A 25 años de la muerte de Mario Moreno: Cantinfleada social y política

Cantinflas, el actor mexicano más reconocido internacionalmente, dejó detrás de sus películas un claro mensaje de apoyo a los menos favorecidos. Los discursos de sus filmes son dignos de atención.

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“Qué fácil sería, señores, lograr ese mundo mejor en el que todos los hombres blancos, negros, amarillos y cobrizos, ricos y pobres, pudiésemos vivir como hermanos si no fuéramos tan ciegos, tan obcecados, tan orgullosos. Si solo rigiéramos nuestras vidas por las sublimes palabras que hace 2.000 años dijo aquel humilde carpintero de Galilea, sencillo, descalzo, sin frac ni condecoraciones: ‘Amaos, amaos los unos a los otros’. Pero desgraciadamente ustedes entendieron mal, confundieron los términos y ¿qué es lo que han hecho, qué es lo que hacen?: armaos los unos contra los otros”. Palabras de Lopitos, excelentísimo señor embajador de la República de los Cocos.

Aunque a Cantinflas se le conozca justamente por sus confusas retóricas, por salirse por la tangente con palabrerías sin sentido y por haber patentado el verbo cantinflear; el extracto de este diálogo de la película Su excelencia(1966), deja muy en claro uno de los legados más importantes de Mario Moreno Reyes: su aporte a la defensa de la sociedad desde la trinchera del arte, de la actuación.

Este viernes 20 de abril se conmemoran 25 años de la muerte del querido actor mexicano que logró conquistar a Hollywood y que derribó las barreras de la cultura y de las fronteras a punta de hacer reír a los demás.

El 20 de abril de 1993, a sus 81 años, el comediante murió a causa de una metástasis de cáncer de pulmón. Para todos es sabido del vicio de Moreno por el cigarrillo.

El mundo del espectáculo lo lloró, pero también un sector de la sociedad que se sintió identificada no solo con el popular personaje de El Peladito –con el cual se dio a conocer– sino que también con el profe de la escuelita pobre, con el curita de una comunidad sedienta de dirección, con el limpiabotas que bailó orgulloso una de las obras clásicas más importantes (Bolero, de Ravel), con el barrendero, con el doctorcito, con el boticario, con el analfabeta, con el ascensorista, con el Agente 777.... en fin, con cualquiera que haya sido el hijo de vecino que caracterizó en sus más de 50 filmes.

Mensajes

Gracias a que nació y creció en la realidad de la clase baja mexicana, el artista supo desarrollar su talento para exponer, no solo en su natal México, sino en toda América Latina y hasta Estados Unidos y Europa, la problemática a la cual se enfrentaban los trabajadores y los pobres.

Sí, con risas, con chistes, con gracia, con humor, con bailes ridículos. Así, a su estilo, fue como promovió la consciencia hacia los menos afortunados. No se burlaba de nadie –por el contrario– se identificaba en cada personaje y lo hacía suyo porque era él en carne y hueso quien había salido adelante en una familia de ocho hermanos trabajando como barrendero, zapatero, limpiabotas, cartero, taxista y hasta boxeador.

En sus filmes buscó dejar mensajes muy claros en defensa de la igualdad, de la paz, de la educación y del respeto por los demás. Con su comicidad, que tal vez opacaba la seriedad de su retórica, daba lecciones de buen vivir que buscaban calar tanto en los altos políticos o servidores públicos de la época (que también podría servir muy bien para los actuales) y para las personas de a pie.

Como lo dijo en el discurso que dio como Diógenes Bravo en El patrullero 777 (1978): “Cuando nos demos cuenta, cuando hagamos consciencia de que más que autoridad somos servidores públicos, nos habremos ganado el respeto de nuestros conciudadanos y la confianza de la sociedad a la cual servimos”.

También lo hizo sentado a la mesa como el padre Sebastián, en El padrecito (1964), cuando citó las Encíclicas papales de Juan XXIII y León XIII en defensa de la igualdad y la justicia con la clase trabajadora: “Los trabajadores deben de ganar lo suficiente para tener un nivel de vida verdaderamente humano que les permita sacar adelante a su familia. El Estado debe de ayudar a la clase proletaria porque del trabajo y el esfuerzo del obrero salen las riquezas de los estados, eso lo dijo su santidad León XIII hace un titipuchal de tiempo y no ha pasado nada. No, si no es un error querer acabar con los ricos, hay que acabar primero con los pobres”.

Defensor y cómico, así es como podríamos definir a Cantinflas en el enfoque de este artículo que reconoce la lucha social solapada en maravillosos discursos cantinflescos.

“En mis películas siempre ha habido un mensaje social y, sobre todo, humano. Cantinflas y Mario Moreno sueñan con un mundo más humanizado donde todos podamos vivir en paz”, había dicho el actor.

Mario

De él se ha comentado mucho como persona, también como artista. Que era un arrogante, que nadie lo soportaba, que en su vida había demasiadas mujeres, drogas y alcohol.

Sin embargo, el Mario que quiso, sin buenos réditos, ser político, también buscó beneficios para sus colegas al fungir como representante del gremio en la Asociación Nacional de Actores de México.

Al final de su carrera fílmica se dedicó a la filatropía no solo utilizando su imagen en beneficio de niños o asociaciones de bien social, sino que ofreciendo su aporte patrimonial privado a varias causas de responsabilidad pública.

Su legado a la cultura no solo está en el gran trabajo que realizó para darle el adjetivo dorado a la Época de Oro del cine mexicano, sino que unificó e identificó la realidad de la idiosincrasia mexicana con la de Latinoamérica.

Representó al ciudadano luchador y soñador, que a pesar de tropiezos y, por qué no decirlo, de vicios y problemas, buscaba siempre un futuro mejor.

Artísticamente, logró mucho, fue un adelantado para su tiempo. Publicó dos películas para Hollywood, la primera de ellas fue la galardonada La vuelta al mundo en 80 días (1956), que ganó cinco premios Óscar. Su trabajo le valió el premio Golden Globe de ese año como mejor actor de comedia o musical .

De su vida personal amó con todo su corazón a una mujer, aunque se le relacionó con una gran cantidad de amoríos. Valentina Ivanova Zuvareff fue su abnegada esposa y aunque no pudieron tener hijos, adoptaron a Mario Arturo.

Valentina, quien recorrió camino como actriz y bailarina al lado de Cantinflas en sus inicios, falleció en 1966 por un cáncer de huesos. Su muerte dejó devastado al viudo.

Su hijo Mario murió el año pasado a causa de un infarto, tenía 57 años.

A Cantinflas lo que le sobrevive y sobrepasa es su legado porque ¡Ahí está el detalle, Chato! Que no es ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario.

México, América Latina y el resto del mundo seguirán riendo con sus ocurrencias, con su don de palabra y, sobre todo, le agradecen su lucha social.