Isabel Gamboa ahonda en la humanidad de lo cruel y lo perverso en nuevo libro

Ante la indolencia La autora de Veinticinco cuentos perversos lleva a sus páginas historias de los desventurados y los excluidos por el poder

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Los protagonistas de Veinticinco cuentos perversos no son fieles a nadie ni nada excepto a sí mismos, de tal modo que no tienen cabida en la vida de quienes les rodean. ¿La solución? Expulsarlos, encerrarlos y hacerlos desaparecer.

Para la autora de esta colección, Isabel Gamboa , los marginados tienen una existencia plena, vital y real, por más que las instituciones los oculten. En su nueva colección de relatos, ni la crueldad ni la indiferencia reducen la dignidad de estos seres muy humanos.

“Son seres con gran sufrimiento psíquico porque están desarraigados afectivamente y porque no se encuentran en la vida de nadie. No significan nada para nadie”, explica Gamboa. Muchos son niños o enfermos colocados en “instituciones estalladas”.

La autora agregó: “La institución familiar, la educativa, la religiosa, la médica, por estar estalladas, no logran contener como debieran a las personas más vulnerables”.

La autora es muy crítica con las instituciones y con las formas de dominación que ejercen sobre ciertos grupos humanos. ‘No creo que nunca ni la iglesia, ni la escuela, ni la medicina, ni la familia hayan servido para nada en términos de acoger y proteger a los que están adentro. Lo más, el Estado social antes protegía a los que más necesitaban y ahora cada vez abandona más. Lo que ha habido es un mito de que la familia, de que antes las familias eran mejores, los niños estaban menos solos. Creo que siempre ha habido mucha crueldad en el sistema educativo, mucha crueldad en la familia, maltrato, descalificación, ni se diga en la Iglesia Católica’

¿Cómo pueden sostenerse así organizaciones con tan poca legitimidad? ‘Están ligadas a dimensiones políticas, económicas e ideológicas poderosísimas. Hay un interés supremo y económico bárbaro: todas esas instituciones generan ganancia para alguien. Están ancladas en la mente y en el corazón de las personas, como decía Pierre Bourdieu. Son valores, prejuicios y mitos que están afectivizados. ¿Qué es un chiste racista sino un racismo afectivizado? Nos enseñan a sentir miedo a lo que es diferente, a lo que no se nos parece’.

Los personajes de Gamboa se aferran a su humanidad, aunque sus soluciones sean “perversas”. Usualmente, el precio que cobran es la vida: “Alguien muere para que otro viva”, dice la escritora y académica. Es su fortaleza la que los salva: “Pese al dolor, nunca paran de luchar, a su manera, muy diferente cada uno”.

“Son cuentos perversos porque hablan de una realidad y que es perversa. Hay mamás que no quieren a los hijos. Hay maestros que maltratan a los niños y los llenan de inseguridades. Hay médicos que gozan con el sufrimiento”, explica. Estos relatos provienen de la sombra, pero su sordidez destaca la complejidad de la experiencia humana.

‘Son seres que portan lo que el cristianismo ha prohibido: no matarás, no robarás... Son seres que se encolerizan, avariciosos, envidiosos, tristes, inseguros y también seres dulces, completamente humanos. También son inasibles, llenos de contradicciones’, señala Gamboa.

Historia personal. La vida de Gamboa le ha deparado encuentros que alimentan sus relatos. Con historias como las de su tía Teresa, el suicidio de su hermano y casos estudiados en el Hospital Psiquiátrico, relata deseos, miedos, anhelos y acontecimientos profundamente humanos.

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“Son personajes de mis experiencias, o de gente con la que crecí”, dice. “Como todo el mundo que creció en pueblos, crecimos rodeados de fantasmas: el marihuano, el borracho, el loco, el que se masturba en la calle... Todo eso era motivo de risa o de miedo. Nunca me dio risa, sino un poquito de miedo y, sobre todo, mucha duda”, comenta.

Se trata de cuentos crueles, sazonados por el humor oscuro que provocan los extremos del control. Para la autora, la humanidad de los personajes reluce en su capacidad de mantenerse fuertes e íntegros pese a la marginación. “Son coherentes con todo lo fragmentado que pueda ser su psiquis y con lo que son, siempre de manera extrema. Para mí esa es la lucha de la vida. Calzar es traicionar la propia subjetividad”, opina Gamboa.

¿Cómo crear en la ficción empatía por personajes así? “Pienso que el lector verá la humanidad que hay allí, el pedazo suyo que está ahí. Es la humanidad en lo feo, en lo miserable, en el dolor que nadie quiere y en la lucha”, opina Gamboa.

Para ella, escribir el libro “fue liberador, porque cuando una habla del dolor lo reelabora y lo resignifica. Un dolor callado se agusana”.

El libro Veinticinco cuentos perversos se presentará hoy, a las 7 p. m. en la Alianza Francesa de barrio Amón, en San José. La presentación estará a cargo de la filósofa Ana Lucía Fonseca. El libro se publica con el nuevo sello Guayaba Ediciones y se venderá en Libros Duluoz a ¢5.000.