Carlos Álvarez renace en la televisión

El conductor es, por estos días, una de las figuras que más vigente está en la pantalla local. Con una imagen renovada y mucho más fresca, el también locutor ha escalado hasta convertirse en una ficha clave de canal 7, durante sus transmisiones especiales

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Cuestionarse sobre qué quería hacer en la vida –consciente de que eso no era pasar el resto de sus días encerrado en una oficina– fue, a la postre, la razón que embarcó a Carlos Álvarez en un viaje por la televisión que apenas comienza.

Además de ser una de las voces del programa radial Elmanicomio de la risa, Álvarez es también, por estos días, una de las fichas claves de canal 7 en transmisiones especiales. Logro que se lo ha granjeado a pulso, pues como él dice, si por algo lo conoció la gente fue por ser “un gordillo pulseador”.

Aunque sigue pulseándola –consciente de que pertenece a una industria en la que un día se puede estar arriba y al siguiente tocando fondo–, ser el gordillo vacilón dejó de ser un calificativo para él.

Buena parte de su reinvención vino con cambios en su aspecto físico, que ahora es más atlético y que se hizo evidente cuando participó en Bailando por un sueño 3, programa en que dejó a todos boquiabiertos, al llevarse el segundo lugar.

Con ese logro puso fin a las bromas sobre su tiesura al bailar, chota que le endosaron cuando participó en la primera versión del show.

El fin y principio de año fueron testigos de ese refrescamiento del locutor, quien estuvo presente en la televisión durante El Chinamo y las corridas de toros.

Durante estos días, también estará presente en las transmisiones del Verano toreado, actividad taurina que Teletica transmite todos los fines de semana desde diferentes comunidades del país.

En medio de las carreras entre su trabajo en Omega y en Teletica, el conductor sacó una mañana para hablar con Viva, largo y tendido, sobre cómo ha sido esta etapa en la televisión, los proyectos a futuro y sus experiencias.

Carlos, no el sustituto. Durante estos dos años frente a cámaras (en el 2008 asumió la conducción de El Chinamo), para este cartaginés lo más importante ha sido imponer un sello personal.

“Siempre he tratado de presentarle a la gente una oferta original. Buena o mala, pero que me identifiquen como Carlos Álvarez, no el reemplazo de nadie”, asegura.

Álvarez no ha quitado el dedo del renglón en cuanto a dejar claro que en El Chinamo él no vino a reemplazar a Édgar Silva.

“Nunca me consideré un reemplazo, lo tengo muy claro. El que escoge parecerse a alguien o servir de reemplazo, se equivoca, porque eso es lo que siempre va a proyectar”, son las palabras con las que él le pone fin al tema de Édgar Silva.

La transición entre ser la voz en off de El Chinamo (papel que comenzó a desempeñar en el 2001) a ser un conductor, se dio en el 2008, cuando Silva se tomó unas vacaciones del programa de fin de año.

“Esa fue la oportunidad de demostrar lo que había aprendido, vino el chaparrón correspondiente, pero hubo cosas que comencé a aprender, en la única parte en que se aprende en la vida: en el terreno de juego, en el escenario de mi vida. Tuve que escuchar las voces del odio, que a veces gritan más que las de la caridad”, recuerda.

“Creo que escogí el momento correcto para dar el siguiente paso (en la televisión), para que ese paso fuera lo más responsable posible”, añade el locutor.

Antes de El Chinamo, hay un “interludio” en la trayectoria televisiva de Carlos. Y es él quien toma la iniciativa en la conversación, para hablar sobre lo que cataloga como un “recordado y muy particular Bailando por un sueño”.

“(En Bailando por un sueño) el público no quería que yo bailara bien, porque me convertí en un capricho del público. Era el gordillo que se levantaba todos los días a pulsearla, aunque no fuera el más bonito; ese era yo para la gente”, dice Carlos, quien asegura que nunca fue un gran bailarín.

Eso sí, siempre se daba sus escapadas a El Tobogán, no para bailar sino para ver a los demás hacerlo.

“Aunque desde chiquillo yo siempre quise bailar en los bailes típicos de la escuela, siempre era el orador. Siempre supe que lo mío no era el baile”, recuerda Álvarez.

