La meta de Andy fue no dejar de sonreír

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Como actor Andy Gamboa está acostumbrado a que todos miren con detalle cada cosa que hace en el escenario; sin embargo, en marzo, deseaba que nadie lo mirara cuando salía a la calle, habría deseado desaparecer.

La razón para pensar así fue una parálisis facial, resultado de un tratamiento de nervio e infección en la boca.

Mientras se preparaba para uno de los últimos ensayos de la obra Mazzocchi , que se estrenó ayer en Gráfica Génesis Espacio Escénico, afirmó no quería estar disponible para nadie, hablar o interactuar con otras personas.

Reconoce que habría sido feliz si simplemente hubiera podido desaparecer.

Al principio, pensó que la inflamación en su mejilla era algo normal del proceso odontológico. Sin embargo, comenzó a notar que su rostro lucía distinto. Después de que le drenaron la encía, la realidad apareció frente a sus ojos.

“Se fue la hinchazón, pero quedó un rostro desfigurado, veía a otra persona cuando estaba frente al espejo”, recordó.

Tras una visita al servicio de emergencias del Hospital Calderón Guardia, los médicos le confirmaron lo que para él era evidente. Preguntas abundaron, qué pasaría ahora con él, cómo trabajaría si como actor su rostro es parte fundamental.

Fue una época en que inventó cualquier excusa para salir lo menos posible de su casa. Cuando era inevitable, lo hacía con un cubreboca, para disimular su problema y tratar de evitar las miradas.

“Verte que no podés comer bien, saber que era incierto si me podía recuperar, asistir a terapia física en medio de un ambiente feo, con gente que no quiere hablar, fue muy doloroso”, detalló el actor.

Regalos de vida. Reconocer que estaba mal, pero encontrar en su pareja el amor y apoyo suficiente lo ayudaron a salir adelante. Además, comenzó a ver lo que llama regalos de Dios.

Luego de varios días de terapia, de hacer en casa los ejercicios que le enseñaba el terapeuta, comenzó a sentir pequeños movimientos en la piel, un pequeño chispazo que le llenaba el corazón de esperanza y le permitía, poco a poco, volver a sonreír.

Se propuso una meta, pese a toda la desesperanza que sentía, en especial en las visitas al terapeuta, no iba a dejar de sonreír, reconstruir a pedacitos el Andy que era, el que amaba profundamente la idea de actuar sobre las tablas.

“¿Cómo seguir adelante? Creyendo en uno, encontrando en el interior la fuerza. Además, sentir que mi pareja fue capaz de decirme las verdades que quería ignorar, pero, al mismo tiempo, sentir el amor fue el mejor medicamento”, afirmó Gamboa.

Paralelo a la terapia, decidió continuar ensayando con el director José Pablo Umaña y su colega José Luis Solís.

Aún hoy, cuando ya está de nuevo en los escenarios, no logra la movilidad completa de su rostro, le cuesta sonreír. Pero ahora ve el mundo con otros ojos, aprendió verdaderamente a valorar cada detalle de su vida y, ante todo, a seguir adelante.