Mireya Zamora y el control absoluto de su imagen

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La mañana del 1.° de mayo no comienza en un salón de belleza para la diputada libertaria Mireya Zamora. El arte tiene que salir de sus propias manos para que llegue satisfecha a la Asamblea.

El tiempo que tendría que invertir es la excusa, pero su hermana Marlen reveló la verdad: “Vaya donde vaya, tiene que peinarse ella, maquillarse ella. Es como dogmática en eso”.

La sancarleña se atrevió a cortar el vestido que compró para la ocasión porque la falda le parecía muy volada. En su lugar, ella misma cosió una enagua de tela satinada, de la cual luego se quejaba porque le quedó floja en la cintura.

Se dejó los rulos el martes porque quiso copiar un moño desenfadado que vio esa misma noche en una revista de su hermana.

Por casualidad, a las 7:20 a. m. llegó su hija María Fernanda, acompañada por Yerlin Arguedas, una amiga. Como la muchacha es estilista, se ofreció a ayudarla.

“No, arreglame esto”, “no, tiene que ser más natural”, repetía nerviosa la diputada mientras se vaciaba encima la laca para no ver ni un mechón fuera de lugar.