

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San José (redacción)

Minutos antes de que iniciara el concierto de Opeth, el ambiente en Club Pepper's vibraba con la sola idea de ver a sus ídolos en el escenario. Las pruebas de sonido desataban gritos y aplausos y cada tanto, se cantaba como en estadio: "¡Oe oe oe, Opeth, Opeth!".

El grupo sueco –que visitó el país por primera vez el 14 de julio del 2015– regresó el domingo 2 de abril para demostrar por qué son una de las bandas de metal más apreciadas en vivo.

La presentación del quinteto –organizada nuevamente por Black Line Productions– reconfirmó que, en Costa Rica, los suecos tienen una fanaticada fiel. El domingo, lograron convocar una 2.000 personas, aproximadamente.

A las 8 p.m. en punto el conjunto ingresó al escenario en medio de más gritos de emoción.

Variedad

Opeth, como se dijo, no es como cualquier otra banda de metal. Su primera canción de la noche, Sorceress, es más cercana al rock progresivo de los años 70 que a lo que harán sus compatriotas de Amon Amarth en unos meses en ese mismo recinto.

Al ser la propuesta musical un híbrido entre metal y otros géneros, el público es similar. En lugar de los empujones de otros conciertos, había grupos amigos abrazados cantando; otros, saltaban o movían la cabeza frenéticamente al ritmo de la canción; y quienes estaban más cerca del escenario aprovechaban para tomar fotos.

Los solos de guitarra de Fredrik Åkesson eran coreados por gran parte del público, mientras que cualquier movimiento del vocalista y guitarrista Mikael Åkerfeldt era recibido con emoción.

El tema introductorio fue seguido por Ghost of Perdition, otro tema que muestra la variedad del grupo. En la canción, Åkerfeldt cambia de su voz de canto "limpia" por gruñidos típicos del death metal en cuestión de segundos.

Tanta variedad y cambios en una misma canción, hizo que, en 20 minutos de concierto se habían interpretado a penas dos canciones. Pero eso los fanáticos de Opeth lo saben y por ese –y otros motivos–es que los aprecian tanto.

Durante las dos canciones el público no dejó de corear y gritar, tanto así que durante varios momentos de la presentación, era difícil escuchar la voz de Åkerfeldt o alguna de las guitarras.

Cerca de un ídolo

"¡Miguelito, Miguelito!", gritó todo el público tras la segunda canción, solo para que Mikael Åkerfeldt preguntara "'¿Ese soy yo?" y todos rieran.

El fundador del grupo es una leyenda y un showman en su propia forma. Aparte de sus capacidades vocales, conduce al público con un humor seco e irónico.

"En 1964 las chicas se orinaba cuando veían a Keith Richards", dijo Åkerfeldt en el micrófono. "Por favor no hagan eso", agregó y el público volvió a reír.

Gracias a este tipo de intervenciones, cada presentación de Opeth se siente como un espacio íntimo entre el público y el vocalista. Esa cercanía solo emocionaba más a un público.

Los asistentes empezaron a gritar "¡Demon, Demon!", pidiendo la siguiente canción, Demon of the Fall. Los fanáticos conocían la lista de canciones que el grupo tocó en México, en las primeras tres paradas de su gira latinoamericana y el gesto, hizo sonreír al vocalista.

Grandes éxitos

Las voces del público nunca se apagaron. Tanto en las pesadas Demon of the Fall, como en la experimental The Wilde Flowers o la épica Face of Melinda, cada uno de los 2.000 asistentes cantó junto a Åkerfeldt.

El griterío entre canciones y la pasión con la que se había desenvuelto el concierto hicieron que el líder del grupo señalara el escándalo una vez más, pero esta vez, con tono de agradecimiento.

"Hemos ido a muchos lugares alrededor del mundo y nada se compara con esto", dijo Åkerfeldt. El bajista Martin Méndez, de origen uruguayo, agradeció al público en español "Gracias por recibirnos a todos tan bien, sobre todo a Miguelito", expresó, siguiendo el chiste de la noche.

La lista de temas del domingo fue muy similar a las compilaciones queha lanzado el grupo y eso solo aseguró que el concierto fuera más mermorable. Además de las canciones ya mencionadas, sonaron In My Time of Need, Devil's Orchard y Heir Apparent. Fue un paseo por el Opeth más metalero, el más progresivo y el más experimental.

Complacencias y despedida

En un punto del concierto, Mikael Åkerfeldt le qutó la distorsión a su guitarra e interpretó un segmento de Bleak. Sin que él tuviera que sugerirlo, el público cantó junto a él la canción.

Después de terminar el coro, Åkerfeldt inició en guitarra Take Five, un clásico de jazz, y para su sorpresa, el tecladista Joakim Svalberg no la conocía. Quien más bien lo sorprendió fue el otro guitarrista, Fredrik Åkesson, que se sabí la canción entera.

Åkerfeldt preguntó al público "¿Qué quieren oír?" y el lugar se llenó de gritos. "Esto no funciona", dijo el vocalista y todo rieron. Pero inmediatamente los gritos tomaron sentido: querían oír Master's Apprentice.

El vocalista volvió a ver a su banda y confirmó que ese sería el tema. Iniciaron la canción sin ningún problema y luego, en medio de una de las pausas del tema, dijo al público: "Esta nunca la ensayamos, no se supone que esto debería pasar", solo para continuar con la canción.

A Master's Apprentice le siguió The Drappery Falls, otro tema extenso con mucha variedad sonora. La canción es nostálgica y narra un momento en que alguien tocó fondo, pero en las voces del público era casi una canción triunfal.

Los gritos de emoción y los empujones servían para celebrar que Opeth tocaba por segunda vez esa canción en el país. El público sabía, también, que era la última canción dentro de la lista y al ser las 9:45 p.m., el grupo salió de escena.

Cuando regresaron a escena, Mikael Åkerfeldt presentó a toda la banda y se agradeció una vez más al público. Las palabras fueron bien recibidas, pero la canción que siguió fue un gesto más valioso.

Interpretaron entera Deliverance, tema pesado de diez minutos. Los empujones y gritos no se hicieron esperar. La canción es un clásico y el público se iría a la casa habiendo escuchado muchos de sus temas favoritos.

El concierto terminó igual a como empezó, gritos llenos de entusiasmo y celebración: "¡Oe oe oe, Opeth, Opeth...!"