Bob Dylan mostró toda su grandeza en Costa Rica

Con un público multigeneracional y multicultural, el legendario artista entregó una histórica lección musical en la que hizo un recorrido por cinco décadas de carrera.

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Nunca, esa fue la palabra que desapareció anoche y para siempre del vocabulario de quienes soñaban algún día con poder ver aquí en vivo al maestro Bob Dylan.

La espera de más de 50 años acabó anoche cuando el llamado poeta del rock salió al escenario del Palacio de los Deportes, en Heredia, a las 7:57 p.m.

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Como ha sido habitual en los últimos conciertos de su gira interminable, abrió el espectáculo con Leopard-Skin Pill-Box Hat, tema de 1966 y que es una sátira en contra del afán consumista moderno.

Como toda una leyenda viviente que es, el público se puso de pie para recibirlo entre aplausos y gritos.

Los más ilusionados y aún incrédulos se abrazaron y empezaron a bailar al ritmo del tema. Sin duda, era una noche para celebrar.

Vestido con su característico saco negro, pantalón del mismo color y un sombrero, era innegable que el ídolo estaba por primera vez ante los ojos de los ticos en lo que fue su primera actuación en suelo centroamericano.

Una luz colocada al frente del escenario dibujó las sombras de Dylan y sus músicos en las telas colocadas al fondo creando una atmósfera más dramática.

Detrás de su teclado, el dotado compositor estremeció la piel de sus fans que no lograron llenar el lugar por completo, aún cuando había revendedores afuera ofreciendo entradas a un precio menor al oficial.

El recorrido por más de cinco décadas de trayectoria siguió con Don’t Think Twice it’s Alright, tema que interpretó al frente del escenario con su guitarra en manos.

El tenerlo más cerca provocó gritos de nuevo entre sus seguidores a quienes les regaló Beyond Here Lies Nothin de su álbum de 2009 Together Through Life .

Su áspera voz también era señal inequívoca de su presencia. El tiempo la ha vuelto más tosca aún, pero esa es parte de su figura.

Uno de los momentos más celebrados de la noche fue cuando llegó el turno de Tangled Up in Blue , la cual llegó totalmente transformada. Pero cuando Bob Dylan sacó por primera vez su armónica y la tocó, el Palacio estalló en euforia.

Summer Days , la hermosa Not Dark Yet y Jolene siguieron para recordar algunos temas de más reciente factura mezclados con clásicos infaltables como A Hard Rain's A-Gonna Fall.

Con The Lonesome Death Of Hattie Carroll se vivió un momento más íntimo: la mayoría de los asistentes optó por sentarse y escuchar el intenso tema que culminó con una fuerte ovación.

De inmediato llegó una canción que levantó de nuevo el ánimo y puso a bailar a varios como es Highway 61 Revisited , del álbum del mismo nombre publicado en 1965.

Dylan pasó la mayor parte del show detrás de su teclado y concentrado en hacer su arte sin interactuar mucho con el público, como es habitual en sus presentaciones.

Love Sick y Thunder of the Mountain fueron una clara muestra de cómo su música ha nutrido a través de los años a distintos géneros que van desde el blues , hasta el country y, por supuesto, el rock .

Nuevamente el recinto vibró con Ballad of a Thin Man , en la que el estadounidense entregó una magistral interpretación que fue agradecida por el público que lo aplaudió de pie.

Ni siquiera hicieron intento de volver a sentarse ya que de inmediato empezó a sonar su clásico Like a Rolling Stone , considerada pieza fundamental de la historia del rock y que trajo locura al lugar.

Presentó a sus músicos y se despidió con otro de sus temas más conocidos All Along the Watchtower , que tiene el honor de ser el tema que más veces ha tocado en vivo durante todas su carrera, con más de 2.000 ocasiones.

El cantautor abandonó el escenario a las 9:33 p. m. y empezaron de una vez los gritos de “¡otra, otra!”. Tras unos breves minutos, volvió para entregar dos temas más. El primero fue Rainy Day Women #12 & 35 y cerró con una casi irreconocible Blowin’ in the Wind, que desató una vez más las pasiones.

Dylan se colocó al centro del escenario, acuerpado con su banda y agradeció las muestras de cariño y admiración, antes de desaparecer para siempre, con toda su grandeza, a las 9:44 p. m.

El concierto sirvió además como un encuentro de generaciones y de culturas. Algunos veinteañeros dejaron en evidencia el alcance de la música del astro.

La prensa que llegó al lugar se topó con la desagradable sorpresa de que la producción del artista había desautorizado el ingreso de cámaras al recinto, por lo que algunos se devolvieron del lugar sin poder hacer su trabajo.

No obstante, este medio obtuvo autorización de la producción ya que la publicación se haría hoy mismo y no se podían esperar a las fotos que entregarían hasta hoy. Solo se autorizó a hacer tomas de lejos y únicamente en el primer tema.