Duquesa de Alba, la rebelde de la nobleza española

A sus 88 años, murió en su casa el palacio de las Dueñas en su amada Sevilla. Deja tres hijos y a su tercer esposo.

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“Aquí yace Cayetana, que vivió como sintió ”. El epitafio elegido por la propia duquesa de Alba es claro: Cayetana decidió vivir la vida como le dio la gana y no se dejó intimidar por sus 49 títulos nobiliarios.

María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y Silva murió este jueves en su hogar a los 88 años luego de varias complicaciones derivadas de una neumonía. El palacio de las Dueñas albergó la visita de sus seres más queridos, entre ellos sus seis hijos y su esposo; quienes la acompañaron hasta el último suspiro que exhaló en paz.

Pero su forma de morir no fue nada parecida a la alocada vida que llevó la aristócrata. Cayetana fue fuente casi diaria de las revistas del amor y la prensa rosa españolas, principalmente por su extravagancia y sus tres matrimonios, cada uno de ellos más controversial que el otro.

Desde joven Cayetana se rebeló contra la tradición de su apellido y quebrantó la imagen de sobriedad que siempre había acompañado a su familia.

La duquesa de Alba presumió de ser una aristócrata que nadó contra corriente en España; su estilo de vida rompió con ocho siglos y 17 generaciones de rigurosa discreción.

“Las locuras que de verdad he cometido y que no han tenido remedio, creo que me las voy a llevar conmigo”, dijo en la presentación de sus memorias Lo que la vida me ha enseñado en el 2013. “ He cometido menos locuras por amor de las que había pensado cometer. Al final, casi siempre se ha impuesto la cordura y el peso de la Casa” , agregó.

Sus tres amores. “ Un corazón enamorado late igual a los 14 que a los 80 años”, así de sentenciante fue al defender su matrimonio en el 2011 con un hombre 25 años menor que ella. Fue el tercer amor de su vida, Alfonso Díez, un funcionario público que vivía alejado de todo lo relacionado con la nobleza de su país.

La boda desencadenó un terremoto familiar. Díez tuvo que renunciar a cualquier derecho sobre el legado de la Casa de Alba y la duquesa repartió la jugosa herencia entre sus seis hijos para poder casarse.

Antes de Alfonso, dos hombres más estuvieron en el lecho amoroso de la duquesa. El primero de ellos, el aristócrata Luis Martínez de Irujo y Artacoz fue su esposo en 1947; el padre de Cayetana “le recomendó” las nupcias para mantener el linaje noble. Tuvieron seis hijos: Carlos, Alfonso, Jacobo, Fernando, Cayetano y Eugenia.

Martínez de Irujo falleció en 1972. Cayetana de Alba se casó poco después con Jesús Aguirre, un jesuita que militó en grupos de izquierda antifranquistas antes de abandonar el sacerdocio.

La boda no fue apadrinada por la nobleza, quienes rechazaban a alguien ajeno a su mundo, pero la duquesa no se intimidó y luchó por su amor. Aguirre murió en el 2001.

“Yo soy antidivorcio, antiaborto, y anti todas esas atrocidades; soy católica y lo ejerzo. El matrimonio debería ser para toda la vida”, sostenía.

Duquesa pop. Nació el 28 de marzo de 1926 en Madrid, en el seno de una de las familias más ilustres de España. De niña se rozó con grandes figuras, entre ellas su compañera de juegos de infancia: Isabel de Inglaterra.

Pero la nobleza no fue lo suyo; cuando creció poco a poco se fue despojando de las reglas e hizo las suyas propias.

Se acercó a la música, a la pintura, las artes y a la fiesta brava.

Cayetana fue conocida por su amor hacia la moda; por su admiración por The Beatles y el cine. De esta forma se ganó un título más: “La duquesa pop”.

Tanto se le veía en fiestas nocturnas, como tomando el sol en topples , aplaudiendo en una plaza de toros o simplemente bailando flamenco con los plebeyos; Cayetana siempre hizo su santa voluntad y le valían un cinco las críticas en su contra porque ella vivió como quiso.

“El baile, el flamenco y Sevilla, forman la amalgama de mis auténticos espíritus interiores. Los de alguien a quien el flamenco y el rasgueo de una guitarra le han salvado de la tristeza tantas veces en la vida”, escribió en su libro de memorias.

Era fanática de Hollywood y en sus visitas a la meca del cine pudo conocer a grandes artistas, aquellos a los cuales una duquesa se digna a admirar. “Conocer a Charles Chaplin fue una gran suerte”, comentó cuando logró presentarse ante el actor gracias a la complicidad del productor Douglas Fairbanks.

En el rubro de la moda siempre estuvo al tanto de las últimas tendencias y marcó pauta en el vestir porque se salí a de lo tradicional.

Si en sus últimos años, apostó con elegancia por prendas sencillas y otras más exclusivas de los sevillanos Victorio&Lucchino, hubo un tiempo en el que Cayetana de Alba fue una habitual de la lista de las mejores vestidas de España, embajadora de la costura de Pedro Rodríguez, Balenciaga, Pertegaz, Elio Berhanyer o Dior.

Pero con el tiempo, su gusto fue variando. Se enamoró de los volantes, los encajes, los colores vivos, las mantillas y las medias de rejilla. También se sentía muy cómoda con los inmaculados vestidos blancos de la moda ad-lib y los caftanes.

“”Tardo muy poco en elegir la ropa, se bastante bien lo que quiero en cuanto entro en una tienda”, apuntaba la duquesa de Alba en sus memorias

Fueron muchos los vestidos de alta costura, pret-á-porter y mercadillo que Cayetana de Alba lució, pero su favorito fue un modelo rojo con las mangas y cuello rematados con visón.

Adios a la duquesa. Este miércoles toda Sevilla, y España con ella, se volcaron a rendirle honores a la duquesa más controversial conocida por los españoles y el mundo.

Su cuerpo fue velado en capilla ardiente en el Ayuntamiento de Sevilla.

Su amigo, el sacerdote Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp, quien fue su confesor aseguró que Cayetana murió tranquila. “Se fue apagando poco a poco, no ha sufrido”, comentó en las honras fúnebres.

El cuerpo de la duquesa será incinerado este viernes y

el sepelio será en el Altar del Jubileo de la Catedral de Sevilla, y será oficiado por el cardenal Monseñor Amigo Vallejo. La duquesa había manifestado en vida su deseo de que sus restos queden en Sevilla en el columbario del templo de la Hermandad de los Gitanos y no en Madrid donde está el panteón de la Casa de Alba.