Así se vivieron los Grammy Latinos... desde adentro

Gran ambiente Las entregas de premios están hechas para verse por televisión. Sin embargo, desde las butacas, la gente se la pasa bastante bien

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Las Vegas , Nevada. “Aplausos”, decía la grandilocuente voz del Gran Hermano que dominaba el recinto. Y, obediente, aquel gentío hacía caso, llenando el lugar de palmas y vítores justo a tiempo para ser escuchados por millones de televidentes. Y es que, como cualquier entrega de premios que se respete, los Grammy Latinos están ideados como una criatura televisiva.

Sin embargo, los miles de asistentes la noche del jueves al centro de convenciones del hotel Mandalay Bay, en Las Vegas, tampoco se pueden quejar, que muy bien se la pasaron durante las más de dos horas que duró la ceremonia de reconocimiento a lo más destacado de la música latina del año, con el privilegio de ver por dentro cómo es que se logra combinar en un mismo escenario a cientos de músicos, bailarines, técnicos y ayudantes sin que nadie colapse en el intento.

La distribución es lógica y jerárquica: en el primer nivel, los asientos más cercanos al escenario están reservados para los artistas más conocidos, los imanes del rating , los ganadores previsibles de los galardones más importantes de la noche: ahí estaban Marc Anthony, Carlos Vives, Santana, Alejandro Sanz, la nueva Miss Universo y el galán de la telenovela de moda en Univisión. Unas filas detrás, los que no son tan grandes pero ya llaman la atención, tipo Alex Cuba, y de ahí para atrás los nominados de las categorías Clase B (las que no se televisan).

En las graderías se ubican los invitados y ya en los pisos superiores la fanaticada de hueso colorado, la misma que invirtió varios cientos de dólares para garantizarse un tiquete para estar codo a codo con sus ídolos (también había a la venta boletos para los niveles inferiores, a precios nada módicos).

Los otros Grammy. Decir que las categorías cuyos ganadores no se anuncian por televisión son Clase B no es cuento: la disparidad en la atención que reciben es brutal. Si bien son decenas de categorías que los Grammy Latinos reconocen anualmente, solo una porción pequeña y llamativa es la que se emite por el prime time , mientras que el resto se reparte en un acto sobrio, sin mucho protocolo y casi que para salir del paso.

Fue en la tarde, un par de horas antes del gran show mediático, que se intentó entregar las estatuillas menos destellantes en otro salón del Mandalay. Se intentó porque muy pocos de los ganadores de dichas categorías estaban presentes, si acaso solo aquellos de nombre ya consolidado, como Natalia Lafourcade y Bajofondo, estos últimos con la extraña coincidencia de ganar tanto el Grammy Latino al mejor disco instrumental como también a la mejor canción alternativa, gracias al mismo material.

De este segmento lo más rescatable fue el reconocimiento a la banda venezolana La Vida Boheme. Su premio como mejor disco de rock viene a redondear un año fenomenal, en el que se le vio insertarse como un nombre de respeto en la escena alternativa, especialmente tras su muy aplaudida presentación en el festival Austin City Limits 2012 (mismo en el que también estuvieron los costarricenses de Sonámbulo).

En contraste, la música brasileña anduvo de capa caída en Las Vegas. El portugués es, para efectos de la Academia, el hermano menor en esta velada, lo cual se nota en la ausencia de artistas de ese idioma entre los actos a presentarse en la transmisión. Por eso, no extraña que, en el modesto acto de la tarde, solo uno de los ganadores brasileños subiera a recibir su premio. Los demás, como el gigante Roberto Carlos, dejaron a la presentadora con cara de congoja y la promesa de hacerles llegar el reconocimiento más adelante.

A esta apática premiación previa se sumó la lluvia, que tomó a Las Vegas por sorpresa y frustró la destellante entrada de las estrellas por la alfombra verde. Hecho una sopa, el camino por el cual estaba previsto que pasaran los más grandes quedó abandonado y a las cadenas de televisión no les quedó otra que improvisar y transmitir entrevistas pregrabadas.

Así, todas las apuestas quedaron en lo que sucediera dentro del centro de convenciones.

Premios para todos. La ceremonia que toda Latinoamérica vio por televisión está medida en todos sus detalles para ser efectiva: el menú incluyó a los artistas más llamativos, a los más queridos, a los que la gente adora.

La Academia lo sabe y por eso quedó bien con todos: un premio al menos para cada uno de los consentidos. Esto dio oportunidad de que Marc Anthony, Pitbull, Carlos Vives, Draco Rosa, Illya Kuryaki y Alejandro Sanz pasaron por el micrófono a dar las gracias y todo el mundo contento.

Lo feo estuvo con el extraño caso de la categoría de música banda, que inexplicablemente terminó en empate y dos ganadores: Banda Los Recoditos y La Original Banda El Limón de Salvador Lizárraga. Los integrantes de ambos grupos lucieron confundidos (pues, técnicamente, en la votación de los miembros de la Academia los dos tuvieron la misma y exacta cantidad de votos... ni uno más, ni uno menos). Para terminar de hacerla, su segmento de agradecimiento, que dadas las circunstancias debió de ser el doble de extenso, fue cortado a la brava por los conductores, Lucero y Omar Chaparro.

Sobre estos últimos vale decir que su falta de carisma y sintonía fue enorme: Lucero sin gracia, casi robótica y Chaparro con chistes que no dan para más que amenizar una cantina de mala muerte. ¿Qué pasó con aquel cómico innovador que se hizo fama de la buena en Black & White ?

En la parte del espectáculo, todo impecable: la calidad del sonido fue perfecta y la sincronía entre los montajes admirable. Pirotecnia, proyecciones, efectos especiales, y estructuras de varios pisos de altura que se ensamblaban y bajaban en minutos, durante los cortes comerciales. Mientras tanto, los asistentes corrían a los baños o a buscar un perro caliente y una cerveza, así como, en el mejor de los casos, a fotografiarse con Ninel Conde u Óscar D'León.

Música, maestro. Las tendencias musicales del mercado latino se muestran con descaro en esta gala: mucho pop liviano, algo de salsa (clásica, sin fusiones, por favor), música norteña y reguetón en abundancia.

Así, Wisin y Yandel se apoderaron de buena parte de la transmisión, pues ahora cada uno de ellos es solista (aunque eso no los privó de juntarse de todos modos en escena). ¿Y el rock y la música brasileña? Muy bien, gracias.

No fue sorpresa que los actos que más encendieron al Mandalay fueran Marc Anthony, Pitbull y Carlos Vives, en ese orden. Durante los cortes el animador (alguien muy conocido por los televidentes de Univisión) advirtió que durante aquellas presentaciones todo el mundo debía ponerse de pie y hacerse oír. Su pedido fue mandamiento.

El momento emotivo se dio durante el reconocimiento a Miguel Bosé, que compartió algunos de sus temas más emblemáticos con Ricky Martin, Juanes y Laura Pausini. Esto sirvió para mostrarle al mundo parte de lo que se vivió la víspera, durante el acto privado en el que el español fue nombrado Persona del Año por la Academia.

Entre lo asombroso estuvo la participación del Circo del Sol, que con parte de su espectáculo Zarkana acompañó a la juvenil Leslie Grace: el show de los cirqueros fue demasiado para una canción tan mala. Igualmente celebrada, aunque por otros motivos, fue la interpretación de la demoledora Paquita la del Barrio: Las Vegas se rindió a sus pies.

Al cierre, los maestros salseros dieron cátedra. Lástima que ya para esa hora, mucha gente iba buscando la salida, quizá con la esperanza de toparse en el elevador o el casino con Don Francisco.