Malbec para (casi) todo

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Vino y comida se emparejan con éxito desde hace décadas; sin embargo, la moda por la que atraviesa el primero, sumado a su cada vez más variada oferta, hacen que los llamados maridajes se transformen a diario.

Pese a ello, si hay un país que puede decir que tiene un vino en absoluta armonía con su gastronomía, es Argentina.

El tinto Malbec, la cepa más emblemática de la nación suramericana, pareciera hecho a la medida de las carnes, pastas y pescados que se cocinan en su mesa.

El Malbec argentino es generalmente de viejas parras, lleno de concentración y potencia; siempre deja intacta la vivacidad frutal propia de ese tipo de uva.

Es una variedad oscura y rica en taninos, no en vano los franceses le llaman el vino negro o Auxerrois .

La vid que conocemos como Malbec se ha cultivado desde hace siglos en Francia; sin embargo, la senda de esta cepa ha viajado alrededor del mundo, acompañando las fiestas más importantes, sobre todo en el área del Mar Negro y, desde luego, en Argentina.

Argentina tiene hoy día 10 regiones vitícolas reconocidas y de prestigio. La extensión de los viñedos recorre una estrecha franja en el oriente del país, de norte a sur.

Los vinos Malbec podrían agruparse en tres grandes grupos, lo que a su vez permite combinar la suculencia y variedad de algunos platillos.

Un Malbec de carácter joven, con elegante expresión frutal y notas florales típicas (violetas), alegres y vivaces en la boca y con un segundo sabor, ese que se percibe luego de tragar el primer sorbo, nos quedaría bien con bocas de embutidos y quesos semiduros, platos sencillos, como pizzas, carnes a la parrilla, pastas con ragú, y algunos sabrosos pescados.

Un Malbec Rosé queda perfecto para abrir un almuerzo, una comida informal o un picnic y continuar saboreándolo en recetas con aguacate, pescados, como la sardina o las anchoas, o bien el hígado; también algunas aves, como pollo y pavo; arroces marineros y paellas.

Un Malbec con maduración discreta en madera (tres o cuatro meses), un vino con un cuerpo pleno, aunque sin las complejidades de aquellos que descansaron largamente en barrica, permite probar risotos con hongos, cordero y carnes en salsas.

Finalmente, un Malbec, con un tiempo en barrica no inferior a los 10 meses, se orienta a las comidas más elaboradas como el faisán o la codorniz.

Desde luego, las carnes que permiten realzar a estos tintos maduros, complejos y estructurados.

Como verá el universo de posibilidades es infinito y abierto a los curiosos amantes del vino.

El desafío es animarse y disfrutar de este placer de nuevas sensaciones.