La génesis de un monstruo

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Las impactantes experiencias por las que pasó la escritora británica Mary Shelley fueron, a la postre, la musa inspiradora de su gran creación: Frankenstein o el moderno Prometeo (1818).

Fue durante unas vacaciones que pasó en Ginebra, junto a su marido, el poeta Percy Bysshe Shelley, cuando se comenzó a gestar su monstruosa criatura. Así coinciden varias biografías sobre la autora, entre ellas La mirada en el espejo: Ensayo antropológico sobre Frankenstein de Mary Shelley y La familia del Dr. Frankenstein. Materiales para una historia del hombre artificial.

Shelley, quien había pasado por un doloroso aborto antes de escribir su novela, quiso reflejar en el libro la perspectiva que tenía sobre la vida. Esto se denota cuando en el texto el monstruo se pierde entre sus alocuciones sobre la vida y la forma en que la autora refleja el miedo de las mujeres de la época de perder a sus hijos.

Fuerte influencia. Otro elemento que influyó drásticamente en el génesis de Frankenstein o el moderno Prometeo fue el científico Andrew Crosse, a quien la británica conoció antes de dicha publicación.

Crosse, en quien está inspirado el doctor Frankenstein, solía experimentar con cadáveres y con electricidad. Shelley tenía conocimiento de las prácticas del científico por referencias facilitadas por amigos en común.

En 1814, ella tuvo la oportunidad de conocerlo, durante una conferencia que impartió el experto. De esa disertación dada por Crosse sobre la forma en que decía crear vida a partir de electricidad, la autora extrajo insumos valiosos para su escrito.

Finalmente, el personaje mitológico de Prometeo también inspiró a la escritora. Especialmente en el momento en que él se revela contra su padre, para entregarle el fuego a los mortales.

En 1851, “la mamá de Frankenstein” murió, aparentemente de un tumor cerebral.