La Sinfónica Nacional y el arte de repetir hasta la perfección

La agrupación grabó esta semana siete obras del compositor nacional Benjamín Gutiérrez. El fruto de este esfuerzo será un disco doble

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La batuta de Eddie Mora se detuvo en el aire. Él exhaló intensamente; con sus brazos hizo un gesto de regocijo y muy seguro afirmó: “¡Está sonando!”. De inmediato, dirigió la mirada a la consola de grabación, en espera de que los ingenieros confirmaran lo que su oído sabía: ese fragmento ejecutado era el mejor, luego de varios que interpretó la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) .

Ese episodio se repetiría unas 30 veces la mañana del martes, durante la primera parte de la grabación del álbum doble Benjamín Gutiérrez: su música .

El enorme reloj del amplio salón de ensayo de la agrupación, en Moravia, marcaba las 8:15 a. m. Las sillas se comenzaban a poblar.

Uno a uno aparecieron músicos con botellas de agua, tazas térmicas para mantener caliente el café, abanicos de mano y los inseparables estuches con sus instrumentos.

Juntos llevarían a buen puerto el registro digital de siete creaciones de Gutiérrez, destacado y veterano compositor de Costa Rica y Premio Magón.

El ingeniero de grabación Carlos Pipo Chaves prácticamente bailaba de la emoción por comenzar una nueva aventura junto a la orquesta, al pianista y productor Leonardo Gell y al director Mora.

Este mismo equipo artístico y técnico logró que la OSN esté nominada a un premio Grammy Latino en la categoría de mejor álbum de música clásica, por la producción Música de compositores costarricenses volumen 1.

“Buenos días. Vamos a empezar con el Preludio sinfónico hasta el compás 14 incluido”, dijo el director. Todos están listos, pero antes del banderazo se percatan que el aire acondicionado está encendido.

Alguien toma el control remoto y lo apaga. Ahora sí, el salón se llena de una música intensa, enérgica, capaz de tocar la fibra. Cuando va llegando a un punto de clímax, abruptamente se detienen.

Esa es la dinámica, ir grabando pequeñas partes de la obra. Gell sigue la música con sus audífonos al tiempo que lee la partitura.

Al finalizar un segmento o toma, la labor de este artista cubano, radicado en Costa Rica, es indicarle a la orquesta cómo sonó; además, en su mano está la potestad de decidir si es necesario repetir la ejecución, así sean 10 veces más.

“Mi principal función durante la grabación es la escucha activa. Si no estoy durante la grabación con la partitura al frente, concentrado y con los audífonos bien puestos, se nos puede quedar sin grabar bien alguna parte de la obra y luego en el estudio (posproducción) no podremos salvarlo”, detalló el productor musical.

Este trabajo no es nuevo para él. Junto a Chaves y Mora hicieron lo mismo, años atrás, con la Orquesta Sinfónica de Heredia. Ahora lo emulan con la OSN.

Para llegar preparados a grabar, ensayaron una semana antes. Según Guillermo Madriz, director general del Centro Nacional de la Música, mejoraron las condiciones y preparación con respecto al disco nominado al Grammy Latino.

Invitado. Para este proyecto se seleccionaron siete composiciones. Suite para orquesta , Homenaje a Juan Santamaría y Preludio estarán en el disco A.

La parte B tendrá el Concierto para violín , Bosquejos para oboe , Neuchatel para percusión y cuerdas y el Concierto barroco .

“Para elegir las obras tomé en cuenta la importancia de sus trabajo en su catálogo. Además, busqué no repetir composiciones (ya grabadas) porque entonces el resultado no sería tan interesante”, detalló Mora.

Para las partes solistas se seleccionó al percusionista Bismark Fernández y el oboísta Jorge Rodríguez; ambos son integrantes del ensamble.

Además, se invitó a un viejo amigo de la orquesta: el violinista cubano Andrés Cárdenes.

Las agujas en el reloj marcan las 9:14 a. m. Es el momento en que Cárdenes interpreta su parte.

Los pañuelos secan el sudor; otros acuden a los abanicos de papel para calmar el calor. Durante la grabación, el clima artificial no se puede activar, porque su sonido ensuciaría el registro digital.

Dos, tres, cuatro y hasta cinco veces repiten una sección del concierto para violín. Pipo insiste en que si a alguno del equipo “le parece” que la toma quedó bien, entonces la graban de nuevo hasta que nadie tenga dudas de la calidad.

El trabajo es en equipo. Todos tienen voz; si José Aurelio Castillo (concertino) siente que el tiempo no es el correcto o William Schuck (principal de las violas) tiene algo que decir, el director e ingenieros toman notas y hacen ajustes.

Continúa la grabación del segundo movimiento. Los ojos de los músicos siguen milimétricamente el movimiento de la batuta; todos están atentos al momento justo de tocar su parte.

Cuando el calor es demasiado intenso, llega una pausa necesaria. Los músicos dejan sus instrumentos y salen en busca de aire fresco. Pero por delante les quedan tres días en los que, una y 100 veces de ser necesario, tocarán las obras del querido maestro Gutiérrez.