Megadeth dio una fina sinfonía de metal

En una hora y 50 minutos, Megadeth hizo de La Guácima un paraje por donde corrió altivo y digno el metal . Haciendo especial énfasis en Rust in Peace , la banda fue generosa. Igual sorprendió con clásicos como con sus temas nuevos. Todo eso nadie lo olvidará, en una noche donde el rock vibró intenso

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No hay espera que sea demasiada larga ni agotadora cuando la dicha es enormemente buena. Y fe de ello pueden dar las casi 14.000 personas que se calcula, oficialmente, ayer tuvieron paciencia de santo, y condición física de atleta, para resistir 27 años de espera; algunos 18 días de fila y otros (los que llegaron a formarse desde la madrugada de este domingo) más de 12 horas de pie para ver, finalmente, a la poderosa Megadeth en casa: en suelo tico.

El hervidero de gente se había apostado en los alrededores del Autódromo La Guácima. Largas filas de metros y metros continuaban vivas aún a las 5:30 p. m., muy a pesar de que a las 3 p. m., como habían anunciado Interamericana de Producciones y Tropix II, se habían abierto las puertas de acceso a la zona del concierto.

La conclusión era clara: la venta de entradas había aumentado entre el sábado y ayer mismo y, entonces, La Guácima era un delicioso campo vestido de negro, donde adultos, adolescentes y hasta niños lucían con orgullo sus camisetas de Megadeth, Slayer, AC/DC, Killers, Iron Maiden y otros grandes nombres de dignos representantes del thrash , el power y otros hermanos en el heavy metal .

A las 5:30 p. m. el gentío bien posicionado en el área baja del autódromo ya gritaba: “¡Megadeth, Megadeth, Megadeth!” y las graderías se le sumaban con gritos.

Todo marchaba en calma, hasta que una mujer de la producción por parte Tropix II, según ella en un lenguaje muy “coloquial”, pidió a la gente que dejara de subirse a la barricada principal.

Pedir orden no era el problema, el punto era cómo pedirlo. La amenaza de que “no habría show ” si la gente no obedecía y el uso de palabras como “vean maes”, “así está la vara”, lejos de calmar al gentío le sacó sus buenos insultos.

Tiempo del grande. En ese momento, era solo cuestión de horas. Así que, cuando el escenario montado en el Autódromo La Guácima quedó a oscuras, a las 7:48 p. m., tanto aguante llegaba a buen puerto: ¡Sí, al fin! El grito ensordecedor que envolvió a La Guácima lo decía todo: Costa Rica se desgarraba por Megadeth y, como bienvenida, le ofrecía una marea de brazos alzados, miles de gargantas sonando a los pies de Dave Mustaine y compañía, porque el día en que Megadeth y sus fans ticos se hicieran uno mismo había llegado.

Con ‘Endgame’. Todos cuan largos son los Megadeth (solo Mustaine mide 1.83) aparecieron uno a uno en el escenario. Una vez los cuatro grandes ahí completos, no hubo tiempo ni para respirar profundo, apenas se pudo emitir un suspiro y Megadeth soltó un par de temas de reciente factura. Del álbum Endgame entraron con Dialectic Chaos como tema de apertura y el This Day We Fight como segundo bocado.

De inmediato Megadeth miró cómodamente a su pasado, a su buen pasado, cuando tocó In My Darkest Hour que en su momento fue sencillo del tercer disco de la banda, So Far, So Good... So What! , lanzado hace ya 22 años.

Pero, para efectos del público, no parecía que aquel álbum hubiese salido en 1988; el gentío de La Guácima lo cantaba y gozaba como si este hubiese sonado ayer.

Y, fue al finalizar ese tema, que la banda desapareció un instante y reapareció con algo que hizo a La Guácima dar un merecido grito: Mustaine con la bandera de Costa Rica extendida. Y más atrás había más, porque el baterista Shawn Drover llevaba puesta la camiseta de la selección tica de futbol y los padres de la esposa del guitarrista Chris Broderick estaban en el concierto, pues viven en Guanacaste.

Con toda la fluidez del caso, Megadeth fue dándose un paseo por sus tiempos de glorias, porque se estacionó en aquel disco que lanzó en 1990 y que ha sido uno de los álbumes más vendidos del thrash metal : Rust in Peace .

De aquel disco apareció Holy Wars...The Punishment Due , que fue recibida con un grito capaz de tumbar un muro e hizo que la gente saltara y levantara sus manos como si se pudiera darle uno. solo un pellizco al cielo.

El paseo por el Rust in Peace continuó dando delicatesen , porque de este se desgranaron tal cual aparecen en el álbum Hangar 18 , Take No Prisoners . Five Magics y la muy acelerada Poison Was The Cure , donde Shawn Drover demostró que es un hombre con mucha velocidad en manos y piernas.

Los cuatros feroces del thrash le dieron a Lucretia y Tornado of Souls (que por vertiginosa le hace honor a su nombre).

Y fue en el Tornado donde se dio un suspenso. Un fan subió al escenario y se le arrojó a los pies a Mustaine, haciéndole ademanes de alabanza. Terminó el tema y Mustaine lanzó su guitarra y la banda abandonó el escenario.

Al parecer tal acto descompensó al guitarrista y cantante fundador de Megadeth. Pasaron casi cinco minutos de incertidumbre, en los que el público coreaba el nombre de la banda y de Mustaine. Finalmente, apareció el bajista David Ellefson para hacer Dawn Patrol y todo siguió en orden con Rust In Peace... Polaris.

El álbum estaba completito, todito tocado en vivo y en directo. Y de feria, también coreado y absolutamente aplaudido.

Delicioso final. Entre lucidos solos de Mustaine y bien atinados contrapuntos del bajista David Ellefson, Megadeth iba dando un concierto veloz y puntual, donde no perdía tiempo en tonterías ni en habladas nada necesarias.

A tan buena velocidad fue llegando el tema número 13 de los 19 que se esperaban.

Headcrusher sacó olas de palmas que llevaban el ritmo, siguieron The Right to Go Insane , A Tout Le Monde y la muy conocida Symphony of Destruction .

La banda se despedía a las 9: 17 p. m. Por supuesto, la banda regresó al escenario y lo último que les escuchó Costa Rica tocar fueron Trust , Peace Sells y un fragmento de Holy Wars . Si por la emoción se saca el día, ni Tiquicia ni Megadeth olvidarán el 9 de mayo del 2010.