Arracache en vivo y a todo sabor

Astucia e ingenio Gerardo Benavides y su esposa, Grace Morera, encontraron una opción llamativa para mantener viva la tradición sancarleña

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Las montañas de San Vicente de Ciudad Quesada le dieron a Gerardo Benavides una nueva oportunidad luego de jubilarse como jefe de Bomberos de la localidad.

Cuatro años luego de comenzar a producir arracache, uno de los cultivos característicos de la zona, se le ocurrió darle un valor agregado para atraer a turistas a ese poblado que se enfoca en la producción sostenible. Desde entonces, su negocio secundario es conocido como “el tour del arracache”.

Similar a los recorridos por cafetales, Benavides lleva a los clientes a lo alto de las montañas de su comunidad, donde se localiza la propiedad que le heredó su padre.

Ahí, el aire es notablemente más fresco y puro que el de la capital y el sol quema la piel.

Don Gerardo explica, paso a paso, cómo se siembran y se cosechan las plantas de arracache. Además, resalta la importancia de utilizar fertilizantes orgánicos; en este caso, a base de cuitas de gallina y granzas de arroz.

Luego, el exbombero recoge la cosecha y la lleva al cobertizo que queda a un lado de su casa. Ahí, toma una manguera a presión, pone los bulbos en una canasta y comienza el proceso de lavado. De este modo, se ahorra el tedioso pelado del producto.

Los visitantes pueden ver de cerca el proceso de cocción del arracache: primero, en una cocina fabricada con la mitad de un tanque de gasolina de un camión; luego, en una cocina de leña de más de 50 años de antiguedad, una herencia de la madre de Benavides.

Grace Morera, esposa de Benavides, pone la magia que hace que su picadillo sea tan famoso. Sus secretos para que el arracache quede exquisito son en realidad muy básicos: que esté bien escurrido (puede ayudarse con la centrífuga de la lavadora), agregar bastante sustancia de la carne y dejar que se cocine hasta que reviente.

Ajo, orégano, sal, achiote, condimentos y manteca de cerdo son los aliados de la cuchara de doña Grace. El toque final lo da la salsa inglesa, “como buenos ticos”, dice.

El inmenso comal caliente alborota los olores en la cocina y la espera para probar el picadillo comienza a hacerse larga, pero el manjar toma su tiempo.

Doña Grace vierte todo el arracache y cada pedacito rápidamente se tiñe de anaranjado. Ahora hay que revolver para que no se pegue. Es el turno de los invitados. Doña Grace presta un gran cucharón y advierte que hay que tener cuidado para no quemarse.

Todo el proceso no valdría la pena si, al final, no fuera posible degustar el típico gallito de arracache. De las manos de Morera salen deliciosas tortillas, café y hasta una receta especial de aguadulce. De seguro, le harán sentir como en casa.