La Orquesta Sinfónica de Heredia da dos golpes de nuevo sonido

La Orquesta Sinfónica de Heredia celebra por partida doble los 50 años de la ley que la financia. Dos discos y dos conciertos lo invitan a conocer la música nueva y del siglo XX que promueve.

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En el video que anuncia el tercer concierto de temporada de la Orquesta Sinfónica de Heredia , don Luis Enrique Valerio camina, apoyado con su bastón, hacia el hogar de la agrupación, la Parroquia Inmaculada Concepción.

“El hecho de que yo este aquí, francamente, para mí es un honor, poder estar representando a todo ese grupo que, lastimosamente, se nos ha ido, pero aquí quedo yo todavía”, dice en el video el presidente honorario de la junta de la Asociación Sinfónica de Heredia, el grupo de amantes de la música que cobija, aún hoy, a la orquesta de la provincia.

Desde 1966, cuando se promulgó la ley que la financia, la OSH ha cambiado mucho; no obstante, sigue arraigada a su casa. Este fin de semana, celebrarán con dos conciertos la firma de esa ley.

La celebración es doble: aparte de los conciertos de sábado y domingo, la orquesta también anuncia la publicación, en formato digital, de dos discos nuevos.

Fuego y Abstracto son los títulos de los álbumes, pero podrían servir como adjetivos para la misión que se han propuesto en los últimos años, por su energía y el futuro que, aún abstracto, sin delinearse por completo, auguran sus estocadas de nueva música.

Para los seguidores de la música orquestal en nuestro país, no es frecuente poder escuchar música nueva, latinoamericana y costarricense en concierto.

En el 2003, cuando falleció el director original, German Alvarado, y el compositor Eddie Mora asumió la batuta , empezó a darle ese giro al contenido de sus programas de concierto y grabación. “Desarrollamos un proyecto cultural, artístico, novedoso, que no riñe con la convocatoria de público”, considera Mora.

Ofreciendo lo nuevo, honran el pasado; explorando lo propio, hurgan en lo que será el futuro.

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Cambios. Desde sus inicios, en 1962, la OSH fue asunto de amor. “Ellos adoraban la música clásica, les encantaba el bel canto y acompañar arias de ópera. La idea que tenían ellos era llevar la música a la gente”, dice Mora.

Algunos eran miembros de la Orquesta Sinfónica Nacional y se quedaron en la OSH cuando se renovó el personal de esa orquesta, en 1971. Desde entonces, la música costarricense jugó un papel importante, pero la prioridad estaba en el repertorio más conocido de la música clásica. En 1998, recibieron apoyo de la Municipalidad de Heredia; este año, cuentan con un presupuesto de unos ¢80 millones, entre lo que aporta el municipio y lo que les da el Ministerio de Cultura y Juventud.

Se afianzaron en Heredia, con tradiciones como los conciertos de Martes Santo, y en estas fechas, cuando el menú ha cambiado tanto, siguen atrayendo al público de la comunidad.

La ley que financia la OSH es abstracta, para bien y para mal. Dice que la Dirección de Artes y Letras (que reemplazaría el Ministerio de Cultura en 1970) debe financiar seis conciertos anuales. Nada más.

“No le dice al Estado cuánto nos tiene que dar; sí dice que tiene que dar un presupuesto. Esa ha sido la lucha, estar peleando constantemente por el presupuesto de cada año y con el ministro de turno. Es complejo, pero nos está poniendo en una posición de ventaja para discutir lo que hacemos”, explica Marvin Camacho, presidente de la junta directiva y destacado músico.

Libertad. ¿Por qué es inusual que una orquesta toque música nueva y latinoamericana? Las respuestas son variadas y controversiales, pero, en síntesis, se debe a tradiciones que no se cuestionan con frecuencia en el mundo de la música llamada clásica.

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Es una discusión internacional: el director estadounidense Michael Lewanski dice que, más que en la literatura, el “canon” de la música clásica no se cuestiona ni se debate, y asume como si fuera obvio; de hecho, duda que sea posible definirlo.

“Lo que en realidad existe son piezas (...) que son tocadas cada temporada por grandes orquestas sinfónicas... ya saben, la Eroica de Beethoven y así”, escribió en su blog el año pasado.

¿Música clásica? Respondería cualquiera: Beethoven, Mozart, Brahms, Chaikóvski, Bach... Muertos antes de 1900 y europeos; peor aún, reducidos, en muchos programas musicales, a unos cuantos títulos, a pesar de lo vasto de su legado. En realidad, la música ha seguido creciendo, fundiéndose con otras tradiciones, dispersándose y, sobre todo, cuestionándose.

