De oficio músico del pueblo

Víctor Hugo Berrocal lleva una vida como trompetista, arreglista y compositor de canciones tan famosas como Alajuelita y obras sinfónicas como Limón por siempre

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Cuando el bolero Quédate amor sonó en los parlantes de su computadora, sus ojos brillaron con más intensidad. Era en parte la nostalgia de verse junto al grupo Sus Diamantes, en el video del programa Las estrellas se reúnen.

Pero también resultó especial para Víctor Hugo Berrocal escuchar una de las muchas canciones que compuso en su larga carrera y que aún hoy sigue inspirando e invitando a muchos a bailar.

Youtube le sirve como herramienta para recordar otra de sus composiciones recientes El mambo de la big big big, porque este prolífico artista no se quedó viviendo de glorias pasadas, como su popular Alajuelita –aquella de Alajuelita tu eres mi cantón, cantón...–, que también grabó Sus Diamantes.

Por esa carrera de varias décadas tocando trompeta, haciendo arreglos para grupos populares, bandas sinfónicas y hasta para la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), es que el 29 de mayo la Asociación de Compositores y Autores Musicales (ACAM) le entregará el Premio Ricardo Reca Mora 2012, por una vida dedicada a la creación musical.

La noticia se la hicieron llegar por correo electrónico. Con su usual espíritu alegre recordó la respuesta que les envió a los responsables de ACAM: “¿No estarán equivocados?”, pero a vuelta de correo le reconfirmaron que era el ganador del Reca Mora.

“Quedé contentísimo con el anuncio del premio. Todo el esfuerzo de estos años no es en vano cuando llega un premio tan importante”, explicó.

Sus logros son muchos y en diversos campos de la música. Como testimonio de que es cierto y para no ser él quien lo afirme, en cuestión de minutos muestra en su casa, en Curridabat, parte de su colección de discos de acetato y discos compactos, donde aparecen canciones como Quédate amor, grabada por La Internacional Sonora Santanera ; o los éxitos La cuñada y Comprometido, de la agrupación Sus Diamantes. En cada uno de estos fonogramas se lee: Letra y música Víctor Hugo Berrocal.

Además de una colección de fotografías de una época en que viajó por Suramérica.

También de los días en que era músico de estudio para las compañías Indica y CBS, con las que grabó las trompetas para muchos grupos nacionales y del Istmo. Sin dejar pasar los años en que fue el director de la Banda Nacional de San José, de la Dirección General de Bandas .

No obstante al preguntarle cómo se define a sí mismo, luego de hacer tan distintas labores, no tiene que pensarlo, simplemente responde: “¡mi oficio es ser músico!”.

Aventurero inquieto. El destino tiene caminos llenos de aventura para Berrocal. De niño deseaba ser doctor, para tratar de ayudar a aliviar tanto dolor en las personas, pero la música esperaba por él.

El viaje comenzó un día a sus 11 años, en la barbería de su padre, en Curridabat. Más como broma que en serio el barbero del pueblo le dijo a Epifanío Sánchez Alfaro, director de la Filarmonía de Curridabat: “Por qué no se lleva este carajillo, para que aprenda algo bueno”.

Con una sonrisa, Berrocal recuerda que ese mismo día recibió la primera clase. Deseaba tocar la trompeta, pero Sánchez Alfaro consideró que le sería muy difícil y lo puso a tocar el alto mi bemol (instrumento similar una tuba pequeña).

“No me quedé con el clavo y convencí al maestro de la filarmonía para que me enseñara trompeta”, dijo entre carcajadas.

Sus clases avanzaron y ya a los 13 años tenía un ritmo de vida distinto al de sus compañeros del Liceo Vargas Calvo. Mientras muchos ocupaban sus noches para escuchar radio, él salía a tocar junto al Mariachi Costa Rica.

En las actividades de inauguración de Televisora de Costa Rica participó junto al mariachi. Cuando estaba por regresar a su casa junto a su madre Leticia Montoya, un desconocido les preguntó dónde estudiaba.

Este personaje era el maestro Arnoldo Herrera, quien los invitó a que fueran a La Sabana para realizar una prueba en el nuevo Conservatorio de Castella . Lo aceptaron y por los siguientes años se convirtió en su centro de estudios.

Fue una época que de solo recordarla sonríe de felicidad, aunque le ocultaba al Maestro Herrera que tocaba música popular, porque no era bien visto por el estricto profesor.

