Eurovisión comienza con una auténtica lluvia de lentejuelas en Viena

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Una auténtica lluvia de lentejuelas cayó este sábado de noche sobre Viena, augusta capital de la música clásica, con una inauguración espectacular del 60º Festival de Eurovisión.

La diva barbuda austríaca Conchita Wurst, quien obtuvo el trono de este certamen 'kitsch' de la canción ligera en su edición anterior, inició la gala suspendida en el aire con hilos invisibles. Después alternó con las presentadoras, un coro de niños y finalmente con los 27 candidatos en liza.

El ambiente del certamen, organizado por la cadena pública austríaca ÖRF en el Stadthalle, es, como cada año, electrizante y festivo. El escenario tiene la forma de un enorme ojo de 44 metros de largo por 15 de altura.

¿Quién sucederá a Conchita? El cantante sueco Mans Zelmerlow es el candidato de los apostantes para coronarse rey de la canción ligera en 2015, por delante de la candidata rusa Polina Gagarina y el conjunto italiano Il Volo.

El australiano Guy Sebastian, vencedor del concurso de telerrealidad Australian Idol, y el belga Loïc Nottet siguen de cerca al trío.

La candidata española Edurne intentará con "Amanecer" vencer en este certamen, que se le resiste a España desde la victoria de Salomé en 1969 compartida con Reino Unido, Holanda y Francia.

La elección del vencedor contará a partes iguales con el voto del público y con el de jurados profesionales, quienes no podrán votar al candidato de su país.

Conchita Wurst abrió la velada sobrevolando la sala hasta el escenario.

El travesti austríaco, vencedor en 2014 con su tema "Rise like a Phoenix", volverá a aparecer de nuevo para entrevistar a cada uno de los candidatos al término de su actuación.

A diferencia de muchos vencedores de Eurovisión, rápidamente olvidados, la diva barbuda consiguió mantenerse en el candelero desde su victoria en Copenhague.

Los admiradores se mantienen fieles a Conchita, pero sus detractores tampoco la olvidan. El patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa Cirilo espera una derrota de Rusia en Eurovisión para evitar así una invasión de "mujeres cantantes con barba" en el país el próximo año.

En 60 ediciones, Eurovisión ha visto desfilar desde canciones más clásicas a composiciones más ligeras, que intentan jugar la carta del buen humor e incluso de la ironía.

Y los aspirantes estrafalarios se suman cada año a este espectáculo chispeante entremezclados con reivindicaciones geopolíticas entre las bambalinas del concurso oficialmente "apolítico".

Si el año pasado, en plena crisis ucraniana, las candidatas rusas recibieron un rotundo silbido, la reivindicación en Viena llegará de la mano de Armenia, cuyos candidatos intentarán transmitir al público el recuerdo del genocidio armenio de 1915.

La celebración de la final costará casi 37 millones de euros, abonados en gran parte por la televisión pública austríaca y el ayuntamiento de Viena.

Además de la publicidad, la capital austríaca conservará una simbólica huella del paso del espectáculo.

Los 120 semáforos con siluetas de parejas homosexuales y heterosexuales, instalados hace algunos días como un guiño al festival, no se retirarán al término del certamen gracias a una petición firmada por 20.000 usuarios de la red social Facebook.