Jóvenes artistas destacan en concurso internacional de piano

Ganadores 15 pianistas recibieron distinciones del concurso internacional American Protege 2011, de la ciudad de Nueva York

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El trabajo, sacrificio y esfuerzo frente al piano de 15 niños y jóvenes dieron muy buenos frutos en el concurso internacional American Protege 2011, certamen en el que participaron artistas de 20 países.

Gracias a su labor, el nombre de Costa Rica vuelve a ser protagonista internacionalmente, y a ellos les queda la satisfacción de ver cómo las extensas jornadas de preparación valieron la pena.

En este certamen, el premio no es una dotación económica, de hecho, ninguno la espera; para los concursantes nacionales, lo importante es la oportunidad de competir contra estudiantes y profesionales de países con muy buena preparación, y salir vencedores.

La lista de ganadores la integra los jóvenes Daniel Eras, Daniela Rodó, Giuseppe Gil, Eduardo Montero y José Pablo Quesada, los cinco con un primer lugar, en diferentes categorías.

Con un segundo lugar destacaron Varvara Soyfer, Irene Alfaro, Mario Jiménez, Valeria Delgado y Eduardo Montero. Finalmente, el jurado destacó con una mención de honor la participación de Lynn Gong, Ana Laura Sánchez, Sebastian Barrientos, Pamela Beine y Patrick Brandl.

Además, a los ganadores del primer lugar y a Soyfer les llegó una invitación para ser parte de un recital de ganadores, en la reconocida sala Carnegie Hall, de la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, el 6 de marzo.

Común denominador. En todos los ganadores por Costa Rica hay un común denominador: son estudiantes o exalumnos del Instituto Superior de Artes y de diversos programas de piano de la Universidad Nacional (UNA).

Alexandr Sklioutovski, director del instituto y catedrático de la UNA, aseguró sentirse satisfecho por el resultado; no obstante, para él lo valioso no son alcanzar primeros lugares o incluso una mención de honor, sino formar a los estudiantes, que tengan coraje, valentía de acudir a una competencia internacional y demostrar que en el país hay estudiantes fantásticos.

Ese coraje y pasión por el piano del que habla Sklioutovski se percibe al hablar con los ganadores; Valeria Delgado es un buen ejemplo. Ella, a sus 23 años, solo tiene en mente ser pianista, por eso aceptó el reto de participar por primera vez en el concurso.

Lynn Gong no escondió su felicidad, en especial porque con menos de un año de estudiar ya su labor fue premiada.

“Estudiar piano es difícil, pero uno lo logra porque es un reto”, aseguró la niña de 9 años.

Sebastian Barrientos tiene poco más de seis años de estudiar piano; a los 11 años está más que claro que llegar a ser un músico no será tarea fácil, pero su meta está clara: ser un pianista profesional.

Para el niño, el piano le suele otorgar muchos momentos felices; su mención honorífica es uno más en su lista.

Ver a su papá tocar el piano, sumado a lo dulce que resultó para ella ese sonido, fueron razones suficientes para que Ana Laura Sánchez pidiera, cuatro años atrás, estudiar piano. Hoy, a sus nueve años, ve logros importantes, como el reconocimiento que le hizo el jurado del American Protege.

Además, a pesar de su corta edad, ya sueña con seguir los pasos de Daniela Navarro, tica que actualmente estudia piano en Rusia.

Nacida en Rusia, pero desde hace un par de años residente y enamorada de Costa Rica, ella es Varvara Soyfer, de 8 años.

Por su premio e invitación, aseguró estar muy feliz. Para ella, el concurso representaba una forma de comenzar a acercarse a los escenarios y, en parte, a vivir el espíritu competitivo de un concurso.

Al igual que muchos de sus compañeros, Soyfer pasa varias horas al día estudiando.

Sabe que tarde o temprano su esfuerzo le permitirá uno de sus sueños: tocar un concierto completo junto a una orquesta sinfónica.

“Estaba, no, ¡estoy en shock!, no estaba pensando en que fuera a lograrlo y cuando me lo dijeron (que fue galardonada en el concurso) quedé muy emocionada”. Con esas palabras Pamela Beine, de 12 años, reaccionó al conocer el resultado.

Para ella, esas cinco horas de práctica, esas múltiples interpretaciones de la obra con la que participó, valieron la pena, en especial porque para ella esas 88 teclas son su forma de expresarse.