¡Los pollitos dicen P-A-N! Conozca al Capmany que triunfa en la panadería

El chef costarricense Pablo Capmany, hijo del recordado Jose, logró un sueño al ganar la Copa Costarricense del Pan y obtener el derecho de ir a la competencia internacional en Francia

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En una competencia en búsqueda de la excelencia culinaria, el chef Pablo Capmany Castro, hijo del legendario músico José Capmany, se alzó con la victoria en la primera edición de “La Copa Costarricense del Pan”.

Entre 18 panaderos finalistas de diversas regiones del país, Pablo destacó como el campeón, obteniendo el reconocimiento por su destreza y creatividad en la elaboración de panes.

La competencia, realizada el pasado 27 de setiembre en el Estadio Nacional, reunió a grupos representantes de 6 provincias. Este evento, que busca honrar a los mejores panaderos de Costa Rica, otorga al ganador la oportunidad de representar al país en la competencia internacional de panadería que se celebrará en Francia el próximo año.

Los participantes fueron desafiados a demostrar su maestría en la preparación de tres tipos distintos de panes: bollería dulce, bollería salada y figura artística.

Con habilidad y dedicación, el chef Capmany se destacó al ganar individualmente en las categorías “Mejor Masa Madre” y “Mejor Trenza Panadera”.

“Me siento muy emocionado. Yo no podía creer cuando me dijeron que gané. Creo que todos los panaderos que estuvieron se merecen un premio. Yo me siento muy agradecido porque Dios me dio la oportunidad de hacer lo que amo”, contó Capmany en conversación con Viva.

A sus 32 años, Pablo Capmany Castro representará a Costa Rica en la Feria Mundial de Panadería Europain, un prestigioso evento que se celebrará en París, Francia, del 21 al 24 de enero del 2024. Esta feria reunirá a participantes de 12 países y se presenta como una oportunidad para demostrar sus habilidades y creatividad a nivel internacional.

“Es un gran chance para hacer contactos, conocer técnicas, mejorar formas de hacer la panadería y, sobre todo, comerme un rico croissant en el mejor país del mundo para comerse uno”, dice entre risas.

Sobre su pasión

El amor por la cocina no siempre es un destino claro. Para Pablo Capmany este viaje comenzó en su infancia, observando a su abuelo cocinar con una pasión que capturaba su atención.

“Me daba curiosidad ver qué hacían tanto en la cocina. Me preguntaba qué tanto hacía mi abuelo que pasaba largos ratos ahí. Tenía esa espinita”, rememora.

Desde pequeño, Pablo se deleitaba viendo a su abuelito en la cocina, creando platos con amor y dedicación. La chispa de la curiosidad sobre la gastronomía se encendió en él, impulsada por el espectáculo de creatividad y sabor que ocurría en esa cocina.

Pero el verdadero despertar por este gusto llegó cuando observó a María Castro, su madre, cocinar. La oportunidad de ayudarla, freír y cocinar bajo su supervisión, le permitió explorar su fascinación por la preparación de alimentos y experimentar con las diversas técnicas. Hornear, rápidamente, se convirtió en una de sus favoritas.

Pablo recuerda que en ese tiempo la gastronomía no se miraba “de forma tan tradicional. No recuerdo que existieran universidades o lugares donde uno podía pensar en algo como: ‘puedo vivir de esto’, entonces solo lo veía como un pasatiempo”, dice.

Durante su adolescencia, cuando debía decidir su futuro académico, la elección no fue clara. Pablo optó por estudiar Economía al ingresar a la universidad, siguiendo una senda que, si bien lo mantenía en constante aprendizaje, no lo colmaba completamente. La sensación de que algo faltaba lo impulsaba a buscar su verdadera pasión.

Fue en un momento crucial, mientras exploraba otras opciones, que se topó con un curso de cocina en una academia local. El impacto fue inmediato y profundo. La cocina lo atrajo con su magia, y supo que había encontrado su vocación.

Decidió seguir este llamado: dejó la carrera de Economía y se inscribió en el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA), donde se especializó en panadería, obteniendo los conocimientos y habilidades que lo llevarían a triunfar en la competencia de panaderos y más allá.

Hoy Capmany es feliz de vivir de la gastronomía pues incluso tiene su propio servicio de alimentación llamado De las manos a la mesa. También disfruta de la música que su padre le inculcó, pues canta y toca la guitarra (inclusive fue parte del pasado Rock Fest). Eso sí: lo culinario va primero.

“Ya llevo diez años dedicado a esto y fue la mejor decisión de mi vida”, cuenta Pablo. “La cocina y la panadería es algo que lleva mucha pasión. Creo que un buen pan sale de unas manos que estén llenas de amor”, finaliza.