Festival Caricaco: Sinergia entre buena música y naturaleza

Conocido es que este festival de música reúne a roqueros, ¿pero qué sucede cuando es analizado desde los ojos de una salsera?

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Antes de todo, es válido hacer una aclaración: ni el rock ni sus subgéneros son mis preferidos. La música tropical y cortavenas, por el contrario, conforman el 80% de mi playlist en Spotify.

Dicho eso, comprenderán que festivales como el Caricaco o el extinto Rock Fest nunca estuvieron ni cerca de tener un lugar importante en mí (poco relevante) agenda... Hasta que, para hacer este artículo, tuve que viajar desde viernes hasta el domingo a Nosara, Guanacaste.

En este pueblo se realizó la sexta edición del Caricaco Music and Arts Festival, el cual reúne año tras año a algunas de las bandas ticas de rock más cotizadas.

Para quienes, como en mi caso, no estábamos familiarizados con el Caricaco, no sabíamos de lo que nos estábamos perdiendo. O, bueno, para explicar mejor: lo que no sabíamos era cuan eufórico sería el asunto porque sí teníamos la claridad de que habría muy buena música.

No en vano algunas de las bandas más importantes de la escena local estaban convocadas para la actividad. Sonámbulo, Ave Negra, Passiflora, Cocofunka, 424, Un Rojo, Alphabetics, Mumble Riot y The Chinese Beasts conformaban, junto al artista guanacasteco Patrick Cooke, el cartel.

No hace falta pasar metido en El Steinvorth, Amón Solar u otros recintos de estos, para reconocer que son grupos exportadores del rock nacional. Habría que ser un ermitaño para no saberlo.

Arranque de lujo. Por primera vez, el Caricaco se extendió durante tres días y se realizó en varias sedes: Eskina Skate Park y restaurante Solo Bueno, ambos en playa Guiones, y Finca Austria, en el centro de Nosara.

En ese primer recinto, las mezclas de los DJs Fran Soto y Fernando Melo tuvieron la tarea de prender el ánimo, pero no fue hasta el viernes cuando la fiesta estalló con Alphabetics y Sonámbulo.

Hubo gente que quiso aprovechar todo lo que tenía por ofrecer el Caricaco y a las 8 p. m. ya estaban en el Solo Bueno. Allí, matizaron durante dos horas con música electrónica porque el concierto comenzó a las 10 p. m.

Cuando unas 600 personas –entre vecinos, extranjeros y unos cuantos josefinos– estaban en el lugar, era tiempo de empezar. Alphabetics puso a bailar con su indie dance , pero también con algo inesperado como reggaetón.

Por problemas técnicos, el cantante Alejandro Pana Pacheco tuvo que entretener al público, por lo cual cantó Ay vamos , del reguetonero colombiano J Balvin.

La madrugada del sábado llegó con la música de Sonámbulo Psicotropical, que, como es usual, llevaron hasta el punto máximo la euforia de sus seguidores.

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Ahí, la congregación frente a la tarima fue mayor; la gente no paró de bailar ese pegajoso ritmo psicotropical ni dejó de corear las conocidas estrofas.

La presentación duró cerca de una hora (terminó a la 1 a. m. del sábado) y eso fue suficiente gasolina para que las decenas de almas desearan que las próximas 16 horas se pasaran rápido para poder disfrutar de la tercera y última fecha del Caricaco.

Libertad. Las canciones Bistek (Alphabetics), Soñábamos (424) y Like a Tree (Passiflora) andaban dando vueltas en mi cabeza. Escucharlas un par de veces me sirvió de calentamiento para lo que se vendría.

Eran pasadas las 4 p. m. del sábado. En la Finca Austria –sede del último día del festival–, un estadounidense le lanzaba un frisbee a un amigo.

¿Un disco volador? Sí, en el Caricaco se puede hacer de todo y él jugaba, mientras de fondo sonaba Mumble Riot.

En el Caricaco no todo es música. La gente –sentada en el césped– departió con sus amigos, mientras que frente al escenario no hubo gran convocatoria. Solo unas 20 personas matizaron con el grupo; entre ellos, sobresalió un muchacho con una camiseta alusiva a Mumble Riot, por lo cual era lógico que se supiera al dedillo todas sus canciones.

El sonido de la banda –que se nutre de la esencia del rock y blues – los puso en un mood de relajación total, que permitió entender el paraíso en el que estábamos situados.

No todos los días uno puede desconectarse del bullicio de San José y escuchar música en un valle rodeado de montañas y bosques, con aire puro.

