Parque Nacional Chirripó: premio reservado para los valientes

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Cada paso se vuelve tan pesado, que se llega a pensar en que es imposible avanzar más; así se vive y se sufren varios de los trayectos más importantes y obligatorios para llegar al Parque Nacional Chirripó . Sin embargo, la recompensa al llegar a un lugar de una belleza escénica envidiable, hace que valga la pena.

Del sufrimiento y la recompensa dio fe el músico costarricense Daniel Patiño Quintana. Él alcanzó los 3.820 metros sobre el nivel del mar (msnm) en la cima del cerro más alto del país, en compañía de un equipo periodístico de La Nación .

El objetivo era vivir una aventura con pasajes de epopeya (al menos para unos citadinos que poco van de paseo a la montaña), que todo costarricense debería intentar al menos una vez en su vida.

También podrá seguir paso a paso la aventura, gracias a un especial interactivo con videos, galerías de fotos y mapas en nacion.com/aventurese .

La hora de partir depende de cada grupo de valientes, pero existe una recomendación básica: hacerlo antes que amanezca, porque así caminará algunas de horas con clima fresco.

Las estrellas aún brillaban en lo alto cuando llegó el banderazo de salida. Cual fila de hormigas con focos sobre sus cabezas, este grupo de aventureros dio ese primer paso en el kilómetro uno, el que llaman el Termómetro.

Si por la víspera se saca el día, como dicen en el campo, lo que vendría sería una especie de vía crucis al que se va de forma voluntaria. Aquel presagio fue cierto.

En el rostro del intérprete de La dulce muerte se vislumbraba entusiasmo, pero también esa incertidumbre de los viajeros primerizos que se preguntan en los primeros kilómetros: ¿así de empinado será todo el recorrido?

La respuesta es un sí rotundo y, como quien no quiere caldo recibe dos tazas, conforme se avanza se descubre que el camino se vuelve aún más inclinado en varios sectores.

Recorrido. Son 14,5 kilómetros desde de San Gerardo de Rivas hasta la entrada del parque, en el refugio Base Crestones. Cerca de dos terceras partes se recorren entre bosque secundario y primario de tipo nuboso; se camina y agota el viajero en medio de un sendero donde los jilgueros se mueven a placer mientras interpretan una sinfonía conmovedora.

Siempre es bueno llevar un poco de suerte al reto, ya que sorpresivamente y dependiendo de la época del año, puede aparecer frente a sus ojos un quetzal en pleno vuelo.

No obstante, también hay otros habitantes del bosque que se muestran, con poco temor, como la chirrascuasa o perdiz montañera. A primera vista parece una gallina en miniatura; su paso es lento y, por su mansedumbre, es una modelo fácil de fotografiar. Luego de unos retratos, hay que seguir; no es recomendable parar mucho rato.

Cuando se llega al kilómetro 4, uno está plenamente convencido de que no habrá partes sencillas. Aquel es un trillo con secciones de difícil tránsito por lo resbaladizo, fangoso y la piedra suelta que abunda.

Descanso y prueba. Luego de tres horas y media de caminar, mientras se disfruta del aire puro en los pulmones, se llega a Llano Bonito. Daniel Patiño siguió las recomendaciones y se detuvo en el albergue en este lugar a comer una merienda que le diera al cuerpo energía de forma rápida. Además, es una pausa para prepararse mentalmente para uno de los retos más difíciles: la Cuesta del Agua.

Son 4,2 kilómetros de recorrido, en que se asciende de los 2.480 msnm a los 3.160 msnm Es un trayecto que recoge muchas anécdotas casi de terror: turistas que se sientan a llorar a media cuesta, cuando las fuerzas los abandonan, o viajeros que optaron por dar media vuelta y regresar.

Luego de dos horas y 15 minutos más de intenso caminar, aquel reto se logró. ¿Cómo se supera esta cuesta sin dramas? Patiño aseguró que la sube cualquiera que entrene unos meses antes de la travesía, mas eso no elimina el sufrimiento y el desgaste físico.

A ratos, el avance de este músico de la banda Patiño Quintana fue pausado y su rostro se concentraba en el suelo. Un paso más y luego otro.

Después, viene un kilómetro relativamente plano, que da algo de tregua al cuerpo y se llega a la zona conocida como Los Quemados.

Ese punto llamó particularmente la atención del compositor y guitarrista. Ahí se pasa del bosque nuboso a la vegetación de páramo y se observan troncos de varios metros de alto que parecen carbonizados. Podría ser una escena de película de terror.

La otra gran prueba de fuego llegó y solo la famosa cuesta de Los Arrepentidos nos separaba de Base Crestones. Eran los últimos 1.500 metros, pero era una prueba fuerte.

Los Arrepentidos tiene gran cantidad de piedra y tierra suelta, además es muy empinada.

“Hice paradas cortas para lograrlo. Pare dos veces para respirar y decirme: ‘¡Ya vamos a llegar y póngale que es lo último’”, dijo Daniel.

Cuando finalmente se ve el albergue, uno respira profundo y las palabras ‘se acabó’ quedan en mente.

¿Y la cima? No, no, el vía crucis aún no acaba. Llegar a Base Crestones es un gran logro, pero el recorrido no está completo. Para subir al cerro Chirripó aún son necesarios cinco kilómetros más.

Por esto, la mañana del segundo día comenzó con un desayuno y, a las 7 a. m., todo estaba listo para completar la aventura. La belleza del cerro Crestones iluminado por los primeros rayos del Sol es un gran regalo para la vista.

Con la guitarra en la espalda, Patiño avanzó a buen ritmo la mayor parte del trayecto. El descanso y el entusiasmo de alcanzar la cima le dieron nuevas fuerzas.

Cuando se llega al rótulo que marca el último trayecto, la emoción se incrementa. También se vuelve más difícil avanzar, porque literalmente es necesario escalar y emplear las cuatro extremidades para subir.

Hay quienes sufren mareos, otros sienten que les falta el aire. Se debe ir con calma, prestando atención a cada movimiento y, de ser posible, contar con alguien que le extienda una mano amiga desde la parte más alta.

Tras la angustia de los últimos 50 metros, en que más de uno se cuestiona en qué momento aceptó hacer el viaje, llega el premio: emerge una belleza escénica que podría inspirar canciones, melodías. El alma se sienta atiborrada de paz, con deseos de que los segundos sean más largos.

“La naturaleza no nos iba a dejar experimentar un escenario tan increíble, sin antes esforzarnos por lograrlo. Tiene similitudes con la vida misma, hay que trabajar duro para disfrutar la recompensa”, aseguró con satisfacción el músico aventurero.

Fotos con el rótulo que prueba la hazaña (y marca del punto más alto del país), las firmas estampadas en la bitácora y escuchar al vocalista del grupo Patiño Quintana interpretar No hay nadie y Joaquín son experiencias que no se olvidarán.

Subir al Chirripó es un reto completo, pero con preparación se conquista. Es un viaje que marca, como un tatuaje en el alma.