Desamparados vivió una fiesta caliente

Rugidos de motores, atrevidos bailes y música incesante sacudieron caderas e hicieron sonreír a miles de desamparadeños, apiñados a lo largo de la calle ancha de la ciudad

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fernando.chaves@nacion.com

La calle ancha de Desamparados no lo es tanto el día del Carnaval Nacional. Este viernes, miles de personas se agruparon a lo largo de la calle para festejar junto con las comparsas, las bandas, las mascaradas y otras sorpresas que animaron la fiesta.

Lo primero que debe decirse es que hizo calor. Muchos lugareños se acercaron desde las 9 a. m. para guardar un campo con sus sillas plásticas, toldos y sombrillas. Si hacía falta, múltiples vendedores de sombreros y lentes oscuros se movían por las calles para complacer a los ávidos clientes.

Con el sol en alto, empezaron a bramar los motores modificados y los clásicos automotores que lideraron el preámbulo del desfile. Autos antiguos siguieron a vehículos preparados para cualquier carrera improvisada, presumiendo de sus piruetas, sus colores y sus detalles tan especiales que hacía falta detenerse a examinar cada uno.

De primeros, la Banda Melorítmica Comunal de Los Guido le puso sabor a la primera parte de la fiesta, con bailarines de todas las edades. Una de las que más aplausos robó durante el carnaval fue María de los Ángeles Agüero Soto, de 67 años, cuya energía deleitó a miles.

Colorido. Desde temprano, la calle se llenó de lo típico en estas fiestas populares: asadores improvisados, tarimas con efímeros negocios de venta de bebidas y comidas, latas de cerveza mal disimuladas con bolsas y rótulos de “Baños a ¢300”.

La calle estaba bordeada por vallas de tela, pero muchas se rompieron. Así, los niños aprovecharon para asomarse al baile y la música sentados cómodamente en el suelo. Alrededor, los negocios abiertos se pusieron a tono con ritmos de samba y bachata en su máximo volumen, así como sillas especiales para clientes y amigos de la casa.

Poco después del mediodía empezó oficialmente el carnaval, con el dedicado en un Volkswagen convertible y varios miembros de su familia por compañía. El futbolista Joel Campbell fue elegido por ser desamparadeño y, en palabras de la alcaldesa Maureen Fallas, “un ejemplo para la juventud”.

“Estoy muy contento de estar aquí. Es algo muy bonito, y vine a disfrutarlo”, comentó Campbell. A lo largo del camino, se detuvo con frecuencia para saludar a las personas y tomarse fotos con varios.

Con el aumento del calor, llegó el grueso de las bandas y comparsas. Agrupaciones como la Banda Comunal Desamparadeña y la Sabor de Occidente de San Ramón se unieron con los porristas de Costa Rica Sharks y múltiples mascaradas repletas de personajes tradicionales y populares.

Nadie se quedó quieto. Era imposible, entre las fabulosas alas de mariposa cargadas de lentejuelas de la Comparsa Latin Sound y el despliegue de sabor colombiano de Fusión Vallenata.

Bien sabido es que el carnaval permite los excesos de confianza. No hay que recordárselo a un bailarín descamisado y codiciado para fotos, ni a las bailarinas de breves faldas que escucharon los más floridos piropos en el camino. Muchas mujeres se acercaron también a un payaso de caderas inquietas para bailar aunque fuera un instante.

Con la tarde, no bajó el sol ni la fiesta. Llegaron la brisa y el polvo, incoherentes altercados y la cálida satisfacción de una buena fiesta.