Revancha. Lejos de ver Bailando por un sueño como una experiencia traumatizante, el locutor dice que ese show fue un gran aporte en su vida. Este concurso fue lo que tiempo después lo impulsó a ir al gimnasio y a jugar en “mejengas” más seguido, para mejorar su salud y su condición física.

Gracias a que adoptó un nuevo estilo de vida perdió casi 30 libras y logró quitarse los dolores de rodilla y cuanto mal cargaba con él.

“Cuando comienzas a ver los rostros de personas sorprendidas (por el cambio en su físico) y te dicen que sos otro, uno se pone a pensar en lo mal que estaba antes”, analiza el presentador.

“Después del primer Bailando no pensé que iba a bailar otra vez –¡con semejante participación tan distinguida!–. Pero el gimnasio me ayudó mucho para la siguiente edición. No soy una maravilla de bailarín, pero ya Carlos Álvarez se defiende”, afirma.

“Cuando me volvieron a llamar a Bailando por un sueño creí que era otra broma, yo me preguntaba: ‘¿por qué yo?’. Entonces me dije: ‘bueno, yo no puedo lucir más fatal de lo que lucí la vez pasada, no puede haber un mal y yo puedo’, así que me fui con unas ganas enormes de sacarme un clavo; ya era algo personal. Estamos claros que nunca me veré como Billy Elliot, pero pude hacerlo”, dice.

“Cuando entré a Bailando, todo el mundo quería ver a RoboCop otra vez en acción. Cuando yo decía: ‘mi objetivo es la final’, nadie me creyó”, recuerda Álvarez.

Ahora es consciente de que la percepción que se tiene de él ha cambiado, tras demostrar en la pista que dejó la “tiesura”. Incluso, se ha ganado un buen número de admiradoras, aunque su pegue siempre ha sido con las señoras.

“Galán no soy, galán Mauricio Hoffman, Greivin Morgan, y otros muchachos. En la calle me dicen que si soy hermano de Carlos Álvarez y otros me preguntan: ‘¿usted es Carlos Álvarez?, ay tan viejo que se ve en la televisión’; pero me encanta que la gente sea tan auténtica”, comenta entre risas.

“Yo siempre he tenido un target muy definido, que son las señoras. Pero, últimamente, las mujeres jóvenes se me acercan. Tal vez me ven como una figura paterna, algo que se ha perdido mucho en los hogares”, concluye el locutor.

Esas últimas palabras dan pie a una nueva pregunta, que abre otra faceta en la vida de Carlos Álvarez: la de esposo y padre.

De la primera, dice que su esposa es la luz de su vida. “Tengo el regalo maravilloso de mi esposa, vamos para ocho años de casados, con una relación de casi de 14 años, ella es el punto fundamental de mi vida para darme equilibrio. Es mi consejera, mi amiga, mi compañera de diversión”, expresa el brumoso, al tiempo que comenta que espera que Dios les dé la oportunidad de tener un hijo.

Sobre sus hijos –fruto de su primer matrimonio con la periodista Vivian Quesada–, las cosas no son tan perfectas, aunque Carlos Álvarez maneja el tema con soltura.

“Lamentablemente, mi relación con mis hijos es bastante distante, aunque son lo mejor que me ha pasado en la vida”, expresa.

“Si de algo me arrepiento en la vida es de la manera en que traje a mis hijos al mundo, porque ellos merecían nacer en un entorno de familia, en donde la mamá y el papá tuvieran muy claro que se querían. Yo, tristemente, no hice eso”, dice el conductor, quien espera que cuando sus hijos Carlos, de 17 años, y Daniel, de 14 años, cumplan la mayoría de edad, la relación mejore.

Ese, junto con otros proyectos, como tener un programa de variedades y continuar en la radio, son los planes que tiene a futuro.

Según relata, algún día le gustaría tener un programa de entrevistados, que le permita desarrollarse en otras áreas, incluso en la política. Pero eso sí, siempre ligado a la televisión.

“Yo me veo siempre en los medios, aprovecharé el tiempo que el público me soporte, ojalá que sea un ratillo”, fueron las palabras con las cuales este buen conversador le puso fin a la plática.