En el camerino todo fue trabajo

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Un cuarto con una vieja lavadora, con unas telas para dar algo de intimidad y una mesa pequeña con algunos bocadillos, ese fue el camerino de Gandhi.

No hubo pompa ni fanáticas que los esperan para darles el beso de la buena suerte previo al concierto, porque el camerino es para estos cuatro músicos una zona de trabajo duro.

Mássimo Hernández fue el primero en llegar. No es de muchas palabras; prefiere sentarse con su metrónomo y baquetas en mano para practicar.

Luego, aparecieron los demás; Luis Montalbert-Smith fue cambiarse y, aunque no le gusta mucho hablar antes de salir al escenario, cuenta que a lo largo de los años aprendió a ser cada vez más puntual.

De ellos, el menos presuroso fue Abel Guier. Con una de esas bebidas de malta y lúpulo en la mano para refrescarse, cuenta que el espacio del camerino para Gandhi siempre es un espacio para trabajar.

“Esto que ves es lo que pasa siempre. Dependiendo del concierto, hay ansiedad, pero no nervios”, dijo el bajista Guier.

Los bocadillos en la mesa siguen intactos. Eran las 9:05 p. m.; apenas hay tiempo para posar para unas fotos de prensa y firmar una guitarra para una promoción.

Guier añade, con una pequeña sonrisa, que en el pasado ver que llegaba la hora de salir al escenario y que Luis no llegaba era de lo que más les preocupaba. Sin embargo, por suerte, no fue el caso de ayer.

Finalmente, la banda pidió un momento a solas entre los cuatro y a tocar rock .