Crítica de música: Pasión tardía

Beneficio. Versiones en concierto de teatro lírico brindan ventajas.

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No pocas veces he sugerido la conveniencia para la Compañía Lírica Nacional (CLN) de ofrecer versiones en concierto de obras dramático-musicales. Por un lado, los costos se reducen considerablemente, lo que hace posible varias presentaciones anuales de distintos títulos, en vez de uno solo.

Al mismo tiempo, de ese modo se da oportunidad a los cantantes nacionales de extender su repertorio y foguearse más seguido, así como al público de conocer diferentes géneros y obras de teatro lírico, aparte de las cuatro o cinco óperas consuetudinarias en los escenarios costarricenses.

La ausencia de una sana y coherente estrategia de repertorio de parte de la CLN se ha debido, mayormente, al diletantismo que ha campeado en su gestión, a menudo a cargo de cantantes con interés de figurar en los montajes y, más grave aún, a la falta de metas claras en la política cultural del Estado.

Más bien ha sido la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) la que ha incursionado en presentaciones en concierto del repertorio lírico infrecuente aquí, como fue el caso en las postrimerías de la titularidad del maestro Irwin Hoffman, hace algo más de una década, con la ópera El castillo de Barba Azul , de Bartók, y con la extensa última escena de La valquiria , segunda jornada de la tetralogía El anillo del nibelungo , de Wagner.

Asimismo, en la temporada oficial de la OSN del 2010, se ofreció un programa de selecciones de zarzuelas, con la participación de cantantes nacionales y españoles, y la dirección del maestro español Luis Remartínez.

En el décimo concierto de la temporada oficial, el viernes 3, en el Teatro Nacional (TN), el maestro Remartínez de nuevo tomó la batuta frente a la OSN para la presentación en concierto de la zarzuela Los gavilanes, con la participación de un elenco nacional formado por el barítono Fitzgerald Ramos, las sopranos Sofía Corrales y María Antonieta Guzmán, y el tenor Ono Mora en los papeles principales.

Estrenada con mucho éxito en el madrileño Teatro de la Zarzuela a fines de 1923, Los gavilanes es poco representada hoy. Aquí, la CLN estrenó la obra en 1985, en una puesta en escena completa dirigida por este servidor.

Anécdota. Ya cincuentón, Juan (Ramos), el indiano (llaman así en su tierra al español que vuelve rico de América), retorna a la aldea natal que abandonó de joven tras sufrir una decepción amorosa, con la idea de reencontrar a su antigua novia, Adriana (Guzmán), pero es cautivado por la belleza de Rosaura (Corrales), hija de esta, que es pretendida por Gustavo (Mora), a quien ella corresponde.

No obstante, “rico y poderoso”, Juan constriñe el compromiso de la joven, ante el escándalo de todos, pero renuncia de su empeño cuando se da cuenta del amor que Rosaura y Gustavo se profesan.

Elenco. Los cantantes mantuvieron un desempeño vocal descollante. El barítono Fitzgerald Ramos se encuentra en su mejor momento: plante firme en escena, registros recios y entonados, proyección potente, graduado control dinámico, timbre de voz hermoso.

No menos gratas me parecieron la voz y la apariencia de Sofía Corrales: a su atractiva presencia escénica la joven soprano suma agudos cristalinos, alcance de la proyección, afinación justa. Por igual, los timbres dulces y la emisión tersa del tenor lírico Ono Mora halagaron el oído. Después de un alejamiento prolongado de las tablas, la voz de María Antonieta Guzmán todavía no encuentra la comodidad de su antigua condición, pero el desempeño de la soprano se mantuvo decoroso.

En papeles menores, Erika Phillips, Marcela Lizano, Steve Chaves y Gabriel Blanco completaron el reparto de manera aceptable. Como narrador, José Manuel Aguilar describió la acción e hilvanó las escenas de modo fluido.

Muy encomiable me pareció la actuación del Coro Sinfónico Nacional, de nuevo preparado con esmero por su director, maestro Ramiro A. Ramírez: el ataque resuelto, el sonido amplio, robusto y modulado.

El maestro Luis Remartínez y la OSN también alcanzaron un nivel sobresaliente de rendimiento y, a lo largo de la función, el público, algo menos numeroso de lo usual, premió las intervenciones de todo el elenco con fuertes aplausos que, al final, se convirtieron en ovación.