El Parque del Agua: un collar de perlas escondido en la montaña

Pocos visitantes Las maravillas que ofrece el parque nacional Juan Castro Blanco contrastan con la escasa visitación turística

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Las bellezas escénicas del Parque Nacional Juan Castro Blanco no se pueden contar con los dedos: forman una larga hilera de caídas de agua, ríos, cerros, lagos y volcanes.

Irónicamente, el Parque del Agua –como se le conoce mejor– es un tesoro desconocido, incluso para los habitantes de la Zona Norte.

“Mucha gente de San Carlos se sorprende cuando sube aquí. Nos dicen que ni siquiera sabían que hubiese un parque nacional”, asegura Mauricio Miranda, uno de los guardaparques.

Este lugar no es comparable con algún otro parque nacional del país. Cada uno de sus paisajes bien podría formar parte de una acuarela en la que predomina el verdor que caracteriza a un bosque lluvioso, con una serie de imponentes inserciones hídricas que le hacen honor a su nombre.

Aunque hace 21 años se declaró parque nacional, el centro de visitantes se construyó apenas el año pasado y aún no tiene senderos demarcados. La entrada cuesta ¢1.000 para nacionales y $5 para extranjeros, pero es más bien una cuota voluntaria para ayudar al parque.

Primera joya. A media hora de caminata desde las únicas instalaciones del parque, entre los árboles comienza a vislumbrarse la laguna Pozo Verde.

La “montaña sagrada”, como la llamó monseñor Monseñor Eladio Sancho, está coronada por un espejo de agua con tonalidad azul turquesa, cuya calma solo se ve interrumpida por el viento, el cual forma una ilusión óptica semejante a pequeños cristales que corren sobre la superficie.

Según Miranda, la acumulación de minerales en el fondo del lago provee| el color que deslumbra a los visitantes, en días despejados.

“Estamos apostando a personas que quieran descansar y huir del estrés y de la fatiga, que quieran venir a encontrarse consigo mismos. Es un turismo más espiritual”, comentó Gerardo Rojas, secretario de la Asociación Protectora del Parque del Agua Juan Castro Blanco (Apanajuca).

En el territorio, hay tres volcanes dormidos: el Platanar, Porvenir y el Viejo.

Allan Beadak y su esposa vinieron desde Canadá para pasar su luna de miel. Ambos llegaron al parque en compañía de guías turísticos y, aunque no pudieron ver el lago, quedaron enamorados de las bellezas escénicas que hallaron.

“Nos gustó muchísimo. En el parque se siente mucha paz, hay mucha diversidad. Es muy diferente a lo que vimos en otras partes del país”, afirmó el extranjero.

Ahora, la pareja no solo planea recomendar a sus coterráneos que visiten Costa Rica, sino que esperan volver pronto.

Un paraíso. La Catarata del Toro es un espectáculo capaz de humedecer el rostro de quienes se atreven a contemplar de cerca su magnificencia.

La caída de 90 metros es uno de los principales atractivos del parque, aunque el propietario del terreno donde se localiza, Will Buijze, asegura que llegan pocos turistas.

La cascada está en Bajos del Toro. La entrada cuesta ¢3.500. Hay un restaurante y varios miradores.

Nota del editor: Esta información fue modificada con el nombre correcto de la laguna.