La gran aventura de su vida comenzó a sus 17 años, cuando el mariachi fue contratado por el Circo Norteamericano de Fieras. El trabajo del conjunto era entretener al público que acudía a la carpa, en Plaza González Víquez, mientras armaban la jaula de los leones.

Les ofrecieron seguir con los artistas por su gira en Panamá y no lo pensó dos veces, tampoco le preocupó abandonar las clases en décimo año en el Castella. Luego de que sus padres le tramitaron los permisos necesarios, viajó a Panamá, donde recorrió parte del país.

Al tiempo, sus colegas se regresaron porque tenían mal de patria, pero Berrocal estaba tan entusiasmado que pasó a formar parte de una pequeña banda del circo. Así recorrió Colombia, Ecuador y Perú, luego abandonó la caravana circense y se regresó a Colombia para unirse a algún grupo.

Con algo de dinero en la bolsa y su trompeta llegó a Cali, donde topó con suerte y lo invitaron a tocar junto a una sonora, en la Feria de la Caña. Así se la pasó varios meses entre grupos, hasta que sintió que era momento de regresar.

Un año después volvió a la secundaria, donde, según recuerda, fue tratado como un hijo pródigo y muchos compañeros lo admiraban por su espíritu aventurero.

“Cuando regresé, se regó la bola que venía de tocar con varias de las mejores orquestas de Suramérica, que estuve en Venezuela, lo que era falso. Me empezaron a llamar de conjuntos. Estudiaba de día y tocaba de noche, lo que me hizo acumular muchas llegadas tardías a clases”, explicó el artista.

Cursó quinto año, pero no concluyó el bachillerato, la música era más seductora. Sintió que era más lo que podía aprender de los músicos de las orquestas, que en clases y se metió de lleno a la música.

Rivera Musical, de Alajuela, fue uno de los primeros grupos con los que estuvo. Luego de ahí la lista es amplia: Los Álamos, Taboga y, desde luego, Sus Diamantes, entre otros.

Al tiempo comenzó a probar suerte haciendo los arreglos de las canciones de moda para tocarlas en los bailes. Hasta que un día ya no había nueva música, eso lo motivó a intentar componer una canción.

Fue así como nació El camino embrujado y La cuñada. Al principio tenía que rogarle a los músicos que probaran tocar una de sus canciones, pero no despertaban interés.

Cuando finalmente lo hicieron y estas gustaron al público en los salones, eran los mismos músicos los que le pedían nuevas piezas, porque eso hizo de Sus Diamantes un grupo diferente a los demás.

Desde sus 18 años y hasta los 36, no paró de tocar, de grabar y componer. También fue el creador y director de la Orquesta Baila Verano, que tocaba en el programa de televisión Fabulosos Sábados, que conducía entre otros Leonardo Perucci y por el que desfilaron desde la agrupación Los Chicos, hasta Alberto Cortez y Raphael.

Cambio radical. En 1986 la Dirección Nacional de Bandas le ofreció la oportunidad de sumarse a las filas de la Banda Nacional de San José y, como estaba acostumbrado a una vida bien complicada, siguió con ambos trabajos.

“Estando con la Banda de San José me di cuenta de que solo tocarle al público música clásica los aburría, pensé que algunas piezas bien instrumentadas podían ser aceptadas y comencé a hacerlo”, agregó.

Fue una época en que comenzó a agotarse de la vida nocturna, del humo de cigarro de los salones y paulatinamente dejó a las agrupaciones bailables.

Con el paso de los años fue más allá de solo arreglar temas populares, como Caballito nicoyano, pasó a componer obras para banda.

Fue así como nacieron el Concierto para flauta traversa banda sinfónica también llamado Flauta alegre; El chico del guayabal; Concierto para clarinete en Do y banda sinfónica y A Limón por Turrialba para banda sinfónica y Trompetica, entre muchas otras.

Con las décadas de trabajo el músico agradece premios como el que le otorgará ACAM, pero él tiene otros premios que valora tanto o hasta más.

“Recibo premios todos los días de mi vida, como los músicos de una banda que me reciben contentos para que yo los dirija, que me lleven frutas los habitantes de un cantón donde damos un concierto, o escuchar el aplauso del público”, finalizó el artista conocido por sus amigos como Periquín, aunque confesó que no le encanta.

No obstante, nunca se quejó del apodo de juventud por temor a que le pusieran uno más feo.

Aunque confiesa que le ha traído algunas cosas buenas, como que músicos lo recuerden más fácilmente y eso se traduce en difusión de sus obras.