Juan Luis Guerra en Costa Rica: Y llovió café... ¡y emoción y euforia y, después, locura!

Nadie se quedó sentado. Todos se levantaron, bailaron, sudaron y gritaron con el gran repertorio que trajo el dominicano al país

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Nadie sabía quién aparecería sobre el escenario. Todo era un misterio, la única pista que había era un juego de luces y varios de músicos, unos cuantos con boinas.

Las apuestas sobre quién sería el primero en aparecer le confirieron una emoción creciente al suceso inminente: “¡Va ser Marc!”, apostaba una espectadora, mientras su acompañante le espetaba “¡No, será Juan, mi Juancito!”.

A la hora de la verdad, todo estuvo fríamente calculado y los acordes iniciales no anunciaban exactamente una lluvia de merengue..., bien jugado. Cuando muchos esperábamos ver en cualquier momento la menuda figura de Marc Anthony, aquello reventó en sabor dominicano y el colapso tropical se hizo dueño.

Ahí, imponente, con sus dos metros de estatura, apareció Juan Luis Guerra con su característica boina, chaleco y pantalón negro, y de inmediato encendió el ánimo de las 33.000 almas que llegaron ayer al Estadio Nacional.

Con su contagiosa canción Como yo, el dominicano comenzó su presentación, a las 8:10 p. m. Así abrió una velada que puso a todos a sudar, gritar y a vivir. Ayer, se le escribió al amor bailando.

Su primera interacción con el público fue al terminar de cantar: “Buenas noches, Costa Rica, quiero gozarla con ustedes”. La fanaticada olvidó las instrucciones que dio la productora de mantenerse en sus asientos y se levantó para menearse a solas, en pareja o en bulto, al ritmo del merengue y bachata.

Era imposible que la gente estuviera quieta en un concierto de música tropical.

Inmediatamente, después interpretó sus clásicos Quiero pedir su mano y La llave de mi corazón.

Sin embargo, uno de los puntos más importantes de ese reencuentro fue cuando cantó Bachata rosa . Por primera vez, el cantante permitió que el público le demostrara que sabía el coro.

Eso sí, el baile nunca se quedó por fuera y ya las parejas –de novios, amigos o extraños– hacían estragos sobre la gramilla del estadio. Acá no importaba si se bailaba bien o mal; todo tuvo que ver con dejarse llevar.

La cápsula cristiana llegó con Son al Rey, canción inspirada en el Salmo 103. Poco a poco, la gente se sentó, lo cual motivo que Juan Luis Guerra a enseñarles un paso. “A ver, quiero que todos se pongan la mano detrás de la oreja derecha y muévanse para delante y para atrás”. Todos lo siguieron al pie de la letra y gozaron.

Si Juan Luis Guerra tiene una virtud, esa es conocer a su público y, por eso, dosificó sus éxitos con canciones no tan populares.

Así, llegó una de las más queridas Que llueva café. “¡Qué buena!”, gritó una del público, mientras agarró a su amiga del brazo y la arrastró a bailarla.

Antes de cantar Mi bendición recordó que ese tema se lo dedicó a su esposa, con quien tiene 30 años de casado. También le sirvió para retar a aquel espectador que llevara más tiempo de matrimonio. “¿Habrá alguien con más tiempo de relación que yo?”.

Unos cuantos levantaron su mano, otros prefirieron gritarle: “Quiero escucharte”.

Con un juego de luces digno del espectáculo, El niágara en bicicleta llevó a todos al éxtasis y a recordar viejos, pero buenos tiempos.

Juan Luis Guerra se retiró del escenario, pero los músicos hicieron estragos. Tocaron y animaron a todos a echarse una bailadita, mientras el dominicano volvía. La travesía fue la indicada para regresar: los bailarines improvisados daban vueltas y hacían cuanta maniobra les saliera en el momento.

Aunque casi no cantó temas de su más reciente disco, Todo tiene su hora, casi al final de su presentación le dedicó un espacio a uno de los sencillos de ese álbum, Tus besos . Muchos grababan el momento, otros bailaban y otros se abrazaban.

Sin dejar descansar a nadie, Juan Luis Guerra comenzó Visa para un sueño y, de repente, todo el coliseo tuvo su propia visa cuando apareció en el escenario y, en las pantallas gigantes, nada menos que Marc Anthony, cantando a dúo con su colega de la noche.

El griterío derribó el lugar, fue un momento único para las dos fanaticadas. Sus dos ídolos gigantes estaban juntos y aquello sonaba impresionante. Con Frío frío y Burbujas de amor, Juan Luis le dejó servido tremendo escenario al puertorriqueño.

Lea la crónica de la presentación de Marc Anthony. También está disponible el relato del concierto de los teloneros locales.