La supermodelo Kate Moss dejó ver cómo es un día de trabajo

Imagen La inglesa, por tercer año consecutivo, es rostro de la marca Basement de Falabella, con presencia en cuatro países

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El MercurioChile/GDA No hay revista británica en la que no aparezca, ya sea como rostro de una campaña publicitaria o como invitada a un evento social rodeada de megaestrellas.

Aunque su contrato –de un millón de dólares– solo incluye ocho fotos promocionales y un comercial por campaña, el rostro de Kate Moss ya se vuelve más común en Chile y en Latinoamérica.

La modelo, por tercer año consecutivo, es rostro de la marca Basement de Falabella, con presencia en cuatro países.

El Mercurio asistió al rodaje de la nueva campaña de la recién casada modelo de 38 años, en los estudios Black Island, en Londres.

Con una hora de retraso, un Mercedes Benz con vidrios polarizados, último modelo, se acerca. Calvin Morris, el road manager de la maniquí, la espera.

Totalmente primaveral, de pantalones cortos grises, chaqueta del mismo tono, polera blanca, zapatos bajos en tono rosa, una cartera roja y anteojos negros, Moss se baja sola del vehículo y saluda amablemente al staff que la espera; entre ellas, su exótica agente Vivian Ventura, de rojo de pies a cabeza, gran moño y un abrigo de piel que la cubre por completo.

Rápidamente se acerca su “amigo casi hermano”– como él mismo se define–, James Brown, su peluquero desde que comenzó a trabajar como modelo a los 15 años.

“Ella es muy profesional y muy divertida”, dice más tarde el estilista. “Moss es un ícono, porque trasciende las tendencias, es muy inspiradora y siempre está a la moda”, agrega quien es padrino de la hija de ocho años de Moss, Lila Grace.

El entorno de la maniquí, que actualmente también es rostro publicitario de un lápiz labial de Dior y de la marca de ropa Mango, lo conforman su estilista y gran amiga, Katy England (esposa del vocalista de Primal Scream, Bobby Gillespie), la asistente de ella, su maquilladora y manicurista personal, además de los respectivos apoyos de ambos, y su costurera.

Todo ese equipo sigue atentamente cada paso de la modelo y se fijan en cada toma. Si hay una que no les parece, se acercan al director, Hernan Kesselman, para hacérselo saber.

Etapa. Esta nueva campaña que protagoniza Moss tardó cinco meses en concretarse. Esta vez, los conceptos que rodean a la protagonista son el cielo y el infierno.

En dos estudios, 100 personas se encargaron de montar los sets en los que ella está acompañada de otras diez espigadas y delgadas jóvenes.

En sus diez horas de trabajo, Moss se destaca por su profesionalismo, su excelente manejo con las cámaras y buena relación con el equipo que la acompaña.

En sus momentos de descanso, ella tiene claro qué hacer: irse a su camerino que tiene sillones de cuero blanco, lee algunos periódicos, come lo mismo que las 140 personas que circulan alrededor de ella y, por supuesto, fumar, un vicio que admite no querer dejar.