Más allá de los fondos, la ley de 1966 tampoco define qué búsqueda artística debe realizar la OSH. Esas puertas abiertas son las que ha aprovechado la actual junta, compuesta por artistas de varias disciplinas y otros músicos.

En los nuevos discos de la OSH hay música del siglo XX y del presente; música conocida y por conocer; compositores vivos y locales. Al contrario de lo que pensarían algunos, también llenan asientos de la iglesia y del Teatro Eugene O’Neill, su hogar adoptivo en barrio Dent, San José.

“La parroquia se llena, y no se llena de la misma gente que llega al Teatro Nacional. Estaba (el director guatemalteco) Igor Sarmientos dirigiendo una obra de Arnold Schönberg, compleja auditivamente, y se vuelve y me dice: ‘No quiero ver para atrás, pero, ¿queda gente?’”, recuerda Camacho de un concierto.

“Diría que hay público del Teatro Nacional que va a nuestros conciertos, pero hay mucho público que no entra al Teatro Nacional”, opina Camacho. ¿Por qué no? “El Teatro Nacional tiene un estigma. Le tienen susto. No es tan abierto como pensamos”.

Ayuda a la OSH que sus conciertos sean gratuitos y que la mitad se realicen en la parroquia –el sacerdote local convoca a esas citas cuando hay misa–.

Pero para los impulsores del proyecto, la atracción de sus inusuales programas musicales apunta a otras reflexiones urgentes. “Tenemos que hablar en Costa Rica: qué es lo que está pasando, qué es lo que está pensando cada uno, sobre todo (las orquestas) que están siendo financiadas por el Estado”, considera Mora.

¿Debería cada orquesta definir mejor qué tipo de música difunde, promueve y financia? ¿Cómo puede la autoridad cultural delinear esas rutas posibles? ¿Existe interés en hacerlo?

Para Heredia, la respuesta es seguir explorando. “(La OSH) está marcando historia. Ese quehacer musical, lo dice mucha gente en Latinoamérica, no lo hace otro proyecto en la región. Uno tiene que llegar a ofrecer, y los públicos responderán o no. En este caso, tenemos la dicha de que han respondido”, opina Camacho.

Retos. No deja de ser una paradoja, porque si en otros países más desarrollados artísticamente la música nueva no seduce a fans de lo “clásico”, pero tampoco a nuevos seguidores, en las opiniones de miembros de la OSH, ellos convocan a público que del todo no se acercaba a este tipo de música.

“No diría que el público llega especialmente a escuchar la música que nosotros tocamos”, confiesa Mora. “Les interesa que haya una actividad que les parece interesante, atractiva, educativa, y que los unifica como grupo social. Muchos heredianos, después del concierto, nos dicen que se sienten orgullosos de tener una orquesta así, y eso va más allá del compositor y de la obra: es el evento el que hace confluir a la comunidad. Nosotros hemos aprovechado eso para desarrollar un proyecto artístico, que es paralelo”, argumenta.

Es por esa visión de lo que puede llegar a hacer una orquesta que, en la visión de Mora y sus colegas, se acerca el desafío de pensar cómo puede seguir creciendo como institución cultural.

“La orquesta no debe seguir siendo una orquesta. La orquesta un formato agotado: es una rocola, una máquina a la que usted le echa dinero y suena una música, y de una manera efímera complace un momento”, dice el director. “Creemos que la OSH tiene que transformarse en algo más de eso. Tiene que ser una estación ineludible para compositores, solistas, investigadores de pensamiento contemporáneo”.

Ese acto de amor que dio pie a la Orquesta de Heredia es similar al que ahora le da el golpe al timón. “Lo del presente se asienta en el pasado. Creemos que estamos siendo responsables con lo que nos dejaron”, concluye Camacho. “Así como en una época se habló del café de Costa Rica, ¿por qué no se puede hablar de la música de Costa Rica?”.

Dos citas musicales gratuitas celebrarán los 50 años de la ley que financia la OSH. Este sábado, a las 8 p. m., estarán en la Parroquia Inmaculada Concepción de Heredia. Este domingo 31 de julio, a las 10:30 a. m., tocarán en el Teatro Eugene O’Neill (Centro Cultural Costarricense Norteamericano, barrio Dent). El violinista mexicano Cuauhtémoc Rivera será el solista invitado. El programa lo conformarán obras de Silvestre Revueltas (Toccata sin fuga para violín y ensamble, en su estreno nacional; Homenaje a García Lorca para orquesta de cámara, estreno nacional, y Sensemayá para ensamble); Yuri Kasparov (Ecos del silencio para ensamble, estreno nacional) y Darius Milhaud (La creación del mundo).