Con la masculinidad sobre la mesa

Una antigua tradición japonesa se instaló, durante dos días, en pleno San José. Risas, sonrojos y algo de picardía se cocinaron juntos en el Kanamara Matsuri

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Justo detrás de la Iglesia de la Soledad, en un pequeño restaurante japonés cuya ventana lo anuncia también como pizzería, se servían platos que, de haber llegado a una mesa repleta de curas, el grito habría llegado hasta el cielo.

Para sorpresa de algunos, para congojas de otros y para el disfrute de la mayoría, Ramen Sushi escondió penes –más o menos evidentes– en cada uno de sus platillos el fin de semana pasado.

Bastó con ver, por ejemplo, la pudorosa expresión del alemán Viktor Ricci cuando la mesera interrumpió su partida de ajedrez con Dennis Briceño para ponerle al frente un calzone con forma fálica un tanto curveada. Miró la orden con cierto aire de desdén y, sin prisa alguna, continuó moviendo las fichas sobre el tablero.

En cambio, su novia, Graciela Vargas, se tomó la situación con absoluta normalidad y en mintuos había acabado con las croquetas de papa, también moldeadas con forma de pene.

Después, ella misma tomó el calzone , lo miró, lo zarandeó entre sus manos, se encogió de hombros y le metió el primer mordisco.

“Yo no me voy a asustar por un pene de harina. Más bien, lástima que no tienen helados (de paleta), para levantar furor en las redes sociales”, dijo.

Los tres habían llegado al restaurante por recomendación de un amigo, sin saber que ahí se celebraba el Kanamara Matsuri, que traducido al español, sería el Festival del Falo de Metal.

Esta tradición hace que, en cada abril, los habitantes de la ciudad japonesa de Kawasaki se lancen a las calles para venerar el pene.

Aunque el festival tiene lugar a 13.300 kilómetros de Costa Rica –a través del océano Pacífico–, las pantallas del restaurante acercaban a los clientes a la capital nipona de la fertilidad.

La fijación de los habitantes de Kawasaki con el miembro masculino deriva de una leyenda que cuenta que en el interior de la vagina de una mujer joven habitaba un demonio con dientes afilados y que había castrado a algunos de sus consortes en las noches de boda. Fue por ello que un herrero de la ciudad ideó un pene de metal para quebrarle los dientes al espíritu maligno.

Las celebraciones del Kanamara Matsuri tienen lugar alrededor del templo de Kanayama, un santuario antiguamente utilizado por las prostitutas para pedir protección contra enfermedades venéreas. Hoy se cree que el templo también otorga bendición en las negociaciones, los matrimonios y los partos.

Una incesante reproducción de videos de YouTube mostraba procesiones con penes gigantes cargados en hombros, casi como imágenes religiosas en las procesiones de Semana Santa.

Entre los ticos, tremendo morbo despertaban también las tomas de niponas saboreando chupa-chupas con forma de penes.

Sin embargo, la reacción entre los clientes ante la propia experiencia era más bien la de la risa incómoda o, por supuesto, el selfie con el platillo recién llegado a la mesa.

“Al principio sí teníamos temor, pero sabemos el gran interés que tiene la gente por esta cultura y por este tipo de actividades que nadie más celebra en el país”, dijo Jorge Céspedes, propietario de Ramen Sushi.

La pequeña y estrecha embajada del Kanamara Matsuri –tan abarrotada que a media tarde del sábado no había quien tolerara el calor– colgó de su techo dibujos de penes y proveyó un altar para el símbolo de la fertilidad de Kawasaki, construido con la técnica de papel maché y con un cordel amarrado que se le coloca a todas las figuras sagradas de Japón.

“¡Tomémonos una foto con el gran pene!”, suplicó una mujer joven a sus amigas. “Está raro venir hasta acá y no tomársela”, replicó Lucía Vargas para aplacar las dudas del resto de las muchachas, aunque ella no se levantó de su silla.

Vargas invitó a su hijo de nueve años a acompañarla a la reunión con sus camaradas, pero tras explicarle en qué consistía el festival, se topó con una negativa rotunda. “Me peló los ojos y me dijo: ‘¡No, mamá, no, yo no voy a ir a comer penes!’”.

La misma idea hizo que Juan Núñez se echara para atrás cuando su novia Brenda Zumbado le contó que había visto el anuncio del festival en Facebook y le propuso que se animara asistir. “Yo, como macho que se respeta, no voy a ir a comer un pene”, le respondió. Sin embargo, mientras devoraba un plato de ramen , Núnez aseguraba que había terminado por comprender que no era más que comida. “No puede ser tan malo”, pensó.

Por el contrario, la familia de Andrey Rodríguez ni siquiera pudo prever el escenario. Entraron al restaurante el sábado, cuando recién comenzaba la noche, para celebrar que el muchacho cumplía 15 años. Al inicio, creyeron que la decoración del lugar se debía a una despedida de soltera, así que su padre, José Rodríguez, se acercó al pene de papel maché para tomarle una foto. Luego, como en cualquier restaurante y cualquier día, se sentaron y ordenaron.

La verdadera sorpresa para el cumpleañero llegó dentro de su ramen . Cuando apenas iba a comenzar a comer, notó que traía llamativas pero diminutas rebanadas de zanahoria. Tomó una con los palillos chinos, y la miró con atención solo para terminar de comprobar que efectivamente era lo que creía. Se le cayó. Volvió a agarrara. Se le volvió a caer, entre sus propios nervios y las risas pícaras de su papá; de su mamá, Maritza Siles; y de su hermana, Sian.

Sin lugar a dudas, ese será el cumpleaños más jocoso y peculiar que, transcurridos los años, Andrey podrá recordar.