Crítica de música: Desempeño superlativo

Tradición. El conjunto tiene sede en la iglesia donde Vivaldi interpretaba su música

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

A partir de la década de 1950, las obras de los compositores del barroco musical, período histórico que abarca aproximadamente de 1600 a 1750, experimentaron un auge notable en popularidad entre los amantes de la música de arte.

Principal entre los compositores que recobraron su antigua fama se encuentra el veneciano Antonio Vivaldi (1678-1741) y, entre su prolífica producción, Las cuatro estaciones, opus 8, destaca como favorita del gran público.

Se trata de una colección de cuatro conciertos para violín, cuerdas y continuo, compuestos en 1723, cuyas texturas instrumentales evocan el clima de los distintos tiempos del año.

Primera mitad. Las cuatro estaciones formaron la parte inicial de la única presentación en el país, el jueves 20, en el Auditorio Nacional, del conjunto Interpreti veneziani, integrado por cinco violines, viola, violonchelo, contrabajo y clavecín.

Legatarios de una vetusta tradición musical, la estética interpretativa de la agrupación, en cuanto a fraseo, ritmo, sonoridad, dinámica, está más próxima a la de conjuntos como I Musici, uno de los pioneros en la difusión del repertorio barroco en la segunda mitad del siglo XX, que a la de ensambles más recientes, como Il giardino armonico que, valiéndose de los hallazgos de los estudios musicológicos actuales, buscan un acercamiento más “auténtico” a la práctica interpretativa prevalente durante el período barroco.

En todo caso, como conjunto, los Interpreti veneziani exhibieron una integración instrumental impecable; frases redondeadas con esmero; sonido sedoso y templado; prontitud rítmica y gráciles matices dinámicos.

Asimismo, los solistas que se turnaron en Las cuatro estaciones alcanzaron un desempeño musical superlativo, sustentado por su acendrada pericia técnica: Federico Braga, en La primavera; Sebastiano Maria Vianello, en El verano; Pietro Talamini, en El otoño; Guglielmo De Stasio, en El invierno.

Segunda mitad. Pasado el intermedio, los Interpreti veneziani moldearon una lectura vivaz y deleitable del Fandango, del toscano Luigi Boccherini (1743-1805), principal exponente de la música instrumental italiana durante el período del clasicismo vienés.

Después de su muerte, la abundante obra de Boccherini cayó en el olvido, pero ha tenido un resurgimiento considerable en los últimos decenios, en especial su música de cámara.

Luigi Boccherini residió largo tiempo en España y la música española influenció su estilo. El conocido Fandango forma parte de su Quinteto en re mayor para guitarra y cuerdas, cuarto de nueve escritos para esa combinación en la década de 1770.

Siguió una versión precisa y desenvuelta del Concierto grosso en re menor, para dos violines, violonchelo, cuerdas y clavicémbalo, del anglo-alemán Georg Friedrich Haendel (1685- 1759), décimo de la serie de 12 concerti grossi compuesta en 1739 y publicada posteriormente como su opus 6.

Para finalizar, Nicola Granillo mostró dotes de virtuoso como solista en la asombrosa ejecución que forjó de La Campanella, arreglo para violín y cuerdas del famoso rondó que concluye el Concierto N° 2 en si menor, para violín y orquesta, de Niccolò Paganini (1782-1840).

En la versión, la campanilla que da nombre a la pieza fue sustituida por el triángulo. La composición original data de 1826.

Fuera de programa, los Interpreti veneziani complacieron al público numeroso, que aplaudía de manera entusiasmada, con los movimientos conclusivos del Concierto para violín, viola, violonchelo y cuerdas y del Concierto para dos violines y cuerdas, ambos de Antonio Vivaldi.