Del vals del Danubio a las fiestas mexicanas, con los Niños Cantores de Viena

Concierto gratuito Plaza Tempo de Escazú recibió una sorpresa musical con el repertorio internacional de los célebres Niños Cantores

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Los chicos están acostumbrados a esto. Fuera del camerino de puertas de vidrio donde se preparan, una tienda desocupada en Plaza Tempo, los esperan cientos de personas que luchan por encontrar un buen espacio frente al pequeño escenario.

Con bebés sobre los hombros y estrechándose entre los pasillos, las familias se apretujan para encontrar cualquier espacio que les permita verlos. Para los 24 niños protagonistas, es una noche como otras, que ya no intimida: siempre los saludan multitudes.

Los Niños Cantores de Viena son una institución, una referencia grabada en la imaginación de los amantes de la música con la ternura de angelicales voces masculinas. Son chicos de entre 10 y 14 años que viajan por el mundo regalando su don; su mayor escuela es vivir de gira hasta tres meses al año.

“Al principio, me intimidaban mucho los conciertos, pero ahora ya llevo tres años en el coro y me he acostumbrado”, cuenta Tristan Hartl, de 14 años. Como otros jóvenes, llegó emocionado, tras una audición exigente, a una vida donde la música acapara todo.

En Viena, los niños pasan ensayan de dos a tres horas por día, perfeccionando su voz. Su director, Oliver Stech, se convierte en el padre adoptivo que los lleva por todos los países entre paseos, conciertos en teatros y conciertos como el de Plaza Tempo: presentaciones masivas ante un público ansioso de deleitarse con su privilegiada voz.

Calor. Los niños dejan atrás sus sombreros, partituras, libros y cartas de juego para adentrarse en la multitud que se aglomera en medio del centro comercial. 600 sillas son poquísimas para quienes llegan. Esta noche, deleitarán a su audiencia con piezas de Mozart, Schubert, Haydn y otros clásicos.

Sin embargo, su repertorio no se queda en lo tradicional. “Seguimos el río Danubio musicalmente”, comenta Stech. Aún van más lejos: de canciones folclóricas del centro de Europa saltan con grácil talento a extractos de películas como The Sound of Music ( La novicia rebelde ) y monumentos de la música latinoamericana como Cielito lindo.

¿Cómo es vivir con las maletas siempre listas siendo tan joven? “Es muy padre porque podemos viajar mucho y conocer todos los países”, dice el mexicano Antonio López Ríos. A él lo acompañan chicos de Rusia, Eslovaquia, Japón, Estados Unidos y Rumania. Dos de cada tres chicos del coro sí son austriacos.

En su vida normal, pasan de dos a tres horas por día ensayando. “Se acostumbran bien a esta rutina; se acostumbran a ser autosuficientes”, dice Stech. “Son jóvenes, pero saben manejar sus vidas. Es importante que lo hagan porque tienen un horario muy estricto”, añade.

La disciplina paga. El público recibe cálidamente cada pirueta vocal, las delicadas interpretaciones de melodías clásicas y los inesperados bailes tradicionales austriacos que complementan el espectáculo. Todos quieren fotos con los niños. “¡Precioso! ¡Divino!”, los felicitan mientras caminan de vuelta a su camerino, entre la multitud.

Cada año se conforma de nuevo el coro. La voz de cada niño evoluciona. Los Niños Cantores de Viena siempre cambian, pero conservan su célebre vivacidad musical.