Iglesia de La Soledad se engalanó con ‘Las cuatro estaciones’

Con la famosa obra de Vivaldi, como plato principal, la Orquesta de Camara Terrassa 48 se lució en los interiores de la iglesia josefina

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Dulce acústica, dulce abrazo del pueblo. Este domingo la Orquesta de Cámara Terrassa 48, España, conquistó con su música cada rincón de la Iglesia de La Soledad.

Entre el blanco de sus paredes, adornos sacros y sus elegantes vidrieras, la agrupación catalana fundió su propuesta con el ceremonial templo y se hizo una sola unidad con entusiastas josefinos de todas las edades y estratos sociales.

Con finura y magistralidad, dentro del programa del Festival de Música BAC Credomatic 2018, la agrupación ibérica se coló entre dos misas dominicales para deleitar con piezas de Antonio Vivaldi, Johannes Brahms y Benjamin Britten, a una audiencia ávida de cultura musical.

“Esto es hermosísimo”, dijo doña Rafaela Fuentes, quien bolso al hombro y para no perderse el evento, se quedó en la iglesia luego de misa de 10 a.m.

“Yo me dije, de esta silla no me sacan y me quede a cuidar mi campo para el concierto”, confesó la señora mientras se reía con un poco pena. En al menos dos ocasiones había aplaudido a la orquesta antes de que terminaran de ejecutar la obra completa.

Ella y otros más, a pesar de las advertencias del presentador, cometieron el inocente error presas de la emoción. La iglesia estaba llena, expectante y feliz ante el honor de escuchar música de tan alto calibre.

La obra con la que se dio apertura al espectáculo fue una sinfonía del compositor alemán Johann Adolph Hasse, para luego dar paso a la que sería la pieza principal del repertorio: Las tres estaciones, de Vivaldi.

“Seleccionamos esta pieza porque es una música muy fresca que dibuja muy claramente muchos elementos naturales que cualquier persona es capaz de identificar. Además de que la partitura es un monumento musical”, dijo Quim Térmens, director de la orquesta.

Y tal como estaba anunciado, el espectáculo se hizo más nuestro cuando una costarricense saltó a escena. La violinista nacional María Lourdes Lobo se unió al grupo como solista, justo cuando Las cuatro estaciones de Vivaldi comenzaban a entrar al templo.

Una a una, cada estación climática fue llevando al espectador por un viaje sensorial único, impulsado mentalmente por las figuras literarias que iba pintando Jordi Antich, –director del Festival BAC Credomatic–, en cada una de sus intervenciones.

Lobo, muy segura de sí misma, fue contagiando al público con una intensidad musical tremenda a la hora de la ejecución. Arropada por sus coterráneos, que en desde las bancas la vieron tocar literalmente a su lado, la hicieron llenarse de energía.

Ojos cerrados, fuerza y pasión en sus movimientos se vieron y se sintieron juntos a la hora de cerrar el Concierto No.4 en fa menor Invierno. En ese instante Lobo lo dio todo y la Iglesia entera se lo reconoció con una tremenda ovación.

“Me encanta eso, tener a la gente cerca, porque siento la energía de la gente directamente. Yo siento que a la inversa yo le doy energía a ellos y eso nos ayuda a ambos”, dijo Lobo entre abrazos y sonrisas, pues decenas de espectadores se acercaron a felicitar personalmente a la solista.

La Orquesta de Cámara Terrasa, ya sin Lobo en escena, cerró su presentación con la Danza húngara 5.°, de Brahms. El público de pie despidió a los españoles con estruendoso aplauso, mientras en la sacristía ya se hacían los preparativos para la misa de mediodía.

Hasta el obispo José Manuel Garita, quien oficiaría la eucaristía, salió a echar un vistazo y de paso le regaló también una justa ovación a los españoles.