Suspiro limeño: un empalagoso, pero exquisito manjar

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Si usted padece de diabetes, será mejor que lea este artículo con insulina a la mano, pues el suspiro limeño es la más dulce tentación de Perú.

Su combinación de dulce de leche coronada por una capa de merengue resulta apta solo para quienes jamás podrían negarse ante una golosina.

Este postre, también conocido como suspiro a la limeña, se tornó tan popular que hoy es posible degustarlo casi en cualquier parte del mundo, y no solo en restaurantes de cocina peruana.

Según el Nuevo diccionario americano de cocina , su origen se remonta al año 1868. Al parecer, la esposa del poeta José Gálvez Barrenechea, Amparo Ayarez, fue la creadora de esta delicia.

Al probarlo, el poeta quedó maravillado y decidió bautizarlo así porque dijo que es suave y dulce como el suspiro de una mujer.

Sin embargo, el chef Tomás López –del restaurante Machu Picchu– maneja otra versión de la historia. Según relató, en la antigüedad las mujeres peruanas usaban las yemas de huevo para lavarse el cabello. Al acumular muchas claras, había que encontrar la manera de que no se desperdiciaran y fue así como una monja creó el suspiro limeño.

También se dice que este postre tiene una clara influencia islámica y de las culturas ibéricas medievales, pues la base de su elaboración es el manjar blanco, una crema espesa compuesta por leche, almendras y azúcar.

Tanto el manjar como el merengue llegaron a Perú procedentes de España. De hecho, en ese país se conoce como suspiro al postre que se elabora a base del merengue.

Hoy, casi siglo y medio después de su invención, esta golosina se convirtió en uno de los platillos más representativos de Perú, y por cierto uno de los más vendidos en los restaurantes que se dedican a este tipo de cocina.

Debido a su sabor tan dulce, el chef López recomienda comerlo solo o con frutas cítricas, que puedan balancear el sabor en las papilas gustativas.

Quizá pocas personas consigan comerse el suspiro por su cuenta, por lo que se trata de una gran opción para compartir. Al terminar, lo mejor sería pedir un vaso de agua.