La banda de rock Ave Negra no necesitó hacer mucho. Desde que aparecieron en la tarima, sus fanáticos emergieron de la nada y comenzaron a empujarse y patearse entre sí. La tentación de meterse en esa rueda era enorme, incluso para quienes no tenemos ni un poco de experiencia.

Fueron más valientes unas niñas, no mayores a los 10 años. No temieron nada y, como la seguridad no las dejó meterse a la rueda de adultos, hicieron una entre ellas. Cada vez que una caía al piso, todas estallaban de risa y se aprovechaban de ese mal momento para abalanzarse sobre la desafortunada.

En el trayecto de la entrada al área de conciertos, había un espacio para sentarse sobre cubos de paja. Por su ubicación, se convirtió en el lugar perfecto para tertuliar y lo era aún más porque la mayoría de asistentes se conocían: eran vecinos –nacionales y extranjeros– de Nosara.

Para ellos, era la tan esperada fiesta del pueblo.

Aún así, si llegaba algún desconocido, lo hacían sentir como en casa y lo digo por experiencia propia.

Varios lugareños con sonrisa en mano me convidaron una cerveza o una bailadita al ritmo de Like a Tree , de Passiflora.

Crisis existencial: no es salsa, no es merengue, mucho menos bachata. “¿Cómo bailo eso?”, le pregunté al español César. Él respondió: “No sé bien. Yo solo he dejado que mis brazos se dejen llevar por la música y estamos hechos. ¡Hazlo!”.

En medio de las clases intensivas de gypsy folk hubo que capearse otros objetos; esta vez, fue una bola de playa.

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Para ese momento, cerca de las 8 p. m., había unas 600 personas en una finca que bien podría albergar a miles. El sentido de libertad que priva en el Caricaco hizo que todas las personas estuvieran dispersas, lo cual afectó la convocatoria que los grupos pretendían frente a la tarima.

El espacio también fue ventaja. Si bien es cierto que todos estábamos ahí por una sola razón (escuchar música), también teníamos tiempo para ver otras expresiones artísticas.

Una muchacha tomó un hula hula y bailó al ritmo de 424. Tenía una habilidad que obligaba a verla. Cuando terminó, le aplaudieron. “Hubiera traído un sombrero, hago un acto de estos y pido plata”, reflexionó Marisela Roldán. “No, no es cierto. Es jodiendo”, agregó.

Se vive y se siente. La noche avanzaba y podría pensarse que mi falta de experiencia me salía cara. Pero no, el cansancio hizo mella también en las demás personas: algunas parejas ya dormían en el césped.

No es para menos; teníamos seis horas de bailar y parecía prudente hacer una pausa; sin embargo, Cocofunka hizo añicos cualquier plan de sosiego.

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Mientras el bailongo se armaba con la banda de funk, también saltaba a la vista que en el Caricaco los mismos músicos disfrutaban en el escenario.

Un ejemplo de esto es el guitarrista de Alphabetics y parte de The Chinese Beasts, Javier Beastie Sánchez. En todo momento estuvo entregado al baile, pero cuando Cocofunka tocó Groovy montó hasta una coreografía. Puño al aire. Dos pasos a la izquierda. Dos a la derecha. Va de nuevo. Detrás de Sánchez, un grupo de muchachas lo seguía fielmente y él ni se percató de eso.

Ya la noche dejaba de serlo para darle paso a la madrugada cuando Un Rojo remató la jornada con reggae . Aunque era de los platos fuertes, a la medianoche del domingo, ya alguna gente había abandonado la finca. La maratónica actividad les había pasado factura.

De todas formas, los ánimos estaban en su apogeo; ni una breve llovizna calmó el hermoso desorden que había.

La pelota que casi nos golpea durante la presentación de Passiflora, volvió a volar; mientras que a unos cuantos metros de distancia de la tarima un malabarista hacía piruetas con fuego. Así se pasaron rápido las casi dos horas que tocó Un Rojo.

Los integrantes del grupo se bajaron de la tarima a las 2 p. m. del domingo y, con ellos, partieron muchos de los asistentes. Aún quedaban sobrevivientes con bastante energía y por eso terminaron de darle duro con las grandiosas mezclas de The Chinese Beasts.

En el caso de quien escribe, su afición salsera-merengue no cambiará; sin embargo, Alphabetics, Passiflora y Cocofunka ya forman parte de mi playlist en Spotify y el Caricaco ya tiene ganado un espacio en mi agenda.